Se acerca el Miércoles de Ceniza y con él la Cuaresma. Antonio Gil recuerda que el Miércoles de Ceniza es una «llamada» de Dios
La próxima semana, el Miércoles de Ceniza. Se alza el telón de la Cuaresma y siempre vienen a mi memoria, los primeros versos de Pablo García Baena, en su poema “Ceniza”:
“Otra vez, tu ceniza, Señor, sobre mi frente…
Polvo soy que algún día volverá hasta tus plantas.
Polvo en la muerte y polvo ahora que aún vivo
perdido entre la arcilla blanda de tu universo”.
El Miércoles de Ceniza es una “llamada” de Dios, una “invitación” de Jesucristo, para que nos “adentremos” en ese viaje a “nuestro interior”, que, en palabras del Prior del Monasterio de Silos, Fray Moisés Salgado, es el “más difícil de todos”.
Para revitalizar en nosotros la “realidad bautismal” de la Cuaresma, necesitamos “el agua de la oración” (domingo tercero, ciclo A); “la luz de la austeridad” (domingo cuarto, ciclo A), y “la vida de la solidaridad” (domingo quinto, ciclo A). Dicho de otro modo: “La oración, el ayuno y la limosna”. Recibamos “la ceniza” sobre nuestras frentes y en nuestro corazón. Sin perder la sonrisa en nuestros semblantes. Ni las manos abiertas de par en par para el abrazo.
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