El amor de Jesucristo nos apremia

Carta del Obispo de Málaga. D. Antonio Dorado Soto, con motivo del Día de la Mujer Trabajadora. El 8 de marzo se cumplen 100 años del levantamiento y de la tremenda represión de un grupo de mujeres trabajadoras en la ciudad de Nueva York. Al celebrar nosotros, un siglo después, el Día de la Mujer Trabajadora, que nos recuerda aquella gesta de rebeldía y de injusticia, tenemos que renovar nuestros esfuerzos a favor de la legítima igualdad. “Es verdad que las mujeres en nuestro tiempo han dado pasos significativos, decía Juan Pablo II en su mensaje del día 1 de enero del año 1995 (…), logrando estar presentes en niveles relevantes de la vida cultural, social, económica, política y obviamente, en la vida familiar”.

Ha sido un camino duro, difícil y complicado, en el que han estado y tratan de estar presentes también numerosos cristianos, pero no nos podemos sentir satisfechos de lo que se ha conseguido. Si centramos la mirada en la sociedad española, descubrimos problemas muy serios, como la diferencia de salario ante igual trabajo, el hecho de que la pobreza hoy tenga rostro de mujer joven, la infravaloración injusta de las amas de casa, la dificultad de compaginar el trabajo con la maternidad y la mayor tasa de paro entre las mujeres.

Ciertamente son cuestiones muy graves y dignas de atención, pero todavía es más dolorosa la situación de esas mujeres inmigrantes que han sido traídas con engaño a nuestra tierra y ahora están esclavizadas por las redes de prostitución. Como decía también Juan Pablo II en el citado mensaje, “muchas mujeres, debido especialmente a condicionamientos sociales y culturales, no alcanzan una plena conciencia de su dignidad.

Otras son víctimas de una sociedad materialista y hedonista que las considera un puro instrumento de placer y no duda en organizar su explotación a través de un infame comercio, incluso a una edad muy temprana.

A ellas se ha de prestar atención especial por parte de aquellas mujeres que, por educación y sensibilidad, son capaces de ayudarlas a descubrir la propia riqueza interior. Que las mujeres ayuden a las mujeres, sirviéndose de la valiosa y eficaz aportación que asociaciones, movimientos y grupos, muchos de ellos de inspiración religiosa, han sabido ofrecer para este fin”.
Son cosas que suceden diariamente a nuestro lado. Y aunque su condición no sea tan triste, tampoco podemos olvidar a aquellas que se tienen que conformar con unas condiciones laborales injustas, porque no tienen su documentación en regla y no se pueden defender. Todo ello, entre nosotros, que dentro de la actual situación del mundo somos privilegiados, porque es inmensamente más dura la situación de la mujer trabajadora, y las amas de casa lo son, en los países en vías de desarrollo y en los pueblos empobrecidos.

Para nosotros, los seguidores de Jesucristo, estas situaciones constituyen auténticas llamadas de Dios, ya que la defensa y la promoción de los derechos humanos es un aspecto integrante del Evangelio que nos salva. El amor fraterno nos apremia a implicarnos en todo lo que esté a nuestro alcance, por muy insignificante que pueda parecer nuestra aportación. Jesucristo sigue siendo nuestra luz y nuestra fuerza, pues nos revela la inviolable dignidad de la persona y nos invita a descubrir su rostro en los pisoteados, en los discriminados, en los maltratados y en los que necesitan ayuda.

Por eso, agradezco a los hombres y mujeres de la HOAC y de Pastoral Obrera su labor y los aliento a que sigan invitando a celebrar el Día de la Mujer Trabajadora; y a que sean, en nuestras comunidades, la voz profética que denuncia la discriminación de la mujer, que nos recuerda la doctrina social de la Iglesia y que pone en marcha todas las iniciativas que les dicta el Espíritu Santo.

+ D. Antonio Dorado Soto
Obispo de Málaga

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