Las teresianas cumplen un siglo. Y lo han celebrado en la Catedral de Sevilla con una Eucaristía que ha presidido el arzobispo, monseñor José Ángel Saiz, en la que se han dado cita miembros de la Institución Teresiana y personas vinculadas con esta iniciativa eclesial que lleva a cabo una importante labor educativa en la Archidiócesis hispalense.
En la homilía, el arzobispo recordó las palabras de Josefa Segovia cuando, al conocer la aprobación pontificia, escribió al fundador, San Pedro Poveda: “Inmediatamente me fui a la capilla…, a decirle a Jesús que tengo que ser santa”. Monseñor Saiz destacó cómo, a lo largo de los años, “muchas personas y grupos variados han respondido y hecho suyo el ideal propuesto por san Pedro Poveda, de una vida eminentemente humana, perfeccionada por lo divino, modelando sus vidas a la de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre”.
En su alocución, el arzobispo aludió a la homilía de San Juan Pablo II en la Misa de canonización, cuando destacó que “captando la importancia de la función social de la educación, -Poveda- realizó una importante tarea humanitaria y educativa entre los marginados y carentes de recursos. Fue maestro de oración, pedagogo de la vida cristiana y de las relaciones entre la fe y la ciencia, convencido de que los cristianos debían aportar valores y compromisos sustanciales para la construcción de un mundo más justo y solidario. Culminó su existencia con la corona del martirio”.
“Estar en el mundo sin ser del mundo”
El legado del padre Poveda sigue dando frutos a través de su presencia evangelizadora allí donde se encuentran los miembros de la Institución Teresiana. Dirigiéndose a los miembros de la Institución participantes en la Misa, monseñor Saiz Meneses les reiteró la petición de “estar en el mundo sin ser del mundo y vivir como sal, levadura y luz”. “Vuestra misión es cooperar en la construcción del Reino de Dios en la historia, compartiendo el carisma, abriendo comunidades y grupos a todas las personas que buscan sentido a sus vidas, que están buscando a Dios, que anhelan vivir en fraternidad, que desean trabajar por un mundo más justo y humano, que luchan por construir la paz, que desean renovar la Iglesia y la sociedad”, concluyó.
Uno de los miembros de la Institución Teresiana es Carmen Azaustre, que, en declaraciones a los medios de comunicación diocesanos, destacó “el carácter universal y arraigo de esta vocación” en diversas lenguas y culturas desde treinta países en cuatro continentes. Azaustre, que además colabora en diversas iniciativas diocesanas (fundamentalmente desde la Delegación de Apostolado Seglar) volvió la mirada al encuentro internacional de asociaciones de la Institución Teresiana que se celebró el pasado verano, para hacer hincapié en el compromiso que las teresianas tienen en este contexto social, y que se resume en un compromiso renovado a vivir tres líneas.
“Tejer redes de fraternidad”
La primera consiste en “tejer redes de fraternidad en el mundo, diversidad, inclusión, diálogo e igualdad”. La segunda línea se traduce en “un compromiso con las familias, agentes de transformación social”. Y finalmente, el tercer eje de acción incide en “caminar con los jóvenes en una sociedad en cambio”. Aquí se visibiliza su “impulso y compromiso, atravesado por la matriz esencial de nuestra vocación, que es la educación, mirando, incidiendo y transformando la realidad”. “Ese es nuestro modo de estar en medio del mundo y con la gente”, señaló.