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Mons. Francisco Jesús Orozco recordó la tradición inmaculista de Guadix en el Pontifical de la Inmaculada Concepción

Como desde hace cinco siglos, la catedral de Guadix, guardando todos los protocolos sanitarios, celebró con toda solemnidad la festividad de la Inmaculada Concepción de la Virgen Santísima.
A las doce de la mañana daba comienzo el Pontifical presidió por nuestro obispo, monseñor Francisco Jesús Orozco Mengíbar, y que concluyó con la procesión claustral de la Sagrada Imagen de la Inmaculada.
A esta Eucaristía asistieron todas las Hermandades y Cofradías de Guadix, tanto de penitencia como de gloria, dando también comienzo al Curso Cofrade.

El señor obispo, tuvo una profunda homilía en la que exhortó a todos a vivir en la obediencia de la fe, como lo hizo la Virgen, para construir un mundo nuevo donde reine el amor y la gracia de Dios. Denunció las consecuencias de alejarse de la ley natural y la negación de Dios, que llevan a la dictadura de las ideologías y el relativismo moral, con leyes inicuas y sectarias como la reciente ley de educación, la manipulación de la vida, convirtiéndose los estados en dioses que deciden quién debe vivir y quien tiene que morir, con leyes como las del aborto o la eutanasia. Y animó a los cofrades a tener una fe bien formada, capaz de defender la verdad y dar razón de la fe que se profesa. A ser fieles, a pesar de las dificultades con que nos encontramos en la sociedad, a las enseñanzas de la Iglesia, y a vivir en obediencia y disponibilidad a la voluntad de Dios, como lo hizo la Virgen María.
Con motivo de que se celebraba en esta jornada el día del Seminario, también exhortó a los jóvenes a interrogarse por su vocación al sacerdocio, «porque sin Eucaristía no hay Iglesia, y sin sacerdotes no hay Eucaristía,» dijo. A la vez que rogó, encarecidamente, a las cofradías a que fueran, con la oración y el ejemplo, semillero de nuevas vocaciones sacerdotales.
Hablando de nuestra historia inmaculista, el prelado accitano, dijo: «Guadix fue ganado desde el primer momento de la Reconquista para la causa inmaculista por el obispo fray García de Quixada, que había conseguido en Roma, y trajo hasta Toledo, la bula de aprobación de la Orden de la Inmaculada Concepción, fundada por santa Beatriz de Silva, de quien el Obispo de Guadix había sido confesor. Hoy, junto a los restos mortales de este sabio y fervoroso obispo, preside la hornacina central del retablo de la capilla de la Inmaculada una de la obras cumbres del barroco granadino, la imagen de la Inmaculada de José de Mora, y corona dicho retablo la imagen de santa Beatriz de Silva.
Esta capilla de la catedral se convierte, así, en el mejor tributo que la iglesia de Guadix pudiera rendir a la Madre de Dios, porque alberga en un mismo espacio, al infatigable cruzado del dogma inmaculista, el prelado García de Quixada, a la fundadora de la primera orden que se funda en la Iglesia para honrar la Concepción Inmaculada de María Santísima, y la imagen de María, que ingrávida sobre la luna y coronada de doce estrellas, se eleva con cara humilde y majestuoso porte, en actitud orante, hacia Dios.
Pero la Catedral de Guadix ha contado, también, con una pequeña y bellísima hornacina pétrea en el muro lateral norte, dando inicio a la calle de la Concepción, en la que una pequeña imagen de ondulados cabellos áureos, manos orantes y mirada frontal, regalo del obispo José Laínez, aquel que más le debía a la Señora y a la paciencia de Dios, era visitada al atardecer, por muchos accitanos que acudían a diario a tributarle un rendido homenaje de amor y veneración. Esta imagen, hoy en el museo catedralicio, era conocida como la Sola; la sola limpia del género humano, porque ella sola entre tantos mortales, del pecado de Adán se libró.
Pero fue fray Juan de Arauz quien hizo el voto de sangre por sí y sus sucesores para defender, in eternum, la Inmaculada Concepción de María en la Iglesia de Guadix. Él, que consiguió para nuestra Catedral el título de apostólica, en recuerdo de haber sido fundada por un protoapóstol, nuestro glorioso patrón san Torcuato. Fray Juan, amigo de Teresa de Ávila y predicador de Felipe III, en quien influyó para que enviara embajadas a Roma para pedir la definición del dogma de la Inmaculada.»
Fue una celebración hermosa, devota y vivida con fervor, porque este es uno de los dogmas más queridos y sentidos del pueblo cristiano.

 

Antonio Fajardo

Deán de la catedral

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