Pascua del Enfermo

Carta Pastoral del Arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo Pelegrina.

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos en este domingo la Pascua del Enfermo con una Eucaristía solemne en la catedral, en la que administraré también el sacramento de la Unción. La jornada tiene como finalidad acercar a los cristianos al mundo de la enfermedad. Los Evangelios nos muestra el lugar tan importante que ocupan los enfermos en la vida de Jesús. Su ministerio público se inicia anunciando el Reino de Dios y sanando las enfermedades del pueblo. En el Evangelio de San Mateo leemos que su fama se extendía por todos los lugares «y (que) le traían todos los enfermos aquejados de males y sufrimientos diversos… y los sanaba» (Mt 4, 23.24). Durante toda su vida pública, Jesús mantuvo una especial atención hacia los enfermos. Cura a los enfermos y expulsa a los demonios como signo de la verdad de su mensaje, como revelación del amor y de la misericordia de Dios. Enfermos y endemoniados son los pobres preferidos por Jesús.

El mandato de Jesús a sus Apóstoles está dirigido también a nosotros. Es evidente que la situación actual es muy distinta de la que se daba en el tiempo de Jesús. Hoy todos tenemos acceso a las instituciones sanitarias. A pesar de todo, el encargo del Señor sigue vigente. Lo vivimos cuando nos acercamos al enfermo con amor, con compasión y generosidad, con los sentimientos de Jesús, que son sentimientos de respeto, de misericordia, de ayuda eficaz y de servicio. Ante un enfermo, los cristianos tenemos que ver siempre la imagen dolorida de Jesús, identificado por amor con todos los dolores y sufrimientos de los hombres.

En las vísperas de la Pascua del Enfermo, recuerdo a todos cristianos de la Diócesis que la atención preferente, el cuidado esmerado y el servicio solícito a los enfermos debe estar en el centro de interés de las comunidades parroquiales. Ellos, crucificados por la enfermedad son la viva imagen del Señor. Ellos, ofreciendo sus dolores a Dios como sacrificio de holocausto, son un auténtico tesoro para nuestras parroquias y una auténtica fuente de energía sobrenatural para la Iglesia.

En el servicio a los enfermos tenemos todos un campo inmenso para el ejercicio de las obras de misericordia: los familiares que les cuidan en casa con infinito amor, viendo en su servicio un camino privilegiado de santificación, los sacerdotes que les visitan semanalmente, entendiendo que éste es uno de los quehaceres fundamentales de su ministerio, los religiosos que tienen como carisma el servicio a los enfermos, los voluntarios que colaboran con la Delegación de Pastoral de la Salud en sus visitas a los enfermos en clínicas y hospitales, los miembros de los grupos parroquiales comprometidos en esta pastoral específica, y cada uno de nosotros, llamados a compartir nuestro tiempo, nuestra alegría y nuestro afecto con nuestros familiares, amigos y vecinos enfermos. En ellos nos espera el Señor, pues Él se identifica especialmente con nuestros hermanos más pobres y nadie es más pobre que aquel a quien le falta un bien tan preciado como es la salud. Cuando visitamos, servimos y ayudamos a los enfermos, estamos sirviendo, visitando y ayudando en ellos al Señor (Mt 25,36 y 43).

Si algún enfermo merece especialmente la solicitud maternal de la Iglesia son aquellos que a los dolores físicos unen el sufrimiento moral de la soledad y el abandono de sus familiares, tanto en sus casas como en los hospitales. Ellos son los predilectos del Señor y ellos deben ser los preferidos de los capellanes, de los servicios de la Delegación Diocesana y de los voluntarios, a los que en las vísperas del Día del Enfermo agradezco su compromiso caritativo y solidario. Sois testigos de la bondad de Dios y de la misericordia de Jesús. Participáis de la misión samaritana de la Iglesia a través de vuestro servicio humilde y fraterno a los enfermos.

No olvido la dimensión evangelizadora de vuestro compromiso en este sector pastoral. Sirviendo a los enfermos estáis ya evangelizando, pues como tantas veces han repetido los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, la Nueva Evangelización, para ser creíble, necesita del refrendo de nuestro amor fraterno y de nuestro servicio solidario.

Que el Señor conceda a nuestros hermanos enfermos y a todos vosotros, que les cuidáis, servís y vistáis, la paz y la alegría que es consecuencia de la buena conciencia, la paz y la alegría redobladas que son el premio de aquellos que hacen de su vida una ofrenda de servicio generoso a sus hermanos. Que la Santísima Virgen, salud de los enfermos, guíe y oriente nuestro compromiso en favor de estos hermanos nuestros. Ella es el más acabado modelo de acogida y de servicio. Ella acogió en su seno la humanidad de Jesús, fruto bendito de su vientre; ella salió presurosa de su casa para servir a su prima Isabel. Que ella guíe nuestros pasos al encuentro con Jesús, presente de un modo especial en nuestros hermanos enfermos.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

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