Celebración ecuménica en la Catedral en imágenes

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Crónica gráfica de la celebración ecuménica que tuvo lugar la mañana del sábado 20 de enero en la Catedral de Málaga en el marco de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.

Al encuentro de Oración por la Unidad de los Cristianos en la Catedral de Málaga acudieron, la Reverendo Lisa Tegby de la Iglesia Sueca; la diácono Jannecke Bjorge Kohn de la Iglesia Noruega; el Reverendo Brent McHugh de la Iglesia Española Reformada Episcopal (IERE), el Reverendo William Small de la Iglesia Anglicana; el Padre Taras Petrunyack de la Iglesia Ortodoxa; el sacerdote y delegado Diocesano de Ecumenismo, Rafael Vázquez; el Pastor José Manuel Mochón y el Pastor Rubén Bernal de la Iglesia Evangélica Española; el Reverendo Espen Holmde la Iglesia Noruega; el Reverendo Rolf Steffansson de la Iglesia Finlandesa y el Pastor Oebele van der Veen de la Iglesia Protestante Holandesa.

Durante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que tiene lugar del 18 al 25 de enero, bajo el lema «Amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo», se han organizado una serie de encuentros ecuménicos por toda la provincia de Málaga. El lunes 22, tiene lugar en la capilla anglicana de Los Boliches (Fuengirola); el martes en la capilla anglicana San Jorge del Cementerio Británico de la capital; el miércoles en la iglesia del Redentor de la calle Ollerías y el jueves será en la iglesia luterana de Noruega El Campanario en Calahonda.

En el transcurso de la celebración, el delegado diocesano de Ecumenismo, Rafael Vázquez, afirmó que «“la puerta santa de la unidad reencontrada solo podrá ser traspasada de rodillas”, decía el gran ecumenista dominico Y.-M. Congar, haciendo una llamada a no perder de vista la oración en el camino hacia la unidad, porque la oración es el alma del movimiento ecuménico (cf. UR 8). “La barca del ecumenismo nunca habría zarpado del puerto si no hubiera sido movida por esta amplia corriente de oración impulsada por el soplo del Espíritu Santo” (Benedicto XVI, 25 de enero de 2008) a la que también hoy nos sumamos nosotros con esta Celebración Ecuménica y las que nos van a ir congregando a lo largo de esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos».

En el mismo sentido, Vázquez explicó que, «si queremos seguir avanzando hacia la unidad solo podemos hacerlo de rodillas. Porque de rodillas cae el orgullo, tomamos contacto con la tierra y reconocemos nuestra frágil identidad, y nuestro origen. Como dice el libro del Génesis: “Dios formó al hombre del polvo de la tierra” (Gn 2,7). Y en esa fragilidad empezamos a entendernos, a mirar nuestras heridas y darnos cuenta de que las heridas no sangran de manera distinta en el cuerpo del otro, las heridas nos hermanan. El dolor del otro no es ni más ni menos importante que el mío, su historia está tan llena de fracasos y amargura como la mía, en ella hay tanto pecado como en la mía… Entonces, donde veía a un soberbio que me miraba por encima del hombre, empiezo a ver a un ser de barro, tan frágil como yo, tan perdido como yo, tan necesitado de respuestas como yo… Ya no exijo que el otro me pida perdón, sino que ambos nos unimos de rodillas para pedir perdón a Aquel que insufló sobre nosotros su aliento de vida concediéndonos ser “imagen y semejanza suya”. De rodillas ante Aquel que nos creó para la comunión, y ha encontrado su proyecto frustrado con el pecado de la división.

De rodillas hacia la unidad. Porque solo de rodillas encontramos al Único que puede rescatarnos, como aquel apaleado y tirado al borde del camino encontró a su Buen Samaritano, que lo alzó, lo montó sobre su cabalgadura, lo convirtió en el centro de sus atenciones, lo acompañó, lo cuidó, gastó en él su tiempo, su dinero… Y puso en sus heridas “aceite de consuelo y vino de esperanza” (Prefación Común VIII).

De rodillas encontramos a Aquel que tantas veces estuvo a la altura de la tierra, porque no quiso mirar a la humanidad de arriba hacia abajo, sino siempre de abajo hacia arriba. Desde el pesebre, como Niño, a la altura del suelo, ya Dios quiso mirar a los hombres de abajo hacia arriba: así miró a María, así miró a José, así miró a los pastores… Siempre de abajo hacia arriba. Así también quiso agacharse para acercarse a la mujer adúltera, y la miró desde abajo. Así la encontró en la tierra, en el barro, y la recreó insuflando sobre ella su Espíritu devolviéndole su dignidad. De rodillas miró a los discípulos la noche de la Última Cena, mientras les lavaba los pies, y con sus ojos les acariciaba el alma. De rodillas podremos siempre encontrar a un Dios que “siendo de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, sino que, por el contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos” (Flp 2, 6-7). De rodillas encontraremos siempre al Dios que quiso ponerse a la altura del barro, y que no le importó descender a los infiernos para rescatarnos abriendo nuestros sepulcros, haciéndonos resurgir de ellos y soplando de nuevo sobre nosotros su aliento de vida (Ez 37,12-14).

De rodillas caen nuestras dignidades y descubrimos al Digno. De rodillas desaparecen nuestras ansias de superioridad y protagonismos y aprendemos la humildad del que vivió desde abajo, miró desde abajo y amó desde abajo. De Aquel que desde abajo revolucionó la historia y cautivó nuestro corazón. Mirémonos siempre desde abajo si queremos avanzar hacia la unidad.

De rodillas hacia la unidad. Porque juntos de rodillas aprenderemos a estar al lado de la humanidad que sufre, a no pasar de largo ante aquellos que hoy vuelven a ser descartados en la historia, de rodillas seremos “prójimos” de verdad: conmoviéndonos, implicándonos, sin dejar que la prisa nos haga olvidar lo esencial, sin caer en la idolatría del deber, sin entronizar nuestro proyecto dejando a un lado el plan de Dios. El samaritano, para hacerse prójimo tuvo que acercarse, bajar de su cabalgadura, ponerse de rodillas y solo cuando se puso a la altura del hombre caído lo puedo alzar, haciendo que ocupase su cabalgadura.

La llamada de esta Semana de Oración por la Unida de los Cristianos es a colaborar al servicio de la humanidad herida, pero no por estrategias, no por ser más eficaces a la hora de compartir recursos, sino porque cada uno de nosotros aspira a alcanzar la vida eterna: “¿Qué he de hacer para heredar la vida eterna?”. Y no basta responder: “amar al Señor con todo el corazón, con todas las fuerzas y con toda la inteligencia”, sino que, además, “hemos de hacernos prójimos” de aquellos que hoy siguen cayendo en manos de ladrones.

Nuevamente de rodillas, juntas nuestras Iglesias, podremos sentir compasión, acercarnos, hacernos prójimos, y descubrir el rostro de Dios en el rostro del que sufre. No hay excusas para el amor. Y tendremos que ser creativos y juntos responder a esta llamada del Señor. No hay nada en nuestras doctrinas que nos impidan servir juntos, amar juntos, hacernos prójimos juntos… Ponernos juntos de rodillas. Y así, de rodillas, abriremos la puerta santa de la unidad».

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