El domingo 27 de septiembre se celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado: «Como Jesucristo, obligados a huir», titula el Papa Francisco su mensaje, enviado al mundo. El gran objetivo de este día es «acoger, proteger, promover e integrar a los desplazados internos». Esta es una Jornada que adquiere este año una intensidad especial, que no puede pasar desapercibida, sino que nos invita a reconocer en los emigrantes el rostro de Cristo. «Cada cristiano, subraya el Papa, está llamado a reconocer en sus rostros el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado. Si lo reconocemos así, seremos nosotros quienes les agradeceremos el haberlo conocido, amado y servido». El papa traza con claridad las cinco «actitudes» que hemos de grabar en nuestro corazón: Primera, «es necesario conocer para comprender», paso necesario para la comprensión del otro; segunda, «hay que hacerse prójimo para servir», ya que los miedos y prejuicios nos hacen mantener las distancias con otras personas; tercera, «para reconciliarse se requiere escuchar», nos lo enseña el mismo Dios, que quiso escuchar el gemido de la humanidad; cuarta, «para crecer hay que compartir», ya que el Señor no quiso que los recursos de nuestro planeta beneficiaran sólo a unos pocos; quinta, «se necesita involucrar para promover», haciendo a esas personas protagonistas de su propio rescate. Y por último, «es indispensable colaborar para construir», como el apóstol san Pablo recomendaba a la comunidad de Corinto.
El delegado diocesano de Migraciones, Manuel Vida Ruiz, nos ha ofrecido tambien una nueva visión de Jesucristo, como «emigrante y refugiado»: «Puso su tienda para que la Humanidad pudiera emigrar hacia Dios». Y subraya: «Los refugiados de todos los tiempos pueden tener a Jesús niño como referente de sus obligados desplazamientos».