La oración, motor del ecumenismo

Carta del Obispo de Málaga, en la que pide «realizar obras de amor mutuo entre los cristianos de las diversas Iglesias y comunidades». Entre los católicos, el movimiento ecuménico experimentó un desarrollo decisivo a partir del Concilio Vaticano II. Actualmente no resulta fácil advertir el enorme progreso que se ha producido, particularmente entre nosotros, los españoles. Enseña el Concilio que, “por movimiento ecuménico se entienden las actividades e iniciativas que, según las diferentes necesidades de la Iglesia y las circunstancias de los tiempos, se suscitan y se ordenan a fomentar la unidad de los cristianos”. Y de la misma manera que la evangelización, este movimiento ecuménico es un cometido de todos y cada uno de los miembros del Pueblo de Dios. Para que ninguno lo olvidemos, la plegaria eucarística segunda nos lo recuerda cada día, al pedir que “el Espíritu congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y de la Sangre de Cristo”.
El Octavario de Oración, que se está celebrando desde el día 18 de enero y culmina el 25, fiesta de la conversión de San Pablo, es sólo un recuerdo puntual de que la oración es el verdadero motor del ecumenismo, pues “sin la oración incesante, se desdibuja y se pierde el camino hacia la unidad visible”. Como es tradicional, en nuestra diócesis se han organizado también este año, en diversos lugares encuentros interconfesionales de oración con fieles de otras Iglesias y comunidades cristianas. Pero la mayoría de vosotros no tiene la posibilidad de participar en ellos. De ahí la necesidad de que el Octavario de Oración se celebre en cada parroquia y en cada comunidad de la diócesis, especialmente en las comunidades contemplativas, para que el Señor nos ayude a convertirnos y nos dé el don de la unidad, que siempre será una gracia divina y no una conquista nuestra. Junto con la oración, la III Asamblea Ecuménica Europea de las Iglesias, celebrada en Rumanía en los primeros días de septiembre del pasado año, nos invitaba a todos los cristianos a seguir dando otros pasos. En concreto, a realizar obras de amor mutuo entre los cristianos de las diversas Iglesias y comunidades. Unas veces, para ayudar a los cristianos que más lo necesiten; y otras, para unir esfuerzos a favor de los más necesitados de la tierra, sean creyentes o no. Podemos trabajar unidos en la defensa de los derechos humanos, en la apuesta por la paz y la justicia, y en la promoción de iniciativas liberadoras de todo tipo.
Por supuesto que uno de los cometidos fundamentales del ecumenismo es el que corresponde a los expertos, que se ocupan de buscar la verdad del Evangelio, de acuerdo con la Tradición, porque la unidad no consiste en cerrar los ojos a la verdad de la fe, sino en buscar todo lo que nos une y en descubrir lo que el Señor nos ha revelado.
En las cosas de Dios, necesitamos mucha paciencia y humildad para buscar juntos y para no desvirtuar la fe apostólica. Y también en este campo se han dado en los últimos años pasos muy significativos que muchos conoceréis.
Lo importante es que mantengamos vivo entre todos el deseo de Jesús, cuando en la Última Cena dijo: “Padre, que sean uno, como tú y yo somos uno, para que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado” (Jn 17,21). De ahí necesidad de desear la unidad, de eliminar los obstáculos y de trabajar personalmente por la comunión plena, conscientes de que “hay un ecumenismo espiritual que ha contribuido de modo decisivo al reencuentro de las Iglesias, y todos los cristianos han de hacer cuanto esté de su mano para fortalecerlo”.

+ Antonio Dorado Soto
Obispo de Málaga

Málga, 20 de enero de 2008

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