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Emociones, latidos y compromisos en Al Trasluz

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Hoy, 24 de Mayo, ha tomado posesión de la Diócesis de Córdoba, nuestro nuevo obispo, monseñor Jesús Fernández González, en una ceremonia solemne, por su importancia histórica, y a la par, marcada por la sencillez y la fraternidad

Se inició con la salida de la comitiva del Seminario de San Pelagio, para proseguir después el rito de la Puerta del Perdón, la visita a la Capilla de la Inmaculada, con un momento de oración ante el Sagrario,  y la Eucaristía, con las palabras  de don Demetrio, las del representante de la Nunciatura, la lectura de las Letras Apostólicas  y el asiento en la cátedra del nuevo pastor, recibiendo un caluroso aplauso. Una jornada de emociones, latidos y compromisos, con la participación de toda la diócesis en el saludo de religiosos, laicos, familias.

En su primera homilía como obispo de Córdoba, don Jesús nos dejó cuatro hermosos mensajes que marcan un “camino de esperanza” para todos nosotros, “peregrinos en este Año Jubilar”: Primero, “estar con Jesús, permaneciendo unidos a Él, a través del amor, un amor convertido en consuelo, servicio, curación, anuncio de la Buena Noticia”; segundo, “la importancia de caminar juntos, en una Iglesia sinodal, con las virtudes de los seguidores de Jesús: la humildad, la mansedumbre, la magnanimidad y la capacidad de aceptar y de sobrellevar a los demás; tercero, “uniéndonos también a una Iglesia ministerial, compadeciéndonos de los pobres y excluidos, como Jesús, a través de nuestros dones y carismas; cuarto, el obispo destacó por último, la silueta de una “Iglesia misionera”, recordando al papa Francisco, que tanto nos habló de “una Iglesia en salida”. “No vale permanecer encerrados entre las cuatro paredes del templo”.

La Eucaristía finalizó con una especial “gratitud” a todos, que le brotaba de lo más hondo de nuestro obispo, hasta la emoción más intensa, y con el canto del himno a María Auxiliadora. La Catedral de Córdoba se ha convertido hoy en un “espléndido abrazo de ilusión, de amor y de esperanza”.

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“Me uno al proyecto de una Iglesia sinodal y misionera”

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El obispo electo de Córdoba, monseñor Jesús Fernández González, ha tomado posesión en la Santa Iglesia Catedral, acompañado por dos cardenales, una treintena de arzobispos y obispos, el representante de la Nunciatura Apostólica, el clero diocesano y sacerdotes de Astorga, así como unas tres mil personas que han asistido a la celebración

El obispo electo de la diócesis de Córdoba, monseñor Jesús Fernández González, ya ha tomado posesión de la sede de Osio. En la mañana de este sábado, 24 de mayo, en una celebración cargada de solemnidad, a la que han acudido dos cardenales, una treintena de obispos y su antecesor, monseñor Demetrio Fernández; así como una treintena de representantes institucionales, monseñor Jesús Fernández González ha tomado posesión de la Cátedra, signo de su magisterio, potestad y unidad de los creyentes en la fe anunciada por el Pastor Diocesano.

Ante unas calles engalanadas para acoger al nuevo obispo de Córdoba con multitud de fieles y miembros de las comunidades Neocatecumenales, que han querido recibir al pastor de la Diócesis entre cantos y una gran ovación, don Jesús Fernández ha partido del Seminario Mayor “San Pelagio” a la Santa Iglesia Catedral, acompañado por monseñor Demetrio Fernández, los cardenales Osoro y Rouco Varela, los seminaristas de la Diócesis y el arzobispo de Sevilla, Mons. Saiz Meneses, como arzobispo metropolitano, hasta la Puerta del Perdón, donde ha sido recibido por el Cabildo Catedral. Allí, monseñor Jesús Fernández ha realizado la profesión de fe y ha prestado juramento antes de dirigirse a la Capilla de la Inmaculada para adorar al Santísimo y revestirse en la Capilla del Cardenal para comenzar la celebración de la Eucaristía, en la que han participado un total de ciento ochenta sacerdotes y más de tres mil fieles.

Homilía de Mons. Jesús Fernández: “Me propongo ser servidor de todos”

Al inicio de su ministerio episcopal en la Diócesis, monseñor Jesús Fernández ha invitado a la alabanza y ha encomendado a la Iglesia particular de Córdoba y su propio episcopado a  la Palabra de Dios para “configurarnos con Cristo, para alimentar la vida de la Iglesia, y para lanzarnos a la tarea de evangelizar y de tejer un mundo nuevo y una tierra nueva en que reine  la justicia, la fraternidad y la paz”.

En su homilía, el nuevo Obispo de Córdoba ha proclamado su pertenencia a una Iglesia peregrina de la esperanza, a una Iglesia de llamados, y al servicio de la misión  para “salir al rescate de nuestros hermanos pobres y sufrientes” y ha manifestado su adhesión al proyecto de una Iglesia sinodal que camina unida.

En su alocución, ha afirmado su seguimiento a una Iglesia misionera que, al modo de los primeros discípulos, salga a proclamar el Evangelio de Jesucristo en todos los rincones de la tierra y para la evangelización misionera ha destacado el papel decisivo de los fieles laicos.

Ante las más de tres mil personas que han participado en la Eucaristía de inicio de su pontificado, el nuevo Obispo ha llamado a concebir también el Evangelio como “herramienta social” que requiere compromiso a favor de la justicia, la paz y la promoción humana, tal como ha recordado el Papa León XIV al inicio de su pontificado.

En el Año de la Esperanza, ha recordado al Papa Francisco que nos urgió a ser “peregrinos de la Esperanza” y ha aludido a “una cultura propensa a ocultar a Dios y a concebir al hombre como un ser autosuficiente que reduce la llamada de Dios a una respuesta libre de hipotecas y oculta la vocación originaria y auténtica que supone tener a Dios como amigo, que nos quiere plenamente felices y nos da la clave para no equivocarnos de camino: amar cumpliendo los mandamientos”. “El lazo que nos une al Señor es el amor”, ha proseguido el Obispo de Córdoba, un amor “convertido en consuelo” que no es una corazonada ni pasión pasajera, sino “una ofrenda de vida por nosotros que se actualiza en la Eucaristía y nos capacita para un amor desinteresado capaz incluso de dar la vida por los hermanos”.

Monseñor Jesús Fernández ha afirmado que la llamada nos pone en pie y como peregrinos de Esperanza “marca un diálogo con Dios y con la Iglesia para un camino que no realizamos en solitario”. En este contexto, ha subrayado que se une al proyecto de una Iglesia sinodal y sus virtudes: «humildad, dulzura, y magnanimidad».

Una Iglesia precisa de humildad, para que “no nos contamine la soberbia ni la arrogancia, vicios por los que el ser humano pretende ser como Dios pero sin Dios”, y también dulzura, “en un mundo en que la violencia se manifiesta sin rubor en las relaciones y entre países, en una cultura que convierte la mansedumbre en sinónimo de debilidad”, ha indicado.

En su intervención, el Obispo ha recordado las palabras de san Pablo VI en su mensaje final del Concilio Vaticano II y ha afirmado que nuestra Iglesia se compromete también a ser servidora del hombre de hoy puesto que “si la Iglesia no está al servicio de la humanidad no es la Iglesia del Señor”, y para ello cuenta con dones y el carisma de la santificación que tiene como depositarios preferentes a los pastores consagrados a los dones eucarísticos, para “impartir el perdón y ungir con óleo sagrados”, y también en la promoción del culto eucarístico, la oración y la piedad popular representadas en las 600 hermandades y cofradías de Córdoba. En definitiva, en la  Iglesia ministerial participan del carisma de la santificación todos los bautizados, “pues Dios los ha capacitado para hacer de sus vidas un culto agradable a Dios”, ha afirmado.

“Me propongo ser servidor de todos”, ha expresado don Jesús al citar el carisma de gobierno dentro de la Iglesia, “expropiado de mí mismo, me comprometo a ser para todos”, y para eso cuenta con la colaboración entregada de sacerdotes sin los que el Obispo “nada será, nada podrá”.

A los fieles laicos ha pedido trabajar a favor de los derechos humanos básicos como el derecho a la vida, al trabajo digno, a la vivienda o la libertad religiosa y les ha encomendado vivir la caridad en la función pública para todo lo que tenga que ver con el bien común, especialmente  para apoyar a los “pobres, los frágiles y los excluidos”, favoreciendo el diálogo, el encuentro y el cuidado del medioambiente

Bienvenida de Mons. Demetrio Fernández al nuevo obispo

Previamente a la homilía y tras las palabras del representante de la Nunciatura Apostólica, monseñor Roman Walczak, Mons. Demetrio Fernández ha dado la bienvenida a D. Jesús Fernández González como nuevo pastor de Córdoba. “Viene ungido por el Espíritu Santo en la plenitud del sacerdocio, prolongación personal de Cristo buen pastor, cabeza, siervo y esposo de su Iglesia. Y viene a “evangelizar a los pobres”, como reza su lema episcopal”, ha indicado el ya obispo emérito de la diócesis de Córdoba.

Al mismo tiempo, ha instado a los sacerdotes a alegrarse con la llegada del nuevo obispo, “que impulsará la vida abundante de esta diócesis tan privilegiada”. Dirigiéndose a los seminaristas, les ha indicado que “este es el obispo que Dios nos manda para que seáis un día ordenados para el servicio del Pueblo santo de Dios”. “El Señor te conceda, querido D. Jesús, ordenar a muchos nuevos presbíteros. A mí me ha concedido más de 70 en estos 15 años”, ha aclamado.

Asimismo, monseñor Demetrio Fernández ha pedido a los presentes y miembros de las distintas realidades de la Diócesis que se alegren con la llegada de don Jesús. A los jóvenes, les ha dicho que él “bendecirá vuestros encuentros, las peregrinaciones cada año a Guadalupe, las Jornadas mundiales de la juventud, los Adoremus de los jueves, las peregrinaciones a Fátima”. “Con el obispo, sentíos misioneros de los demás jóvenes para llevarlos al encuentro con Cristo y a vivir la gozosa experiencia de Iglesia”, ha subrayado.

De manera especial, se ha dirigido a la vida consagrada a quienes les ha puesto de manifiesto que el obispo será para todos “vínculo de unión a la Iglesia en esta diócesis de Córdoba, a la que aportáis la riqueza de vuestros carismas”.

Para concluir, el prelado ha saludado a los cardenales, arzobispos y obispos asistentes y le ha deseado a monseñor Jesús Fernández “que el Señor te conceda larga vida, y puedas disfrutar como he disfrutado yo de servir a una diócesis especialmente bendecida por Dios”. “Bienvenido como obispo a tu diócesis de Córdoba”, ha finalizado.

Homilia- Inicio ministerio Cordoba















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COPE ESPEJO ALMERIA: La fundación Jesús Peregrín celebra su entrega a los más pobres con una comida solidaria

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Lecturas del VI Domingo de Pascua (Ciclo C)

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Lecturas del VI Domingo de Pascua (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 15, 1-2. 22-29

Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables

En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia.

Entonces los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir a algunos de ellos para mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas llamado Barsabás y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y enviaron por medio de ellos esta carta:

«Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia provenientes de la gentilidad.

*Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos, hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Os mandamos, pues, a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas. Haréis bien en apartaros de todo esto. Saludos».

 Salmo

Salmo 66, 2-3. 5. 6 y 8

R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

  • Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
  • Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, y gobiernas las naciones de la tierra.
  • Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman todos los confines de la tierra.

Segunda lectura

Lectura del Libro del Apocalipsis 21, 10-14. 22-23

Me mostró la ciudad santa que descendía del cielo

El ángel me llevó en espíritu a un monte grande y elevado, y me mostró la ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, y tenía la gloria de Dios; su resplandor era semejante a una piedra muy preciosa, como piedra de jaspe cristalino.

Tenía una muralla grande y elevada, tenía doce puertas y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados que son las doce tribus de Israel.

Al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, al poniente tres puertas, y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero.

Y en ella no vi santuario, pues el Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero.

Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Juan 14, 23-29

El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.

El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo, Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis».

Comentario de Antonio J. Guerra

El evangelio de este domingo contiene la promesa maravillosa de la intimidad con el Padre, con Jesús y con el Espíritu Santo, promesa que traerá consigo el don de la Paz. Jesús anuncia en el discurso que sigue a la Última Cena: “el que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él”.
Jesús, en la víspera de su partida, consuela a sus discípulos con la promesa de que volverá y se manifestará a los que le aman, esto es, a los que guardan sus palabras. El amor a Jesús nos impulsa a observar su palabra; la consecuencia es que el Padre nos ama y, junto con Jesús, viene a nosotros para hacer morada en nosotros. Ciertamente, esta morada divina requiere de nosotros un respeto profundo, exigiéndonos una vida en armonía con nuestros huéspedes.
A continuación, Jesús anuncia la venida del Espíritu Santo que consolará a sus discípulos en su ausencia y les proporcionará ánimos constantes y consuelos interiores. Este Espíritu tiene la misión de “recordar” y “explicar” todo cuanto Jesús ha dicho y hecho en su vida terrena. Y sobre todo, nos enseña a la docilidad interior a la voluntad de Dios, haciéndonos comprender que ésta es la expresión del amor de Dios, y que, en consecuencia, no hay nada más grande que ella para nosotros.
Junto al don del Espíritu, Jesús anuncia a sus discípulos que les deja la paz. Esta paz no es la ausencia de conflictos exteriores, sino una armonía interior, que resulta de nuestra conformidad con Dios, de la reconciliación que Jesús ha llevado a cabo por medio de su pasión. La paz de Jesús es una paz que resiste incluso a las circunstancias más adversas.

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“Un gesto para las personas”

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Número 1564 del Semanario Fiesta Digital.

En el número de la revista de esta semana, nuestro tema central es el economato diocesano de la diócesis de Granada y la campaña de la renta.

También os traemos diferentes contenidos como la próxima jornada del enfermo, la visita pastoral de nuestro arzobispo al Valle del Lecrín, y la festividad del patrón de Guadix, San Torcuato.

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“Vais a recibir el Espíritu Santo, para dar testimonio de Jesús en el mundo”

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Homilía en la Eucaristía del Sacramento de la Confirmación de manos del arzobispo Mons. José María Gil Tamayo, celebrada en la S.A.I Catedral el 21 de mayo de 2025.

Queridos sacerdotes concelebrantes;
responsables de la acción catequética de estos grupos que hoy se presentan;
queridos catequistas;
queridos padres y padrinos;
queridos confirmandos;
queridos familiares y amigos todos:

Estamos en esta ceremonia solemne de nuestra Catedral, que simboliza la Iglesia de Granada con su esplendor; en esta Catedral, que nos hace recordar que somos miembros de la Iglesia: que somos templos del Espíritu Santo. El templo material es una imagen del templo que somos cada uno de nosotros. Nos dice San Pablo en la Carta a los Romanos que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Ese es el amor cristiano, el amor que Dios nos tiene. Dios mismo es Amor. Así lo define el evangelista Juan en su Primera Carta. Y él dice también, “nosotros hemos conocido el amor de Dios y hemos creído en Él”.

Queridos amigos, no olvidéis esto nunca: Dios nos ama. Es lo que está repitiendo, desde el inicio, hace poco más de una semana de su pontificado, el Papa León. Ésta es la gran verdad cristiana, la gran verdad que transforma los corazones y que aquellos que siguieron a Jesús, que no eran gente muy valiosa. Los propios evangelios nos muestran sus defectos innegables, se pelean entre sí a ver quién va a ser el primero; esos apóstoles que dejan a Jesús, lo abandonan, sólo el más joven permanece; que el jefe de ellos lo niega y que uno de ellos lo vende. Ningún jefe de personal habría escogido ese equipo. Pero Jesús los escogió, conocedor de sus defectos. Jesús mismo había dicho que no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos, y que no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, y ahí entramos nosotros. Y aquellos primeros cristianos que recibieron el Espíritu Santo el día de Pentecostés y hoy se va a repetir ese prodigio, aunque de manera insensible, no os vais a dar cuenta, pero a través del signo de la imposición de mis manos, sucesor de los apóstoles, de aquellos que estaban allí, y que de manera ininterrumpida por la sucesión episcopal ha llegado hasta mí, ahora como arzobispo vuestro, y con la oración en la que le pido al Espíritu Santo que os consagre con el Crisma, que significa “el Ungido”: Cristo es el Ungido.

Nosotros somos crismados también. Somos santificados. Somos algo grande. Somos hijos e hijas de Dios. Esta es nuestra grandeza, ya por el bautismo. Y ahora, queridos confirmandos, cada uno de procedencia distinta, cada uno con edad distinta, los hay desde jóvenes que estáis en los estudios de la ESO, de bachillerato, hasta personas ya mayores, que están ya en una tarea profesional; que los hay he visto hasta una madre, vais a hacer un compromiso cristiano de seguimiento de Jesucristo. Os habéis preparado cada uno en vuestra comunidad de referencia, sean desde los franciscanos, las Escuelas de la Ave María, la delegación de Enseñanza, de Educación, la parroquia de Las Gabias, la parroquia de San Gregorio Bético, la de Víznar, los salesianos, no sé si me quedo alguno más por ahí, habéis ido preparando (perdonadme si me dejo alguno, no tengo la lista), os habéis ido, como comunidad de referencia, cogiendo el estilo de Jesús.

Y ahora, vais a recibir el Espíritu Santo como aquellos primeros cristianos, para dar testimonio de Jesús en el mundo, para dar testimonio en nuestra época, sin avergonzaros de él, para ser cristianos no sólo de nombre, sino en vuestra vida, cada uno con su manera de ser, en sus circunstancias, en el trabajo, en la vida social, en la vida de familia, en la diversión, en los estudios, ser cristiano. Y eso no significa que seamos perfectísimos, sino que el Señor va a venir en vuestra ayuda, y si estamos unidos a Él, como nos ha dicho Jesús en el Evangelio –“como el sarmiento a la vida”-, Él no nos va a dejar, Él os va a ayudar, Él os va a dar la fuerza para responder como cristianos en los distintos momentos y circunstancias. Podemos pasar, como pasamos todos, temporadas más difíciles, incluso crisis de fe. Podemos como apagarnos o enfriarnos, pero esa semilla que hoy va a revertecer en vosotros, esa semilla que ha puesto ya Dios en vuestro corazón por el bautismo, el don de la fe, y que hoy revitaliza el Espíritu Santo. Es Jesús mismo el que os va a mover, nos mueve. Dice la Sagrada Escritura que no podemos ni tan siquiera decir Jesús es el Señor, si no es por el Espíritu Santo. Es el mismo Jesús el que nos lo recuerda hoy en el Evangelio: “Sin Mí no podéis hacer nada”. Y así aquellos pobres hombres, aquellos pobres apóstoles, aquellos pobres cristianos, junto con las santas mujeres, cambiaron el mundo.

Y por eso hoy llenamos nuestra catedral. Por eso, a lo largo de los siglos, como ahora, en muchas partes del mundo está presente la Iglesia de Cristo, están presentes los cristianos, incluso algunos sufriendo el martirio. Desde el año 2022 al 2025, han muerto 10.000 cristianos en Nigeria. Hoy ser cristiano es jugarse el tipo, no es tener un carnet, no es apuntarse porque me gustan las cosas de la Iglesia, o no simplemente es un requisito. No vale eso de ser creyente, pero no practicante. No vale ser cristiano a temporadas si me van las cosas bien y después Dios como si fuese para usar solo en caso de emergencia. Sino, como decía Santa Teresa de Jesús, lo decía de sus tiempos, en el siglo XVI -decía ella- “en estos tiempos recios hacen falta amigos fuertes de Dios”. Nuestros tiempos necesitan también amigos y amigas de Dios, amigos de Jesús y amigas de Jesús, que den la cara por Él, que no se escondan de sus convicciones cristianas o no las guarden y no se avergüencen de rezar. Que den con el testimonio de Jesús que nace del Sacramento y de la fe, de la gracia definitiva, den testimonio de Él.

 

Vais a recibir el don de sabiduría, el don de entendimiento, el don de ciencia, el don de piedad, el don de consejo, el don de fortaleza, el don de temor de Dios. Vais a recibir esa gracia y esa fuerza de Jesús, para que oréis como un hijo ora a su padre, no sólo como si fuese una cosa mágica, no mirando para los lados a ver si alguien me ve o no me ve. Vais a recibir la fuerza de Jesús para manifestaros como cristianos en vuestros ambientes, para tener los criterios de Jesús que habéis aprendido en la catequesis, en vuestra formación y que no es una cosa para examinarse de un examen como puede ser la selectividad o puede ser cualquier otro examen. Es para vivirlo, es para mostrarlo, porque el mejor predicador es ‘fray ejemplo’ y porque el Señor nos quiere así, amigos suyos de verdad. Y vuelvo a repetir, no es que seamos perfectísimos, mejores que los demás, pero el Señor nos da su fuerza si estamos unidos a Él.

Y cuando no estamos unidos a Él, cuando nos desgajamos por nuestro pecado, por nuestro egoísmo, por nuestro materialismo, por nuestras ideologías, cuando nos separamos de Él, al mismo tiempo se produce una falla de humanidad. Al mismo tiempo, ya no amamos como debiéramos, con el amor y la ternura de Jesús en nuestro corazón. Yo os animo y le pido hoy al Señor, mientras han ido diciendo cada uno de vuestros nombres, he pedido por vosotros, por cada uno y por cada una, para que seáis amigos fuertes de Dios, cristianos de verdad.

Que la Santísima Virgen, la Madre Nuestra, a la que invocamos como Nuestra Señora, la Virgen de las Angustias, os acompañe, os cuide siempre, y no os olvidéis de Ella nunca.

Que seáis buenos hijos, buenos amigos de Dios, y, como Ella le dijo a aquellos criados en las bodas de Caná, “haced lo que Él os diga”, lo que os diga Jesús. Vivid, por favor, como Dios manda.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada
21 de mayo de 2025
S.A.I Catedral de Granada

Jubileo de las Cofradías, un regalo del Señor

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«Nos has hecho para ti, [Señor,] y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (Confesiones, 1,1.1) Estas palabras de san Agustín de Hipona abrieron la homilía del papa León XIV en la santa misa de inicio de su ministerio petrino. Así, desde el primer instante, el Santo Padre pone un acento profundamente espiritual a su pontificado, ya que en ellas se encierra una confesión de fe, una intuición que ha resonado con especial fuerza en el Jubileo de las Cofradías celebrado contemporáneamente en Roma: el deseo profundo del alma humana de encontrarse con Dios, de experimentar su amor, de vivir en unidad y de construir la paz.

 

Este Jubileo ha sido, en verdad, un regalo del Señor. Las calles de Roma, milenaria cuna de la fe cristiana, se han visto transformadas en un templo vivo, donde la devoción del pueblo ha desbordado los portentosos monumentos y las piedras antiguas para hacerse presente en rostros, gestos, cantos y oraciones. La gran procesión con imágenes traídas de varias naciones se ha erigido en el momento culminante de una peregrinación, que no ha sido únicamente física, sino sobre todo interior: un camino hacia el mismo Dios, conducido por la piedad popular, que tantas veces es una bella puerta de entrada a este misterio. En ese recorrido, se ha hecho visible con solemnidad del carácter internacional de la fe que nos congrega en la unidad. Cofradías de diversos lugares, con sus tradiciones propias, sus imágenes, sus colores y sus formas particulares de expresión, han caminado juntas como un solo Cuerpo, como una Iglesia. Y en medio de esta única melodía, España ha ofrecido un testimonio especialmente conmovedor con la presencia de un tríptico de belleza y de fe: Nuestro Padre Jesús Nazareno, de León, el Cristo agonizante del Cachorro, de Sevilla, y la Virgen de la Esperanza, de Málaga. Tres iconos que nos hicieron elevar la mirada y vivir en la presencia amorosa de Dios. Nuestro Padre Jesús Nazareno, con su paso sereno y doliente camino del Calvario, nos recordó el peso de la cruz que cada uno lleva y la fidelidad de Cristo, que no nos abandona en el sufrimiento. El Santísimo Cristo de la Expiración que, en su agonía, nos introduce en el misterio de la redención, desde lo más hondo del dolor humano, con un realismo que conmovió hasta al más indiferente. Y la Virgen de la Esperanza, mirando confiada, nos señala, desde el mismo monte Calvario, la certeza del triunfo de la Vida de Dios sobre la muerte y del Amor sobre todo dolor.

 

Esta presencia fue una vez más una forma de evangelización encarnada y de catequesis viva que llegó al corazón. Como recordó el papa León XIV en su primer discurso al Colegio Cardenalicio, la piedad popular no debe ser vista como un fenómeno secundario, sino como una de las claves de la misión pastoral de la Iglesia en nuestros días. En ella, resplandece el alma creyente del Pueblo de Dios, su modo natural de acercarse al misterio, de orar con el corazón y de expresar la fe que conduce a la conversión. Las hermandades y cofradías tienen, en este sentido, una tarea irrenunciable: ser comunidades de vida cristiana donde los acentos de la homilía inaugural del Santo Padre se hagan carne.

 

El primero de ellos, la unidad, está inscrito en el mismo nombre de las cofradías: hermandades, es decir, espacios donde la fraternidad cristiana es cultivada y celebrada como don y tarea. No hay cofradía sin comunión, sin reconciliación, sin caminar juntos. El segundo acento es el amor. La caridad no es para las cofradías una obra más, sino su misma identidad. Cada procesión y cada acto litúrgico, pero también cada encuentro formativo y cada gesto de ayuda concreta a los más pobres, son la expresión del mandamiento nuevo que nos dejó el Señor: “que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Jn 13,34). Y, finalmente, la paz. No como mera ausencia de conflictos, sino como presencia fecunda del Resucitado en medio de la comunidad de los creyentes. La paz que nace del Evangelio y que, como misión, las cofradías están llamadas a propagar para que alcance a cuantos viven con el alma inquieta.

 

El Jubileo de las Cofradías ha sido un soplo del Espíritu Santo sobre la Iglesia y un tiempo de gracia que nos ha recordado que no estamos solos, que la fe sólo puede ser vivida en comunidad, que la belleza expresada en la piedad popular puede ser camino de santidad y que, en palabras de san Agustín, nuestro corazón sólo descansa en Dios.

 

Que el inicio del pontificado de León XIV y esta experiencia jubilar signifiquen además el comienzo de una nueva primavera para las hermandades y cofradías, en las que unidad, amor y paz florezcan con renovado vigor para alegría de nuestro mundo.

+José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

La presencia prometida

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Jesús promete volver pronto. En la víspera de la Pasión hay despedida y anuncio de nueva presencia. Parte para volver al Padre, regresará para que el Padre sea todo en todas las cosas. Mientras llega, los dones que Cristo nos ha confiado nos permiten reconocer su presencia viva entre nosotros. El tiempo de Pascua es ocasión preciosa para identificar esos dones, dar gracias a Dios por ellos, custodiarlos y hacerlos crecer. Cuando llegamos con la Iglesia al sexto Domingo de Pascua, Jesús mismo sale a nuestro paso en el evangelio y nos revela los dones de su nueva presencia: amor, palabra, morada y paz. Quien nos trae esos dones es el Paráclito. Acoger los dones es recibir en docilidad a la Persona del Espíritu Santo.

La primera presencia prometida pasa por guardar la Palabra del Señor. Con su muerte redentora, Jesús ha puesto en el corazón humano capacidad de amor infinito. Para devolver amor al Hijo, necesario es conservar sus palabras de vida eterna. En su Palabra está la vida, la luz y el gozo. Custodiar sus palabras significa llevar sus enseñanzas a lo que hacemos y nos pasa, alejar las tinieblas con el resplandor de su luz, vencer la tristeza con la alegría plena que Él quiere para los suyos. Poniendo su Palabra en la vida nos descubrimos amando con un amor que nos supera: el Padre nos ama y nos concede amar con su mismo amor. Misterio inefable de predilección: el Creador morando en la criatura. «Quien de veras ama a Dios, quien guarda sus mandamientos, se encuentra con Dios que viene a su corazón y, además, hace de él su mansión» (San Gregorio Magno).

La Palabra custodiada con amor garantiza la segunda presencia prometida: las Personas divinas habitando en el alma del justo. El encuentro con Dios se realiza en lo más íntimo del interior humano. La aventura de la vida cristiana es siempre camino de interiorización. Ahí está el principio de perfección: «atención a lo interior y estarse amando al Amado» (San Juan de la Cruz); ahí está el secreto de la libertad: «Dios mi cautivo y libre mi corazón» (Santa Teresa de Jesús).

La tercera presencia prometida se llama Paz. La de Cristo no es como la del mundo. Con la suya obtenemos «serenidad de la mente, tranquilidad del alma, sencillez del corazón, vínculo de amor y enlace de caridad» (San Cesáreo de Arlés). Al darnos su Paz, Cristo mismo se nos da para ayudarnos a discernir en este mundo lo que procede de su voluntad: Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón (Col 3, 15). Reconocemos la llamada y la acción del Señor por la paz que deja en el corazón. La paz interior despeja temores, elimina cobardías y convierte a su portador en sembrador de concordia.

En realidad, los dones de la presencia prometida nos llegan con el «Don sobre todo don», el Espíritu Santo. Él nos trae el Amor de la Trinidad: nos recuerda la Palabra del Hijo, prepara la morada del Padre y nos enseña todo. El Espíritu es Paráclito, es decir, Defensor y Consuelo: el Padre lo envía en nombre del Hijo, para enseñar y recordar. La Palabra del Hijo crecerá en los creyentes por la acción del Espíritu. La enseñanza del Paráclito es memoria del Hijo. Cuando la Iglesia se encamina a la celebración de Pentecostés, la liturgia nos ayuda a confesar, por la acción del Espíritu, la presencia prometida de Nuestro Señor.

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

El Economato Diocesano y la Campaña del enfermo, en “El Espejo”

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Programa emitido el 23 de mayo, en COPE Granada y COPE Motril.

En el programa emitido hoy 23 de mayo en COPE Granada y COPE Motril, dedicamos el espacio al Economato Solidario Nuestra Señora de la Misericordia, que ayuda a las familias a llenar la cesta de la compra a precios más asequibles, con la implicación de las hermandades y cofradías, y las Cáritas parroquiales, todas ellas bajo el paraguas del Arzobispado. Es una iniciativa que se inició hace 10 años y hoy sigue ayudando a estas familias en la adquisición de productos de primera necesidad a precios más económicos.

Escuchamos las distintas voces que sacan adelante este Economato, como es una de las familias beneficiarias, la hermandad de San Agustín, la Cáritas parroquial de San Isidro y el gerente del Economato.

Es una muestra del destino al que se dirigen nuestros impuestos en la acción caritativa y social cuando marcamos la X en la Declaración de la Renta.

También hablamos de la Campaña del enfermo, con su delegado diocesano, con ocasión de la Campaña del enfermo que se celebra en la Iglesia este domingo.

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El paso por Astorga de monseñor Jesús Fernández

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Cuatro de las personas que han trabajado junto al nuevo obispo en Astorga definen a un pastor “cercano”

Un pastor cercano, sencillo, abierto a la escucha de todos. Así lo definen las personas que han estado junto a él durante los últimos años.

Don Luis Fernández Olivares. Rector del Seminario Menor de Astorga. Delegado de Pastoral Juvenil y Vocacional: “Un padre al que puedes acudir en el día a día”.

De cercanía y sencillez hablan todos los que han tenido  relación en la Diócesis de Astorga con el nuevo obispo de Córdoba. Don Luis es un sacerdote joven de 33 años, rector del Seminario Menor de Astorga. Conoció a don Jesús en su tiempo de seminarista, cuando el nuevo obispo de Córdoba era el auxiliar de Santiago de Compostela. El apartamento donde él vivía estaba dentro del seminario, “decidió venir a comer, a cenar con nosotros y esto nos da un poco detalle  de su forma de ser, ¿no?”, explica el que durante 5 años ha sido un colaborador muy estrecho en tierras leonesas.

Una escucha atenta es otra constante en don Jesús, ”tú te sientes siempre escuchado por él. Cuando estás con él  en esos momentos,  es como lo más importante que tiene que hacer”, subraya Fernández, lo que se traduce en una confianza creciente cuando se comparten proyectos pastorales y también en el trato personal de cada uno. En los pueblos despoblados y más alejados, los que menos oportunidad tenían de ver al obispo en Astorga, la población mayor recibía a don Jesús con frecuencia, entrando en sus casas y visitando enfermos. Estos encuentros llamaban la atención por la normalidad al entablar una conversación natural y sencilla, donde el centro la persona.

A la JMJ de Lisboa de 2023, el Obispo se marchó con los jóvenes y sus catequesis fueron compartidas por los jóvenes cordobeses. Nadie podía imaginar entonces que nuestra Diócesis sería su próximo destino como pastor. En Astorga, la pastoral juvenil está viva y activa y muchas de las vocaciones a la vida consagrada o al sacerdocio parten de esta viveza, impulsada por la presencia y cercanía de don Jesús en unidades pastorales y colegios. La delegación de Juventud ha sido un aglutinador y dinamizador tras la pandemia cuando la juventud astorgana conoció una encuesta para ser escuchada con un marcado acento sinodal, aun cuando no estaba convocado el Sínodo Entonces empezó, primero quiso escuchar a los jóvenes. El resultado fue un estudio presentado en asamblea de la que partieron los actuales “Encuentros vivid”.

La vocación del rector del Seminario y delegado Diocesano de Juventud de Astorga surge en este contexto, “soy hijo de esa ilusión,  de ese rostro de la Iglesia joven,  sencilla de nuestra diócesis”, explica el sacerdote que ahora despide al que ha sido su Obispo durante 5 años, “un padre al que puedes acudir en el día a día”.

Tendiendo puentes, creando lazos. Isaac Núñez: “Una disponibilidad total”

Cuando el Obispo de Córdoba llegó a Astorga desde Santiago de Compostela vio necesaria la creación de una Delegación de Migraciones y Movilidad Humana. Con más de tres mil personas inmigrantes en su nueva diócesis, aquella pastoral debía estar en manos de un experimentado sacerdote leonés, misionero en Bolivia y conocedor de las necesidades crecientes de cada uno de ellos. Isaac Núñez fue el sacerdote en que don Jesús depositó su confianza para crear cierta estructura diocesana y acoger a emigrantes, ofrecerles ayuda material y acompañamiento espiritual.

Hasta entonces, la ayuda se canalizada a través de Cáritas, pero la creación de esta delegación desvela una preocupación pastoral de don Jesús que pronto materializó en una presencia constante entre las personas de otros países como expresión del ministerio de la Iglesia entre las personas que se han visto obligadas a dejar su tierra.

Su disponibilidad para estas personas ha sido pleno, “hemos tenido jornadas de migraciones, eventos,  encuentros con grupos de migrantes, etc. Y él siempre  ha sido sensible a toda esta situación”, destaca el sacerdote que dirige en Astorga esta delegación para quien la nota más destacada de la labor pastoral del nuevo Obispo está cimentada en una ausencia de distancia, en “una disponibilidad total”, que incluye su participación máxima en todos los encuentros y actos organizados y una gran capacidad de escucha.

Su constante participación le ha permitido compartir todo con las personas migrantes y se ha convertido en el mejor valedor de cada iniciativa de esta delegación cuyos integrantes se han sentido acompañados y guiados por su pastor.

Volcado en la labor asistencial de la Iglesia. Manuel Bretón: “Es un pastor de palabra siempre serena”

En su labor al frente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social y Promoción Humana de la Conferencia Episcopal Española, el Obispo de Córdoba ha creado un fuerte vínculo con Cáritas Española. Desde hace ocho años, Manuel Bretón, presidente de Cáritas Española, trabaja intensamente con él y reconoce en su cercanía una extraordinaria labor de acompañamiento desde el principio, “un obispo que está siempre pendiente de echarnos una mano” , asegura Bretón, que recibió con enorme alegría el nombramiento de don Jesús como obispo de Córdoba porque esta nueva situación diocesana no impide que en Cáritas sepan que seguirá muy cerca de ellos merced de su cargo en la Conferencia Episcopal.

En este tiempo, el presidente de Cáritas Española ha constatado que don Jesús es ante todo “un pastor de los que saben estar cerca, escucha con atención, que acoge con calidez, que acompaña con una palabra siempre serena”.

En las miles de decisiones que supone asumir cuando se trata de hacer presente a la Iglesia en su labor asistencial y caritativa, don Jesús ha mantenido siempre una actitud de entrega y colaboración, “es una persona que está ahí, que está entre la gente, que comparte su camino”.

Un buen pastor sabe que sus ovejas también tiene que acompañarlo y trabajar en unión por construir el Reino de Dios. El nuevo obispo de Córdoba mantiene su esperanza en los laicos a los que da un papel protagonista porque “ha entendido desde el principio esa línea de acción,  esa iluminación que nos pedía el Papa Francisco”.

En este tiempo de trabajo conjunto, Manuel Bretón ha reconocido el enorme influjo de la pastoral de don Jesús en Cáritas, una entidad de la Iglesia totalmente  abierta que ha incorporado a mujeres en los puestos de dirección, como es el caso de Natalia Peiro, vicesecretaria general de Cáritas Española y ja puesto en el centro la misión de Cáritas que significa “ayudar al que está a nuestro lado, al que más lo necesita, al que nadie le escucha, al que nadie le atiende. Pues esa es nuestro papel y yo creo que  don Jesús lo ha hecho  maravillosamente”.

Javier Gay Alkain. Vicario General de la Diócesis de Astorga: “Su actividad pastoral responde a las exigencias de hoy”

El actual Vicario General de la Diócesis de Astorga coincidió con el Obispo de Córdoba en sus tiempos de formador del seminario mayor de León y conoce en profundidad su “inquietud y preocupación” a lo largo de toda su vida tanto por los seminarios como por los sacerdotes, su esfuerzo continuo porque tanto su vida espiritual como su actividad pastoral  respondan a las exigencias de hoy en día.

Esa preocupación por cada persona concreta y la realidad que le circunda es lo que más importa a don Jesús, “sea en ámbitos espirituales, en ámbitos  de salud o de enfermedad,  en otro tipo de necesidades materiales”, reflexiona su colaborador inmediato en  la Diócesis que ahora deja.

La escucha atenta le otorga una humanidad mostrada en lo inmediato con la que “procurará ir conociendo, ir escuchando, ir sabiendo de todas las personas y de todas las realidades que hay en la diócesis de Córdoba”.

La entrada El paso por Astorga de monseñor Jesús Fernández apareció primero en Diócesis de Córdoba. Ver este artículo en la web de la diócesis

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