La Trinidad es el centro de la vida de Jesús

IX Ordinario. Santísima Trinidad. A. 23

Este domingo de la Santísima Trinidad es como el resumen de lo que hemos celebrado
durante el tiempo de Pascua. Escucharemos en la segunda lectura, en uno de los escritos
más antiguos del Nuevo Testamento, esta oración de san Pablo: «La gracia de nuestro
Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con
vosotros». Estas palabras resumen el núcleo y la fuerza de nuestra fe cristiana. Palabras
que en la Misa repetimos con frecuencia como saludo inicial de nuestro encuentro.
El centro de esta fiesta solemne está en Dios Padre, en la inmensa riqueza del ser de
Dios, en la comunión de vida entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que supera
nuestra capacidad de comprensión; por esa razón el Señor nos ha concedido el don de la
fe, de confiar en sus palabras. Jesús nos habla siempre de la Trinidad de forma muy
sencilla, siempre nos ha remitido a la Trinidad como el centro de su vida. Lo más
importante para Jesús, en su predicación, en su misión, en su vida, fue esto: hablarnos
de Dios como Padre nuestro y así nos lo enseñó en el más bello modelo de oración.
Os recomiendo volver a leer de nuevo y muy despacio la primera lectura, cuando se
habla de los lejanos tiempos de Moisés, cuando ya hablaba del «Dios compasivo y
misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad». Ese fue el mensaje, la gran
noticia por la que Jesús, precisamente porque era el Hijo de Dios, empeñó y entregó su
vida: comunicarnos que Dios, Padre de todos, es amor. Amor sin límites, amor personal,
íntimo. Y que él, Jesús de Nazaret, hombre como cualquiera de nosotros, es «la gracia»
-el don, el regalo, el mensaje, la Palabra- para conocer y amar y compartir esta vida de
Dios. Dios se nos hace presente y cercano en el Hijo, en el prójimo, en el pobre, en el
necesitado. Esta es la realidad de comunión en nosotros gracias a la acción interior, en
lo más íntimo de cada uno, por la presencia vital, misteriosa pero real, del Espíritu
Santo.
Esta es la gran buena noticia de Jesús, su mensaje para nuestra conducta: Dios es Padre
de amor, abierto y cercano a todos; por ello, nosotros, como hijos de Dios, podemos y
debemos compartir su amor para todo, comprensivo y abierto, eficaz y sin límites. Creer
en el Dios del que nos habla Jesús es querer imitarle, querer parecernos a Él. Todo nos
habla de Dios hoy, es lo que escucharemos en el prefacio: «Con tu único Hijo y el
Espíritu Santo eres, Padre, un solo Dios, un solo Señor; no una sola Persona, sino tres
Personas en una sola naturaleza».
La gloria de la Trinidad está presente y se manifiesta en el Hombre Jesús. Como nos
narra san Lucas cuando escribe el misterio de la Encarnación en el que están presentes y
activas las Tres Divinas Personas de la Trinidad. El ángel le dice a María: «Concebirás

y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado
Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre» (Lc 1, 3). Y
destaca la intervención del Espíritu Santo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será
llamado Hijo de Dios» (Lc 1,35).
¡Feliz domingo a todos!

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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