Salvados por la esperanza

Carta del Obispo de Málaga en la que señala que Benedicto XVI en su segunda encíclica «invita a redescubrir la virtud de la esperanza, a ser críticos con la cultura actual y a buscar la raíz de esa virtud». Benedicto XVI está acostumbrado a escrutar los signos de los tiempos y a buscar la respuesta que considera más adecuada, con la libertad de los hijos de Dios y de las personas habituadas a la reflexión y a la contemplación. Convencido de que la fe no tiene que temer nada de la razón y de que en nuestro mundo secularizado es necesario resaltar lo específico cristiano, está centrando sus enseñanzas en los elementos nucleares de la fe.

En su obra teológica Jesús de Nazaret nos invita a recuperar la figura del Jesús de la historia y nos ofrece argumentos sólidos para descubrir que Jesús es el Cristo de la fe. En su primera encíclica Deus caritas est, diseña, de modo actualizado, la imagen de Dios que nos ha revelado Jesucristo. Y en su exhortación apostólica Sacramentum caritatis, insiste en la centralidad de la Eucaristía para la vida del cristiano y en que la caridad es inseparable de este sacramento.

En todos sus escritos, pretende entrar en diálogo con la cultura actual y tiene muy en cuenta los grandes interrogantes que se hace el hombre moderno, interrogantes que también nos hacemos los creyentes. Consciente de que la esperanza es inseparable de la fe y cambia la vida de quien la recibe, acaba de hacer pública su encíclica “Spe salvi”, que trata sobre la virtud teologal de la esperanza. Es un documento denso, que nos invita a redescubrir la virtud de la esperanza, a ser críticos con la cultura actual y a buscar la raíz de esta virtud. Por eso empieza afirmando que “consiste en el conocimiento de Dios, en el descubrimiento de su corazón de Padre bueno y misericordioso”, y que “llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza”. En diálogo con el hombre de hoy, reconoce los formidables avances de la ciencia y su importancia, pero invita a no dejarse seducir por palabras tan sonoras como “progreso”, que consiste sobre todo en un dominio creciente de la razón y “espera el reino de la razón como la nueva condición de la humanidad, que llega a ser totalmente libre”. Benedicto XVI reconoce que “ciertamente, la razón es el gran don de Dios al hombre y la victoria de la razón sobre la irracionalidad es también un objetivo de la fe cristiana”, pero “la ciencia no nos redime” y “si el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación ética del hombre, con el crecimiento del hombre interior, no es un progreso, sino una amenaza para el hombre y para el mundo”. Es necesario que los cristianos descubramos la esperanza y proclamemos que “el hombre necesita a Dios, pues de lo contrario se queda sin esperanza,” porque “quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida”.

Esta esperanza trascendente no sólo no nos aparta de nuestro compromiso con la historia de cada día, sino que nos invita a que nos impliquemos con todo nuestro ser en la construcción de un mundo más justo y más humano, pues la fe recibida “en comunión con Jesucristo, nos hace participar en su «ser para todos»”. Sin embargo, cada generación tiene que dar su respuesta, porque las “buenas estructuras ayudan, pero por sí solas no bastan”, “pues el bienestar moral del mundo nunca puede garantizarse solamente a través de estructuras, por muy válidas que éstas sean”.

Y a quienes nos acusan de buscar una salvación individualista, les recuerda que, en la teología de los Santos Padres, “la salvación ha sido considerada siempre como una realidad comunitaria”. Finalmente, dice que el hombre “es redimido por el amor” incondicional de Dios, que hace que la vida se convierta en más buena y hermosa; aunque la esperanza apunta más allá de muerte.

+ Antonio Dorado Soto
Obispo de Málaga

16 de diciembre de 2007

Contenido relacionado

Enlaces de interés