Jesucristo se hizo pobre por nosotros | Carta pastoral del Arzobispo de Sevilla (13-11-2022)

Celebramos este domingo la VI Jornada Mundial de los Pobres, convocada por el Santo Padre, el papa Francisco. La escasez o carencia de lo necesario para vivir afecta cada día a más personas en nuestro entorno y en el mundo entero. Aún no podemos dar finalizada la pandemia del COVID-19 y muchos conciudadanos nuestros sufren y sufrirán las consecuencias económicas que ha traído; por otra parte, han pasado nueve meses desde la invasión de Ucrania, un conflicto que ha desplazado a cientos de miles de personas que se han visto despojadas de cuanto poseían, y que afecta a las condiciones de vida de millones de personas. A causa de esta guerra todos somos más pobres y muchos han pasado de llevar una vida relativamente confortable a la precariedad más severa. En estos tiempos ya no es preciso perder el trabajo para ser pobres; muchos hermanos nuestros, a pesar de tener un puesto de trabajo, sufren necesidad y apenas pueden mantener dignamente a sus familias.

San Juan en el capítulo 12 de su Evangelio relata cómo estando el Señor en Betania, en casa de Lázaro, Marta y María, esta última «tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos» (Jn 12, 3). Esta acción provoca la protesta de Judas: el perfume podía haberse vendido para darle el dinero a los pobres. Sin embargo, Jesús responde: «Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis» (Jn 12, 7-8). Escribe san Agustín: “Toda alma que quiera ser fiel, únase a María para ungir con perfume precioso los pies del Señor… Unja los pies de Jesús: siga las huellas del Señor llevando una vida digna. Seque los pies con los cabellos: si tienes cosas superfluas, dalas a los pobres, y habrás enjugado los pies del Señor”. Los pobres están y siguen estando ahí. El auxilio a nuestros hermanos más desfavorecidos es para nosotros una obligación. El propio Señor -nos recuerda el papa Francisco en su mensaje para esta Jornada- siendo rico se hizo pobre para enriquecernos (Cf. 2Cor 8, 9). Se trata de compartir nuestros bienes, de ser generosos y solidarios en la medida de nuestras posibilidades.

La reacción de Judas en la unción en Betania pone de manifiesto dos actitudes contra las que nos previene el papa Francisco en su mensaje para esta Jornada. De un lado la falsa caridad, es decir, usar la pobreza y a los pobres en beneficio propio: «no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella», (Jn 12, 6) -afirma el Evangelista-. De otro lado, el asistencialismo desprovisto de amor al prójimo. El servicio a nuestros hermanos ha de nacer del amor. El asistencialismo a menudo queda lastrado por una excesiva burocracia y desemboca en que se considere como usuarias de un servicio a personas a las que apenas se conoce. La verdadera caridad se interesa por la persona, como en el caso del Buen Samaritano, que auxilió a aquel hombre herido al borde del camino sin pararse a hacer cálculos o considerar a qué raza o a qué pueblo pertenecía. La caridad cristiana no puede hacerse desde lejos, es cercana, pasa por hacerse pobre con el pobre como hizo el mismo Cristo.

Como destaca el Santo Padre en su Mensaje para esta Jornada, el camino es «seguir la pobreza de Jesucristo, compartiendo la vida por amor, partiendo el pan de la propia existencia con los hermanos y hermanas, empezando por los más pequeños, los que carecen de lo necesario, para que se cree la igualdad, se libere a los pobres de la miseria y a los ricos de la vanidad, ambos sin esperanza».

+ José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

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