El sacerdote Guillermo Tejero, profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, ayuda a profundizar en el evangelio del Domingo XII del Tiempo Ordinario (Mc 4, 35-41).
Así comienza el evangelio de este domingo, el Señor nos invita a embarcarnos. Un embarcarnos juntos, no cada uno en su barca, sino como Iglesia, unidos a Cristo. Y embarcarnos a dejar la orilla de las seguridades y de la tranquilidad, a anunciar su Reino, a seguir sus huellas.
Porque embarcarse es arriesgarse, es aventurarse en los proyectos de Dios. Y esto nos puede causar un cierto temor ante lo nuevo. Pero no debemos dejar que nos bloquee para ponernos en camino. Porque la dificultad en esta travesía que tenemos no es tanto la tormenta. Esta siempre es un reto, pero no nos impide avanzar en la travesía, nos la hace un poco más difícil.
Sin embargo, podemos seguir remando hacia la otra orilla que está esperando nuestra huella de Dios. Lo que nos paraliza es nuestra débil confianza en Dios, porque cuando nos falta la fe, aparece el miedo, miedo al fracaso, miedo al dolor y al sufrimiento. Y ese miedo solamente lo rompe, lo elimina, la fe, que nos invita a confiar en que el Señor sale a nuestro encuentro, que nos podemos agarrar a Él, porque siempre nos sostendrá.
Es saber que Él está a nuestro lado con la mano tendida y el corazón abierto. Cristo no está lejos de nosotros; duerme junto al timón, para que cuando nuestra fe desfallezca, cuando estemos tristes y desamparados, Él tome el timón de nuestra vida.
Vayamos a la otra orilla juntos, confiando en el Señor.