El Trono de Octavas de la Catedral de Sevilla (I)

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El Trono de Octavas de la Catedral de Sevilla (I)

Ante el conocido popularmente como altar de plata de la catedral de Sevilla tienen lugar los acontecimientos más importantes de nuestra Archidiócesis, como la ordenación de los nuevos obispos auxiliares, desde que a partir del Jubileo del año 2000 fuera instalado de modo permanente ante la puerta de la Concepción.

Ejemplo de las grandes escenografías efímeras del Barroco, el gran trono de Octavas de la catedral de Sevilla es consecuencia de la promoción y difusión del culto eucarístico que el Concilio de Trento promoverá, si bien el origen de la Octava del Corpus se remonta a 1316, cuando el papa Juan XXII establece su celebración con exposición del Santísimo Sacramento. Para ello, se hará necesaria la construcción de estructuras de entidad suficiente para poder exponer públicamente la eucaristía.

Como señala el profesor Antonio Joaquín Santos Márquez, que ha estudiado profusamente esta obra, el Cabildo con el patrocinio de dos canónigos, Mateo Vázquez de Leca y Juan Ortiz, encarga el diseño del primitivo altar al aparejador Pedro García Bernardo, quien en 1647 idea una peana con dos ángeles sosteniendo un cáliz de oro en el que se exponía el Santísimo Sacramento rodeado de una aureola de rayos. Será el platero de la Catedral Mateo Gutiérrez quien ejecute este diseño, el cual en 1672 se amplíará con una peana y un frontal de plata.

Pero será el arzobispo Juan de Palafox y Cardona quien renueve este primer altar de octavas con una doble aureola de rayos y una corona imperial, según un diseño obra probablemente de Lucas Valdés. Posteriormente, Juan Laureano de Pina reinterpreta este diseño entre los años 1689 y 1695, labrando la gran aureola de rayos y la corona imperial que lo remata, que se sustituirá por otra del mismo autor en 1717, coincidiendo esta reforma con la ampliación de su uso, ya que a partir de 1692 se establece el triduo eucarístico de Carnaval.

Esta magna obra culminará en tiempos del arzobispo Luis Salcedo y Azcona, estando Juan Laureano ayudado por su discípulo, su sobrino Manuel Guerrero de Alcántara. Entre 1736 y 1741 este último termina los frontales de altar, además de atribuírsele los dos bustos relicarios de San Pío y San Laureano, así como el revestimiento de plata de las esculturas de San Isidoro y San Leandro, y sus peanas, quedando concluido en 1743, ya que en este año se data el lienzo de Domingo Martínez que representa este monumental conjunto. Finalmente, entre 1770 y 1774 se le añaden algunas piezas y se reparan otras por parte de los plateros José Alexandre, Fernando de Cázeres y Juan Bautista Zuloaga.

Lo que hoy se conserva de este altar es solamente su parte central, ya que parte de las estructuras fueron utilizadas para la financiación de la guerra de la Independencia, siendo trasladado a Cádiz en 1810, de donde regresó mermado cuatro años más tarde para ser restaurado por el platero neoclásico Juan Ruiz.

El Trono de Octavas de la Catedral de Sevilla (II).

Ante el conocido popularmente como altar de plata de la Catedral de Sevilla tienen lugar los acontecimientos más importantes de nuestra Archidiócesis, como la ordenación de los nuevos obispos auxiliares, desde que a partir del Jubileo del año 2000 fuera instalado de modo permanente ante la puerta de la Concepción.

El trono de Octavas tal como actualmente se conserva, se levanta sobre una mesa cubierta por un frontal textil, sobre la que se dispone un banco de plata apaisado, coronado por una cornisa ondulante, que presenta el Sagrario en el centro y en cuyos extremos laterales aparecen las esculturas de San Isidoro y San Leandro, ambas fechadas en 1740 y atribuidas a Pedro Duque Cornejo y Manuel Guerrero y reformadas en 1772 por Cayetano de Acosta y Fernando de Cázeres. En el centro, encima del Sagrario, se dispone la hermosa imagen de la Virgen de la Granada, proveniente de la Capilla catedralicia del mismo nombre, obra anónima fechable en torno a 1721. Tras la Virgen, emerge la gran peana, denominada ciprés, escalonada y con placas y cornisas superpuestas de perfiles sinuosos, cuya parte superior parece dividirse en tres, presentando a los lados unos ángeles sosteniendo unas velas, los cuales al separarse del eje central dan la impresión de que parecen volar, mientras que en el centro, el último cuerpo lo conforma la peana con dos ángeles orantes sobre la que se colocaba el Santísimo, y que da paso a la gran custodia de doble ráfaga de rayos ondulantes y lisos, que salen de sendas aureolas de nubes y querubines a modo de rompimiento de gloria, con detalles sobredorados. El profesor Antonio Joaquín Santos relaciona esta monumental ráfaga con otras obras de Laureano de Pina, como la custodia de la Parroquia de San Miguel de Jerez de la Frontera, de 1689.

Todo el gran conjunto se remata por la corona imperial de crestería calada, que presenta una decoración vegetal y floral, así como ángeles y que culmina en el orbe con la cruz.

Finalmente, hay que señalar que también se conserva el frontal del lado izquierdo del trono de octavas, actualmente cubriendo la mesa de altar de la Capilla Mayor de la Catedral. Presenta en su centro una cartela con el tema de los frutos de la tierra de promisión, del Libro de los Números (10, 24), mientras que en los laterales aparecen dos cartelas con las representaciones de San Hermenegildo y San Fernando. Se terminó en 1739, siendo obra del maestro platero de la Catedral Manuel Guerrero de Alcántara.

Este colosal trono de octavas es exponente de la importancia que la Eucaristía adquirirá tras el Concilio de Trento, mostrando a los fieles el Santísimo Sacramento en una especie de aparición gloriosa entre nubes, ángeles, santos y rayos, reforzada esta idea por el fulgor de la plata y el oro.

Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural 

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