Obispo de Jaén, D. Ramón del Hoyo
Muy queridos amigos:
Es la primera vez que me dirijo a vosotros como también a los niños y niñas en carta aparte.
Lo hago con mucha ilusión y esperanza porque somos concientes todos que se os confía una tarea muy importante de la evangelización diocesana. En realidad es Dios mismo quién lo pone en vuestras manos.
Sois de los católicos despiertos y consecuentes que no guardan su luz debajo del celemín, sino que la ponéis sobre el candelero, para que alumbre en todos los rincones.
No es fácil formar hoy a los niños y jóvenes para vivir el camino del Evangelio en ambientes que ignoran a Dios. Sin embargo por eso es más urgente y necesario prestar nuestros labios y nuestro corazón al Señor, para que les llegue su voz, que no la nuestra.
La Parroquia continúa siendo el lugar privilegiado para la catequesis donde aprende y toma conciencia el bautizado, o quién se prepara para ello, de que pertenece a una Comunidad, a un Pueblo especial: la Iglesia de Jesús. En el Templo se reza y se canta a Dios. Se conocen los cristianos, se crece en la fe a “ver lo invisible” desde la Palabra de Dios, los Sacramentos, sobre todo en el perdón y la Eucaristía.
Quiero ante todo, en estas breves líneas, no dar lecciones, ni proponer programas, sino animar y reconocer vuestra labor, agradecer vuestro tiempo y dedicación, destacar vuestra caridad cristiana y apostólica.
En nombre del Señor quiero daros las gracias y animar a otros cristianos adultos a emprender esta forma de apostolado seglar, oculta pero muy fructífera, cada vez más necesaria para afianzar lo que aprenden en casa y en el Colegio los niños y niñas pero de forma más viva y personal.
Os ruego que siempre estéis atentos a las orientaciones y coordinación de vuestros sacerdotes y de la Delegación Diocesana de Catequesis, a quienes también agradezco de corazón su interés y dedicación en la preparación de contenidos, encuentros…
Convine también mantener la máxima cercanía con los padres o con algún miembro de la familia, informarles y solicitar su ayuda, en la medida de lo posible. Esto da buenos resultados.
Muchas más cosa os diría pero las dejo para otras ocasiones. Sí quiero repetir mi agradecimiento en nombre del Señor, animarles y pedir a Dios que inscriba con rasgos fuertes sus nombres en el Libro de la Vida.
Feliz curso y un cordial saludo en el Señor.
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén