Hemos celebrado el “Domingo de la Palabra de Dios”. Es ya el segundo año que el Papa Francisco nos recordó que un Domingo al año fuese dedicado a la Palabra de Dios, no ciertamente es para un día, sino para tomar conciencia de conocerla, amarla y vivirla todos los días.
Muchas cosas muy buenas y formativas, a propósito de esta celebración, se ha escrito y dicho, yo solo quiero compartir mi experiencia con un grupo de la parroquia, donde iniciamos la Lectio Divina.
¡Cuántos testimonios vividos! Eso de que la Palabra de Dios es viva y eficaz lo he palpado. Personas que decían que la oía en la Misa y luego ya nada, se olvidaban, “ahora me llena toda la semana lo que aquí, en el grupo, compartimos y oramos. Mi vida cambió porque la Palabra me habla personalmente y me conduce”.
Les llama mucho la atención y lo expresan: “Esto que está aquí escrito, se escribió hace tantísimos años y es como si me lo dijeran a mí ahora”.
Ya no es esa Biblia que se tiene en casa, casi como adorno, es el libro que llena de vida, que se venera, que está presente, que se maneja a diario.
La Lectio Divina tiene una metodología sencilla y pedagógica, que nos hace conocer la Palabra y sobre todo cómo hacerla nuestra para vivirla. Tres pasos la conducen: ¿Qué dice Dios en esta Palabra?, ¿Qué me dice a mí concretamente? y ¿Qué le digo yo a Dios? Sencillo pero profundo si de verdad dejamos que el Espíritu y el grupo nos acompañe y nos abra el corazón a ese regalo de recibir su Palabra.
“El Verbo, se hizo Carne en María”. Que Ella, la Madre de la Palabra, nos enseñe a acogerla y podamos decir, “hágase en mi según tu palabra”. Fiarnos y confiar plenamente en fuerza y la verdad de la Palabra de Dios para vivir lo que Dios quiere de mí.