«No puede haber parroquias ricas y parroquias pobres»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Luis López de Sebastián se unió al equipo de Administración de la Diócesis de Málaga en el año 88, para echar una mano en la economía. Ha trabajado en ella durante 28 años, de los cuales, los últimos 10 ha sido su économo. Ante su jubilación, el Sr. Obispo le ha concedido la Medalla Pro Ecclesia Malacitana

28 años poniendo las “cuentas claras” en la Iglesia de Málaga, ¿cómo fueron los inicios?

Cierto, así lo hicimos desde el principio. En 1988 me llamó el entonces ecónomo, Francisco Ruiz, porque en una Asamblea Diocesana se había llegado a la conclusión de que era necesario organizar mejor la economía diocesana, la de las parroquias, la Administración… Francisco y yo ya nos conocíamos de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y así empezamos a poner en marcha la economía diocesana. El objetivo estaba claro, que funcionara mejor lo que era la economía, que se rindieran cuentas y que la Administración, llevando las “cuentas clara” como tú dices, las pudiera presentar a la opinión pública con toda la claridad. Hemos llegado a ser ejemplo de diócesis, a nivel nacional. En algunas ocasiones nos preguntaban cómo era posible que las parroquias enviaran la información económica mensualmente y que pagaran un canon. En otros lugares parecía algo impensable, pero lo cierto es que aquí las parroquias respondían.

Lo que nunca olvidará de estos años.

Hay muchísimas cosas. Quizás las que más impactan son las que ocurren al principio, porque son las que más te llaman la atención. Por ejemplo, a los dos meses de comenzar a trabajar en el despacho del Obispado, (por cierto, al lado del maravilloso D. José Miranda), el ordenador me mostró un mensaje en la pantalla en el que me comunicaba que se había llenado el disco (se ríe). Nada más empezar, llenamos el disco. A partir de ahí se comenzó a colocar una red local en el Obispado y también avanzamos en este sentido. Tampoco se me olvida que, a los tres años me dijeron que se acababa mi contrato, pero lo repensaron y hemos continuado hasta hoy. Tampoco olvidaré las primeras reuniones del Consejo de Asuntos Económicos (CAE) formado al principio por más de 20 miembros. Y cómo olvidar las primeras cuentas que presentamos, que las hice como estaba acostumbrado a hacer en otras empresas, con los mismos términos, pero que nadie entendió. Así que tuvimos que amoldar el lenguaje para que se entendiera. También recuerdo con mucha alegría las primeras Jornadas de Economía que hicimos en el Seminario. Fue un fin de semana entero para que las parroquias aprendieran la dinámica de los nuevos libros de economía. Y, ¡cómo olvidar la campaña «Si formas parte, pon de tu parte»! Yo creo que fue una campaña que llamó la atención y que animó a muchos feligreses a formalizar una cuota con la diócesis. Tuvo gran repercusión en Málaga y todavía se acuerdan de los anuncios en los autobuses y la cartelería por toda la ciudad. En realidad, todo ha sido un trabajo gratificante porque el objetivo que se pretendía era ilusionante.

¿Qué ha supuesto para usted la Medalla Pro Ecclesia Malacitana?

Toda una sorpresa. No sabía nada. Para mí fue un reconocimiento al trabajo que se ha hecho en todos estos años. Nunca me han llamado la atención las medallas ni los homenajes, porque me educaron desde pequeño de otra manera: yo tenía que hacer lo que tenía que hacer con independencia de que se reconociera o no, sin esperar nada a cambio. De todas formas, el reconocimiento siempre viene bien porque le ayuda a uno a continuar trabajando con mayor eficacia y con mayor ilusión. En el acto, lo que dije fue que ese reconocimiento no era a mí solo, porque el trabajo de una persona, en una institución como ésta, no es importante, lo importante es el trabajo del colectivo, de la comunidad. Yo ofrecía ese reconocimiento a todos los trabajadores que hemos estado colaborando en este fin de la economía diocesana que, en definitiva es un eslabón de lo que es la evangelización. Para mí, no hay trabajos más importantes que otros, hay trabajos que pueden ser más vistosos. Por ejemplo, es muy importante cambiar un tubo fluorescente o mantener limpia una habitación, o estar en el archivo metido allí sacando una partida de bautismo, aunque nadie lo vea. Todos esos trabajos son importantes. Esto es como un puzzle en el que las piezas no hay piezas más importantes, es más, el puzzle funciona cuando todas las piezas encajan bien. Yo creo que es una acción positiva el reconocer el trabajo, pero ese reconocimiento hay que trasladarlo a todos los trabajadores que hemos estado.

¿Una economía con corazón?

La economía, el dinero, tienen “mala prensa” y, a veces nos da miedo. Pero, según mi experiencia, la economía de una parroquia, de la Administración diocesana, o de la diócesis en general es como un termómetro. Si funciona bien la economía, es decir, si los recursos llegan y se redistribuyen y atribuyen bien, eso es un signo de que funciona la Iglesia. Si la economía no funciona, el resto de las cosas no funcionan bien. Por eso digo que para mí es como un termómetro, si funciona bien este área, es muy posible que las otras también funcionen bien, y viceversa. La Administración Diocesana es un mecanismo de redistribución que recoge recursos de las parroquias y de la X de la Renta y otros ingresos, y los redistribuye en función de las necesidades de las parroquias. Si existen parroquias ricas y parroquias pobres es mala señal. Si eso se da entre nosotros, es que no lo estamos haciendo bien y que el evangelio, desde mi punto de vista, no se está predicando bien. Si existen parroquias que tienen todo cubierto y hay parroquias que no pueden pagar la luz, mala señal y hay que tener los mecanismos necesarios para que eso no ocurra. Tenemos que ser, desde este punto de vista, un ejemplo, primero en justicia y después en comunión, en igualdad, en solidaridad, esos son los síntomas de que el interior es bueno y de que estamos cumpliendo con el evangelio y con la evangelización.

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