Mis queridos diocesanos:
El día 16 de julio, festividad de Nuestra Señora del Carmen, Estrella de los Mares, celebra la Iglesia en España el Día de las Gentes del Mar. La Iglesia en su misión evangelizadora, tiene muy presente los problemas de las gentes del mar. Es verdad que para trabajar en el Apostolado del Mar es necesario llevar la mar en la sangre, pero antes hay que tener a Jesucristo y a la Iglesia en el corazón. En este día pidamos a Nuestra Señora del Carmen que nos aliente y guíe para acompañar a nuestras gentes del mar.
1. Día de las gentes del mar
En este día de las gentes del mar, en una Diócesis costera como la nuestra, tengamos presente a todas aquellas personas que día tras día han subido fielmente las pasarelas para visitar las barcas ancladas en los puertos; a los que han escuchado con paciencia a los marinos, mientras hablaban de sus problemas; a los que se esfuerzan para formar comunidades cristianas a bordo; a los que se unen a los marinos en sus luchas por la justicia y a los que en nuestra Iglesia de Cádiz y Ceuta trabajan apostólicamente con las gentes del mar.
Os recuerdo que el Apostolado del Mar es la organización que sostiene a los fieles que brindan el testimonio de su fe en el mundo marítimo. Jesús acompañaba a sus discípulos en los viajes en barca (cf. Mt 8,23-27), y calmaba las tempestades (cf. Mc 6,47-52). La Iglesia acompaña también a los hombres del mar preocupándose de las peculiares necesidades espirituales de esas personas que, por motivos de diversa índole, viven y trabajan en el ambiente marítimo.
2. Fe firme del humilde pescador
En nuestra amplia geografía costera, durante mucho tiempo, se viene constatando, que aquellas personas que se ganan la vida a la orilla del mar o en sus aguas, tienen una actitud de profundo respeto y hondo sentido de los religioso. Así el salmo 107, nos lo recuerda: “Los que a la mar se hicieron en sus naves, llevando su negocio por las aguas inmensas, vieron las obras de Yavé, sus maravillas en el piélago”. Se ha observado, también, que, por lo general, el humilde pescador tiene una fe firme que no se conoce en los ambientes del comercio, y que entre los marinos se encuentran muy pocos ateos; se trata de una fe viva en la presencia de Jesús en nuestro mundo, en el mundo del mar: fe en Jesús, Señor de tierras y de mares.
3. Fueron a la mar por amor a los suyos
Durante este curso muchos marineros fueron a la mar por amor a los suyos y algunos naufragaron. Vosotros sabéis que los marineros se lanzan a la mar, arrastrando toda clase de aventuras, de riesgos y peligros por amor a los suyos, a sus mujeres y a sus hijos. Porque en ninguna parte del mundo se vive si no se gana, y en la mar y, sobre todo, en bajura, si se pesca, se gana y se vive, y si no se pesca, no se gana y no se vive, y para pescar hay que salir a la mar, aunque las salidas a la mar con el mal tiempo están marcadas por la inseguridad y llevan consigo el riesgo de perderlo todo, hasta la propia vida.
4. Accidentes en la mar
Con gran dolor tenemos que afirmar que son muchos los accidentes que se dan en la mar. Todos los años algunos pescadores dejan a la intemperie a sus familias. Tendríamos que examinar las responsabilidades de cada uno de nosotros en orden a cortar, como ya indiqué en otra ocasión, la raíz de estas desgracias.
Hay que reconocer que es escasa la rentabilidad de la pesca de bajura, las cuotas de seguridad social, a veces resultan excesivas para los que trabajan en ella: que el sistema de trabajo sigue solamente los ritmos del tiempo y de la mar; que falta la vigilancia necesaria de la seguridad de las barcas y de los elementos de salvamento; que se confía, hasta la temeridad, en la veteranía y en la experiencia; que no hay la cultura y preparación suficientes; y que cuando se gana bien no se ahorra para no tener que arriesgarse tanto, en los tiempos de peligro. Esta situación da lugar a los accidentes en la mar.
5. Tempestades en la mar
Las tempestades en el mar con todos sus riesgos, peligros, miedos, e incertidumbres que originan, siempre han formado parte de la vida de los navegantes. A lo largo de los siglos los navegantes han aprendido a convivir con esta realidad. El ritmo regular de su vida, su cultura, su credo religioso, la realidad constante de las comunidades a las que pertenecían y en las cuales su vocación de pescadores era respetada y sus vínculos con aquella familia eran hondos y profundos. Todo esto les sostenía en su vida y en su trabajo en el mar, y les ayudaba a aceptar como pan cotidiano aquellas tempestades, a menudo, temibles y peligrosas.
6. Otras tempestades que hay que afrontar
En nuestro tiempo la situación de las gentes del mar es muy diferente. El progreso científico y tecnológico y el perfeccionamiento de las previsiones meteorológicas han reducido mucho e incluso eliminado el peligro de las tempestades. Pero existen otras tempestades que las gentes del mar tienen que afrontar. Estas tempestades socaban su dignidad humana, su cultura, sus vínculos familiares, sus relaciones sociales y convicciones religiosas. Los primeros cristianos tenían que enfrentarse a las tempestades de las persecuciones, de la marginación y del objeto de calumnias.
Hoy, como tempestades en la vida de los marinos entran los cambios rápidos y revolucionarios. Estos cambios acarrean incertidumbre por el futuro, se originan cambios en las formas de vivir que para los marinos eran familiares, e introducen el temor. En el pasado, los cambios políticos, sociales, religiosos, tecnológicos o de las comunicaciones afectaban a las personas después de lograr integrarlos a tiempo. Pero hoy para las gentes del mar numerosos cambios se verifican contemporáneamente y en varios ámbitos, produciendo una gran tempestad, temor, e incertidumbre en su vida.
Así nos encontramos que comunidades de pescadores diseminadas a lo largo de nuestras costas, con su tradicional forma de vivir, hoy se ven amenazadas por la invasión del mercado internacional del pescado y por la explotación industrial. Tiempos atrás, marinos que se embarcaban en un barco comercial constituían una comunidad de una sola cultura, que respetaba su dignidad; hoy, en cambio, se enfrentan con una tempestad cuando se dan cuenta de que se han convertido en piezas de una unidad económica multinacional que es explotada simplemente por razones de utilidad.
Asimismo los valores del mercado, las imágenes esplendorosas publicadas por las revistas, los estilos de vida encontrados por los marinos en su mundo multicultural representan tempestades que corren el riesgo de desarraigar la fe, las culturas, los vínculos y los valores tradicionales. Para muchas gentes del mar, especialmente para los navegantes, no se trata solamente de afrontar un solo cambio, sino de muchos cambios rápidos y acelerados que originan temor e inseguridad.
7. “Sálvanos que perecemos”
Los apóstoles cuando sobrevino aquella tempestad en el lago, tuvieron miedo, pero gritaron a Jesús: “Sálvanos que perecemos”. Y el Señor cambió la tempestad.
Es bueno reconocer que son muchas y numerosas las tempestades que las gentes del mar habéis padecido y afrontado durante vuestra vida: crisis personales, crisis de fe, problemas familiares, penalidades y, tal vez, momentos de desilusión en vuestro trabajo, cambios repentinos y amenazadores y, sobre todo, la situación de paro.
Cada uno de vosotros conoce bien la historia de dichas tempestades en su vida pasada o actual. Es entonces cuando tengo que gritar al Señor: ¿Dónde estás? ¿Por qué duermes, Señor? ¡Sálvame! ¡Ayúdame! No tengamos miedo, Jesús, también es el Señor del mundo de la mar.
Os invito a todos a unirnos a la plegaria ferviente y confiada a Nuestra Señora del Carmen, estrella de los mares, patrona de las gentes del mar. Que sea Ella la que os proteja y guíe, y os conduzca siempre hasta el Señor, puerto seguro.
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 13 de julio de 2005.