LA PRENSA QUE QUEREMOS
V Encuentro Diocesano de Comunicadores Sociales
Madrid, 8 de mayo de 2005
“Iglesia y Prensa: avatares históricos”
1. En el pórtico de este encuentro os ofrezco un breve discurrir por la historia de la relación entre la Iglesia y la Prensa. Sabiendo que nunca las cosas son pura sucesión; nunca la vida es efímera, sino que por ella transita una realidad, que tiene otro fondo; y a ella llega un relumbre de la eternidad, que hay que saber percibir. Los acontecimientos acontecen a los hombres, que, en medio de la historia, se juegan su destino, que es sagrado. Por eso diría R. Tagore que “no hay más que una historia: la historia del hombre. Todas las historias (también la de la prensa) no son más que capítulos de esta historia mayor”. La persona humana se realiza por su inmersión en la historia y por su apertura a la eternidad. La Iglesia, por la misión encomendada, tiene el deber de discernir, interpretar y trasmitir un mensaje salvador al hombre y esta tarea no puede ser suplantada por las ideologías, la economía o el servicio a cualquier poder de este mundo, de ahí que sus relaciones con los MCS no han sido fáciles. Por otra parte, el periodismo no debe ser foro de la trivialización, domesticación y destrucción del hombre, porque, como diría O. González de Cardenal: “La historia de éste es la epifanía del Eterno, y quien no sepa leer la historia del hombre se quedará sin descifrar la revelación de Dios. Tras las columnas de un periódico tienen que resonar los caballos de la historia y los ángeles de la eternidad”1.
2. “El modelo y pauta de toda comunicación se encuentra en el Verbo mismo de Dios”2. Recordemos que “En el principio era la Palabra…” (Jn 1,1), no el silencio, el sentido y no el absurdo, el Dios soberano de la vida y no la muerte originaria. Pero la vida humana está hecha de cambios y crisis a nivel personal y colectivo. Sucede que, desde antiguo, el hombre ha querido comunicarse con los otros y contar cosas y decir los porqués de muchas situaciones de las personas, de las instituciones y de la sociedad. Esto lo hará con incipientes pinturas, en tablillas de barro, en pergamino, en manuscrito o en papel. Las antiguas civilizaciones tenían distintos medios de información pública, basta recordar las Actas públicas o Actas del pueblo en los muros de los
1O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Carta a un periodista amigo, Madrid 1989.
2JUAN PABLO II, Los medios de comunicación al servicio del entendimiento entre los pueblos”. Mensaje con motivo de la XXXIX Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.
palacios imperiales de la vieja Roma, o los subrostoni que se ganaban la vida vendiendo noticias o fabricando informaciones sensacionalistas y sin sentido. En la misma Edad Media surgieron los mercaderes de noticias que redactaban los Avisos, que se vendían en los puertos y ofrecían información del mediterráneo oriental y recogían noticias facilitadas por marineros y peregrinos. En el siglo XV, con la invención de la imprenta aparecieron los Ocasionales, que tenían forma de libro y portada ilustrada. En el siglo XVI aparecerán los Carnard, parecidos a los anteriores pero de contenido más popular; trataban de leyendas sobre monstruos, milagros, apariciones y las explicaciones de los mismos solía ser siempre religiosa.
3. Sin embargo la prensa, tal como hoy la conocemos, nació en Inglaterra en el siglo XVIII marcada por las ideas filosóficas de la Ilustración y después de los “maestros de la sospecha”. Con el desarrollo de la prensa tuvo lugar el nacimiento de la opinión pública. Fue en Inglaterra donde se aprobó la primera Ley de Prensa burguesa, el LIBEL ACT, en 1792 y donde apareció, ya a finales de siglo, la prensa de negocio. Ejemplo de todo esto fue el periódico The Times (1785).
La prensa del siglo XVIII constituyó uno de los cauces más importantes por el que penetraron las ideas ilustradas en España. Se distinguían claramente dos tipos de publicaciones diferentes: la prensa culta, que defendía una ideología avanzada y cuyos lectores eran una minoría ilustrada, y la prensa popular, que, por medio de los llamados almanaques y pronósticos, ofrecía los más variados contenidos y era una vía de difusión de los valores burgueses entre las clases bajas.
En el siglo XIX el papel de la prensa fue importante en la difusión de las ideas liberales que ejercieron una importante labor en las revoluciones liberales de 1830 y 1848. A partir de 1881 en todos los países occidentales se reconoció la libertad de expresión y se dictaron leyes de prensa. Durante el siglo XIX se pueden diferenciar dos bloques: la prensa política como vehículo de una ideología, y la prensa informativa que evolucionará hacia la prensa de masas del siglo XX. Se impuso así un “nuevo periodismo” en el que los mensajes habían de ser claros, concisos y objetivos.
En las últimas décadas del siglo XX se inicia una crisis que da entrada a la sociedad de información en la que estamos inmersos. El desarrollo de las nuevas tecnologías afecta no sólo a la prensa, sino a todos los medios de comunicación. Surge el fenómeno de la concentración de grupos de comunicación que tienen periódicos, televisiones y empresas de internet. Nos encontramos en una situación de los medios de comunicación en un mundo globalizado en el que no existen las fronteras. Todo esto tiene sus ventajas e inconvenientes: hay mayor y más rápida difusión de las noticias, pero a la vez existen mayores posibilidades de control de la información, así como un aumento del riesgo de pérdida de credibilidad y de que se ofrezca información interesada.
4. ¿Cuáles son las actuaciones desde la Iglesia? Muchas y diversas, aunque llenas de dificultades porque la prensa moderna nace en el contexto de un Estado Ilustrado con pretensiones de ser racionalista, reformador de las instituciones y promotor de la instrucción pública, entre otras cosas. En este ambiente la Iglesia quedaba impregnada de aditivos caricaturescos, y tardó en reaccionar. Fueron los seglares quienes, en medio de las penalidades, comenzaron a tomar conciencia y pusieron las bases a través de numerosas iniciativas. Así, en 1824 en Burdeos, Grenoble y Turín quedó constituida la Sociedad Católica de los Buenos Libros, para contraponer textos de espíritu católico a bajo precio frente a la propagación de la prensa antirreligiosa. Pero no se limitó el campo a esto; existió también un género popular que pasaba por los boletines, las hojas parroquiales e incluso revistas. En 1880 inició su andadura la revista mensual “La Croix”, transformada tres años más tarde en diario de enorme influencia entre sectores católicos. En 1873 aparece la “Buena Prensa”, que consistía en todas aquellas instituciones que promovían la prensa católica de carácter popular y que en España fue muy conocida y apreciada. Pero la distribución de la prensa católica en Europa era irregular y los resultados distaron mucho de ser sobresalientes en lo que se refiere a los diarios.
5. ¿Qué ha dicho el Magisterio pontificio? Habían transcurrido trescientos años desde que la constitución firmada por León X rubricara las ventajas providenciales de la imprenta cuando Gregorio XVI (1831-1846) interviene con la Encíclica Mirari Vos dando la voz de alarma sobre las repercusiones de los planteamientos ideológicos del liberalismo y de lo que suponía desde esas posiciones la libertad absoluta de prensa. El Beato Pío IX (1846-1878) continuó con la actitud condenatoria que caracterizó a su predecesor, referida en concreto a la libertad de prensa. Durante su pontificado se apoyó a los jesuitas en la fundación de “la Civiltà Cattolica” (1850); algo más tarde de fundó “L’Osservatore Romano” (1861). León XIII (1878-1903) recurrió a la prensa como medio para la “cristianización de la vida moderna y la modernización de la vida cristiana”, como quedó reflejado en la audiencia de febrero de 1879 a un millar de periodistas. Consciente de lo que suponía una “buena prensa” para generar opinión y amortiguar los problemas, en numerosas ocasiones abordaría el tema. Sin embargo, el pontificado de San Pío X se caracterizó por una mayor cautela hacia la prensa y así denunció cierta prensa italiana que se llamaba católica y quería silenciar los sufrimientos de la Iglesia por parte del poder civil, e igualmente denunció a aquellos que querían libertades para todos, menos para la Iglesia. Benedicto XV (1914-1922) consideró a la prensa como un nuevo apostolado. Con Pío XI (1922-1939) se declara a San Francisco de Sales patrono de los periodistas católicos y se hace realidad Radio Vaticana, publicó la primera encíclica sobre el cine y patrocinó en 1936 la Primera Exposición Mundial de la Prensa Católica.
Pío XII fue el primer Papa que utilizó la televisión, tuvo numerosas intervenciones sobre la prensa, la radio y la televisión, y habló de las dificultades en el ejercicio de la profesión periodística. Juan XXIII (1958-1963), en sus intervenciones, subrayó el derecho del hombre a la búsqueda de la verdad y el derecho del ciudadano a una objetiva información de los acontecimientos. Pablo VI es hijo de un director de periódico; su pensamiento se sintetiza en que la libertad de la Iglesia no estaba separada de la lucha por la libertad de la prensa o, lo que era lo mismo, por la libertad del hombre. En su pontificado se desarrollará el Concilio Vaticano II, en que abordará el tema de la comunicación en el Decreto Inter Mirífica, luego vendrá la Instrucción Pastoral Communio et Progressio. Más tarde vendrá el Papa de la comunicación, el recordado Juan Pablo II, que, con su amplio magisterio sobre los medios, nos ha querido dejar una especie de “testamento” a los comunicadores como ha sido la Carta Apostólica El rápido desarrollo, firmada el 24 de enero de este mismo año, donde se nos recuerda que “el positivo desarrollo de los medios de comunicación al servicio del bien común es una responsabilidad de todos y cada uno”.
6. En medio de todos los avatares históricos de la Iglesia y de la Prensa hay unas líneas constantes que no son de ayer o de hoy, sino que son de siempre. Porque, como dice el Mensaje de la XXXIX Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, “las palabras tienen un extraordinario poder para unir a las personas o dividirlas, para crear vínculos de amistad o provocar hostilidad”. La Iglesia, a lo largo de los siglos, ha pretendido que la prensa sirva a la verdad, a la justicia y la paz entre los pueblos. Asimismo, ha procurado que los cristianos que trabajan en este campo, es decir, los periodistas católicos, lo hagan con profesionalidad, honestidad y servicio a la sociedad desde su fe en la Buena Noticia de Jesucristo. Y prueba de esta preocupación de siempre es el texto escrito en 1892 por Mons. Casas y Souto, Obispo de Plasencia, que dice: “Entendemos, pues, por periodista católico, todo escrito que diaria, semanal o mensual presenta publicaciones, no sólo con una aparente censura eclesiástica, que esto sería poco, sino fundada en principios genuinamente católicos, no sólo respecto al fondo de sus artículos y polémicas, sino hasta en el modo de apreciar y comunicar las noticias… el periodista católico es desde luego un soldado de Cristo… Es un atleta valeroso de la verdad… Es un predilecto hijo de la Iglesia, que, viéndola perseguida, la defiende… Es una especie de maestro desinteresado y celoso, que fundado en las solidísimas doctrinas del Evangelio y enseñanza de la Iglesia… alimenta, unifica y desarrolla los entendimientos… Es un centinela diligente… que pone sobre aviso a los sencillos e incautos… Es una especie de misionero que propaga y mantiene viva la idea de Jesucristo en el ánimo de millones de lectores… Rogamos a todos los buenos periodistas que no se acobarden ni se amilanen con cualquier tropiezo que se les presente…,sino que luchen con fe y amor a Nuestro Señor, teniendo presente la señal de la lucha y de la tribulación; pero que Él se encarga de asegurar la victoria”3. Como se puede observar, estas palabras, que tienen más de un siglo, siguen teniendo vigencia. Pues bien, como el “maestro de la ley que se ha hecho discípulo del reino de los cielos, hemos sacado del tesoro cosas nuevas y viejas” (Mt 13,52) para fortalecer la presencia de los católicos en este nuevo areópago y para que siempre luchemos por tener una prensa que esté al servicio de la “verdad del hombre”, promoviendo la cultura de la vida y de la solidaridad.
+ Juan del Río Martín
Obispo de Asidonia-Jerez
3J.L. RUÍZ SÁNCHEZ, Prensa y Propaganda Católica (1832-1965), Universidad de Sevilla, 2002, p. 83.