Monseñor José Rico Pavés: «La Liturgia es el espacio privilegiado de la presencia y actuación salvadora del Señor».
El comienzo del mes de febrero está marcado por la celebración de la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, también conocida como la fiesta de la Purificación de María o de la Candelaria. El 2 de febrero es además la Jornada de la Vida Consagrada que este año tiene como lema la frase “Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad”. Abrazar la vida consagrada mediante la profesión de los votos de castidad, pobreza y obediencia significa regalar la propia vida a Quien reconocemos que nos la ha regalado primero. Las personas consagradas, en la diversidad de sus carismas, nos enseñan a todos que “quien a Dios tiene, nada le falta, solo Dios basta”, como bien afirmó Santa Teresa de Jesús.
Tras la fiesta de la Presentación, entramos con la Iglesia en la quinta semana del tiempo ordinario. El evangelio del Domingo nos presenta la actividad de Jesús durante un día de predicación. El evangelista san Marcos, al comienzo de su evangelio, nos presenta el inicio del ministerio público de Jesús en el Jordán, donde es bautizado por Juan el Bautista. A continuación, refiere las tentaciones en el desierto y después presenta a Jesús desarrollando una intensa actividad en el marco de dos jornadas. Algunos de los apóstoles ya han sido llamados, con ellos Jesús acude a la sinagoga, se retira después a casa de Pedro, donde cura a su suegra y, al atardecer, atiende a los enfermos y endemoniados que le llevan. De madrugada se retira a orar, hasta que los apóstoles reclaman su presencia y les invita a ir a otras aldeas a predicar también en ellas. Jesús mismo justifica su actividad con unas palabras luminosas: “que para eso he salido”. Con sus palabras y acciones Jesús revela su identidad (Él es el Hijo enviado del Padre) y su misión (entregar su vida en rescate por todos).
La Liturgia es el espacio privilegiado de la presencia y actuación salvadora del Señor. Participando en ella nos encontramos verdaderamente con Jesús y nos abrimos a su salvación. Cuando llegamos con la Iglesia al quinto domingo del Tiempo Ordinario, la Liturgia nos invita a acompañar a Cristo en su misión salvadora, para que comprendamos que ha sido Él en realidad quien se ha hecho nuestro compañero en el camino de la vida. Sabiéndonos acompañados por Él, descubrimos cómo vela con amor continuo sobre nosotros, su familia, cómo nos protege y defiende, convirtiéndose en el principio y fin de nuestra esperanza. En cada una de las lecturas se nos revela la cercanía del Señor, para que, escuchando, crezca nuestra fe, se fortalezca nuestra esperanza y se reanime nuestro amor. El mismo Jesús que nos consuela con su presencia, nos llama a llevar su consuelo a todos.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez
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