«La división es el mayor pecado que hay dentro de la Iglesia»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Juan Antonio Ruiz, director del Instituto Español Bíblico Arqueológico, Casa de Santiago en Jerusalén, visita Málaga para hablar sobre “El conflicto en Tierra Santa y la llamada a la paz”. La ponencia tendrá lugar en el Centro de Pastoral Pedro Arrupe el jueves 25 de enero.

Está aquí en el marco de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (SOUC) para hablar sobre la situación que se está viviendo en Tierra Santa.

Así es, veremos las distintas confesiones cristianas que hay en la ciudad de Jerusalén desde un testimonio personal. Hablaré de cómo he ido viendo esta diversidad de confesiones cristianas, así como de la posibilidad y la necesidad de un diálogo ecuménico entre ellas. Trataremos la importancia que tiene el ecumenismo dentro de la Iglesia, y Jerusalén, en concreto, es un marco ideal donde ver tantas confesiones cristianas y los esfuerzos que realizan por llegar a un diálogo. Repasaremos también la situación actual de Tierra Santa y la necesidad de que los cristianos estemos unidos para rezar y trabajar por la paz en estos momentos.

Desde hace cuatro años es director del Instituto Español Bíblico Arqueológico (IEBA), ¿cómo recuerda aquel fatídico 7 de octubre en el que comenzó la guerra?

Si, dirijo esta institución de la Conferencia Episcopal Española en Jerusalén gestionada académicamente por la Universidad Pontificia de Salamanca y recuerdo aquel día con mucha preocupación, tristeza y mucha inquietud porque, en un principio, no sabíamos qué estaba ocurriendo. Escuchamos las alarmas antiaéreas y enseguida nos llegaron las noticias de que había un estado de guerra, que desde Gaza habían lanzado una cantidad enorme de cohetes y que Israel declaraba la guerra. A partir de ahí, todo fue muy alarmante, muy preocupante. Y hasta hoy, porque esto no tiene visos de ver un final, al menos, a corto plazo.

¿Cómo vivió aquellas primeras horas?

Me tuve que trasladar porque en la Casa de Santiago en Jerusalén no teníamos bunker y las autoridades nos pedían que nos fuéramos a edificios donde hubiera refugios para que, cuando sonaran las alarmas antiaéreas, nos pudiéramos meter dentro para protegernos. Israel tiene tecnologías muy avanzadas para interceptar los cohetes, pero algunos podían caer y era peligroso. Así que me tuve que trasladar al Hotel Notre Dame, centro del Vaticano, que está mejor preparado y es más seguro. Es un hotel gestionado por una comunidad de sacerdotes que aloja a peregrinos y estaba lleno, porque estábamos en un momento tranquilo. Tanto la ciudad como toda Tierra Santa estaba llena de peregrinos, muchos de ellos españoles, y poco a poco, tuvieron que ir evacuándolos en aviones militares que fletó España.

¿En uno de esos aviones vino usted también a España?

Así es, porque desde el consulado nos dijeron que la situación no era buena y se desconocía la magnitud a la que iba a llegar.

Aunque uno se venga, deja allí muchos conocidos y seres queridos, ¿cómo lo está viviendo?

Yo he podido volver. He vivido la Navidad en Jerusalén con los cristianos y me he encontrado en una situación de mucha tensión. Impacta mucho ver las calles de Jerusalén vacías, tiendas cerradas y tantas familias en paro. Es muy preocupante. También tuve la oportunidad de poder celebrar la Misa de medianoche del 24 de diciembre en Belén, presidida por el patriarca latino de Jerusalén. Fue una celebración muy bonita dentro de esta situación de tanta preocupación. Durante la misma, el patriarca se dirigió a los embajadores, allí presentes, pidiéndoles que hablaran con los gobiernos de los distintos países para que ayudaran a parar este conflicto.

Como ha dicho en alguna ocasión, una tierra que vio nacer y crecer a Jesús debería ser un ejemplo de paz y es todo lo contrario ¿No es así?

Sí, desgraciadamente se ha convertido en un lugar donde hay un conflicto abierto con dos culturas que se odian. Hay mucha xenofobia entre ellas, dos partes muy radicalizadas. Y los cristianos estamos en medio. No somos el objeto del conflicto, pero sí que estamos en medio.

¿Y qué podemos hacer nosotros como cristianos?

Como nos dice el papa Francisco, no situarnos ni por un bando ni por el otro, que parece que nuestros dirigentes tienden a eso. Y el Papa nos invita a identificarnos con el bando de la paz, a trabajar mucho por la paz y a rezar mucho por ella. Yo creo que es lo más importante que podemos hacer.

Estamos en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, ¿podría darnos alguna clave ecuménica?

Un signo de ecumenismo sería estar muy unidos, para trabajar por la paz, rezar por ella, porque un mismo espíritu nos une y nos da fuerzas para caminar hacia el Señor. Por eso es un momento de estar muy unidos. Yo creo que la división es el mayor pecado que hay dentro de la Iglesia. Por lo tanto, hay que pedir mucho al Espíritu Santo que nos dé luz para buscar caminos de unidad, de armonía, de concordia.

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