Catedral de Sevilla, 14 de septiembre de 2024
Antigua y Fervorosa Hermandad de la Santa Cruz y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Misericordia y Nuestra Señora de la Piedad, Patriarca Bendito Señor San José, y María Santísima de la Caridad en su Soledad. Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
Saludos: Queridos hermanos y hermanas presentes en esta celebración: Director Espiritual, Párroco, Delegados Episcopales, sacerdotes concelebrantes, diáconos; Antigua y Fervorosa Hermandad de la Santa Cruz y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Misericordia y Nuestra Señora de la Piedad, Patriarca Bendito Señor San José, y María Santísima de la Caridad en su Soledad; representaciones de Hermandades; autoridades civiles y militares; hermanos y hermanas presentes en este día de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Piedad, un día tan grande de fiesta para todos nosotros. Demos gracias a Dios y a María Santísima, por nuestra fe, por nuestra historia, por todos los baratilleros y sevillanos que nos han precedido en el camino, y nos han transmitido la fe en la Hermandad y en la Ciudad.
Coronamos hoy a Nuestra Señora de la Piedad. Esta mañana vamos a expresar de una manera especial nuestro amor de hijos y vamos a renovar nuestro compromiso de fidelidad en todas las circunstancias de la vida, porque sabemos que ella siempre nos acompaña con su protección. La coronamos porque es verdaderamente Reina, por ser Madre de Dios, y porque fue asociada a su Hijo de un modo único, tanto en la vida terrena como en la gloria del cielo. Nuestra Señora de la Piedad nos alienta en la fe que hemos recibido de nuestros padres, y nos impulsa para vivirla en el momento presente y para transmitirla a los demás, especialmente a los más pequeños de la familia, y a los jóvenes, algo tan importante para el presente y el futuro de la Iglesia y de la sociedad.
Celebramos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Por eso tiene lugar hoy la Coronación, porque la Santa Cruz es Titular de la Hermandad. Todos nos hemos preguntado alguna vez por qué tanto sufrimiento y tanta humillación en la pasión y muerte de Cristo. El evangelio de san Juan nos ofrece la respuesta: “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Por su muerte en cruz y su resurrección hemos recibido la salvación. La cruz, que era un instrumento de suplicio y de muerte, gracias al amor de Cristo, se ha convertido en instrumento de gracia y salvación, de perdón y misericordia. Contemplamos a Cristo en la Cruz, que nos manifiesta su amor a través del dolor, y le pedimos la gracia de penetrar en ese gran misterio, y de acudir a él con plena confianza.
Nuestra Señora de la Piedad nos invita en este día a volver la mirada hacia su Hijo. La Cruz manifiesta cuán grande es el amor de Dios, y nos declara que a pesar de que el sufrimiento se hace presente a lo largo de la vida, y podemos quedar paralizados o a oscuras a causa del dolor, del egoísmo, del odio; a pesar de que el mal nos amenaza de diversas formas; a pesar de todo, existe un amor más fuerte que el pecado y que la muerte, más fuerte que nuestras flaquezas y miserias, un amor que hace nuevas todas las cosas. María santísima nos introduce en el misterio de este amor y nos invita a levantar de nuevo la mirada hacia la Cruz para descubrir en ella la fuente de la salvación y de la vida.
La experiencia del amor de Dios manifestado en la Cruz de Cristo da fuerza a los discípulos para cargar con la propia cruz y seguir sus pasos, para caminar por la senda de la fe y la conversión. Nuestra Señora de la Piedad nos enseña los caminos para renovar la vida de nuestra Hermandad, de cada uno de nosotros, de toda la familia diocesana. Al acoger a su Hijo se renueva la fe y se fortalece para ser sus testigos en medio del mundo. La Iglesia ha recibido el mandato de proclamar a todo el mundo este mensaje de amor y salvación, de invitar a todos los hombres a abrir su corazón a Cristo, de convertirse y comenzar una nueva vida. Esta encomienda, que es propia de todos los bautizados, recibe un nuevo impulso con ocasión de la Coronación.
Coronamos hoy a Nuestra Señora de la Piedad, del Baratillo, que es una imagen singular de María, Madre de la Misericordia. Esta imagen muestra el momento en que la Virgen María recibe el cuerpo exánime de Jesús después de que José de Arimatea y Nicodemo lo bajan de la cruz; representa a la Virgen en duelo por la muerte de su único Hijo, Jesús, su compasión por su Hijo, el padecer con su Hijo. Piedad sintió María ante el cuerpo de Cristo, exánime y desgarrado por los tormentos. La expresión de su rostro en actitud serena nos hace pensar que contempla y medita la escena en su corazón. Aunque representa el dolor de una madre que ha perdido a su hijo, todo en ella transmite sosiego, quietud y aceptación del destino redentor del Hijo entregado por la salvación de la humanidad entera. María acepta el sacrificio de Jesús, carga con su propia cruz y lo acompaña hasta el final. En aquel momento está renovando su respuesta al ángel en el momento de la Anunciación: “Hágase en mí según tu palabra”.
Ella está siempre presente a nuestro lado, nos lleva de la mano en la peregrinación de la vida. Nuestra Señora de la Piedad colaboró con su Hijo en la obra de la redención desde el principio hasta el final, cumpliendo la misión encomendada por Dios. Nosotros también hemos recibido una llamada, una vocación, una misión en la vida, en el mundo, en la Iglesia, y la madre nos ayuda a cumplirla con fidelidad. Hoy, con la Coronación Canónica, nos comprometemos a que reine en nuestros corazones, en nuestros hogares, en nuestra Hermandad, en Sevilla. Le pedimos que nos enseñe a responder con generosidad a la llamada de Dios, a caminar en la fe y la esperanza, a mostrar su piedad y misericordia especialmente a los pobres, a los que sufren, a los indefensos, a los más necesitados.
Queridos hermanos: hoy tiene lugar aquí la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Piedad, Reina y Madre, vida, dulzura y esperanza nuestra. Una corona para la Madre que tanto amamos, bajo cuyo amparo nos acogemos. La coronamos con una joya material, una preciosa diadema, elaborada con las aportaciones de muchos hermanos, devotos, y hermandades, que seguramente estáis aquí presentes. Sabéis que tuve el honor inmerecido de colaborar, aunque fuera brevísimamente, en el cincelado de la diadema, en el taller de los Hermanos Delgado.
Junto a esta preciosa corona material, le ofrecemos también una corona espiritual que se va cincelando a lo largo de toda la existencia: la corona de nuestra conversión personal, de la oración, de la humildad, de la actitud de servicio; la corona de la evangelización, de una sólida formación, de la defensa de la fe, del testimonio de palabra y de una vida ejemplar; la corona de la solidaridad, de contemplar a Cristo en el hermano necesitado y poner remedio a sus males. Así lo habéis cumplido con una ayuda económica al Convento de la Encarnación, con el sostenimiento del comedor social de las parroquias de Los Pajaritos, y con la creación y sostenimiento, junto con Pastoral Gitana, de una escuela multideportiva y de inclusión para niños y jóvenes en la Parroquia de S. Pío X, en el Polígono Sur. Que esta corona espiritual sea siempre un rasgo distintivo de nuestra Hermandad.
Aprendamos a vivir como Nuestra Señora de la Piedad, Reina del cielo cercana a Dios, pero también madre cercana a cada uno de nosotros, especialmente a los más pequeños de sus hijos, madre que nos ama y escucha, que nos guía y consuela. En este día de fiesta damos gracias al Señor por el don de nuestra Madre y nos encomendamos a su piedad y misericordia. Así sea.