La Guardia de Honor del Sagrado Corazón contempla el corazón de Cristo traspasado por la lanza

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La Guardia de Honor del Sagrado Corazón contempla el corazón de Cristo traspasado por la lanza

La guardia de honor es la reunión de fieles cristianos (laicos, religiosos, sacerdotes) que practican la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, según la espiritualidad de santa Margarita María de Alacoque.

La hora de guardia u hora de presencia, consiste en ofrecer las obras de una hora del día con el deseo de consolar al Sagrado Corazón. Cada miembro o asociado de la Guardia de Honor, elige la hora del día durante la cual ofrecerá sus ocupaciones ordinarias: “Todo por amor, nada por obligación”.  La hora de guardia o de presencia puede hacerse frente al Santísimo. Pero también en cualquier otro lugar, en la casa, en la oficina, en el colegio, haciendo deporte, de paseo.

En la Archidiócesis de Sevilla, concretamente en el monasterio de la Visitación de la Virgen María, son las hermanas salesas las responsables de la Guardia de Honor, a la que se han consagrado más de 500 personas en los últimos años.

“Nosotros nos sentimos comprometidas como miembros de la orden de la Visitación a cumplir este encargo por parte del Sagrado Corazón a santa María Margarita de Alacoque y, uno de los instrumentos eficaces es la Guardia de Honor”.

Son 17 hermanas las responsables de la Guardia de Honor y sirven de custodia de la devoción revelada a santa María Margarita de Alacoque, sobre dar a conocer en el mundo el fervor hacia el Sagrado Corazón de Jesús.

Oración del corazón

El apostolado de la Guardia de Honor es espiritual y se fundamenta en el monte Calvario, “donde contemplamos el corazón de Cristo en la lanzada, conscientes de que se dejó traspasar para redimirnos y merecernos la vida eterna. Por nuestra parte, tratamos de corresponder a su amor con nuestro amor, rindiéndole gloria, amor y reparación”.

Desde la Guardia de Honor se proponen dar satisfacción a una queja que expresó el Sagrado Corazón a la santa fundadora: “Busqué quien me consolara y no lo hallé”. Fue esa petición la que movió a la hermana María del Sagrado Corazón a fundar la Guardia de Honor, el 13 de marzo de 1863. Los estatutos de dicha agrupación fueron aprobados por la Iglesia.

Amor sin límite

“Es una práctica piadosa que está abierta a todos: seglares, religiosas, sacerdotes. El Sagrado Corazón nos abraza a todos. Él no tiene límite y a través de esta devoción tratamos de dar a conocer el amor, la misericordia y el perdón de Jesús traspasado”.

Los miembros eligen una hora para ofrecer en esos sesenta minutos, tiempo y compañía al Sagrado Corazón, “a veces, sin necesidad de trasladarse a un templo, si no, desde nuestro día a día y desde nuestra cotidianidad. Lo que estemos haciendo esa hora que elegimos, se lo ofrecemos a Jesús con mucho amor para consolarlo. Nuestro deseo es que Jesús halle en cada guardia, en cada grupo y persona que se consagre eso que no halló cuando lo buscó y que son sus consoladores”.

Cuando llegue la hora de cada guardia de honor, “éste se une espiritualmente al propio sagrario que es el corazón humano, se une, siempre en estado de gracia, a cada eucaristía que se esté celebrando en el mundo entero”.

Apostolado eucarístico

“¿Dónde, sino en la Eucaristía, encontramos hoy el corazón de Jesús, vivo y palpitante? Jesús está vivo en cuerpo, sangre, alma y divinidad en cada hostia consagrada. De allí que tratamos de crear conciencia en todas las personas sobre la adoración eucarística, porque allí está Jesús esperando nuestra presencia, compañía y amor”.

Sobre la espiritualidad de santa Margarita María de Alacoque, las salesas destacan “el celo, interés y empuje con la que ella quiso llevar a cabo y cumplir la misión encomendada por el Señor. Estando en la clausura se dispuso a dar a conocer el amor y devoción hacia el Corazón de Jesús, afrontando dificultades e incomprensiones”.

En España, “Él prometió reinar de una manera muy particular y esa promesa se evidencia en la fidelidad y compromiso de los miembros de la guardia de honor. Tenemos que darle cabida a ese deseo del corazón de Cristo, incluso disponiendo a los más pequeños, a alimentarse desde su corta edad del amor de Dios”.

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