Con los signos de recibir el báculo de manos del arzobispo metropolitano de Granada y de tomar asiento en la sede catedralicia, a las 11.18 horas de este sábado 13 de septiembre de 2025, Mons. José Antonio Satué Huerto (Huesca, 1968) tomó posesión de la Diócesis de Málaga en una multitudinaria celebración en la que estuvo acompañado por casi una treintena de obispos de toda España.
La Eucaristía en la que, además del ya citado arzobispo de Granada, Mons. Gil Tamayo, concelebraron los cardenales José Cobo, arzobispo de Madrid, y Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, el arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello, y el ya obispo emérito de Málaga, Mons. Jesús Catalá, entre otros muchos, contó con la participación de en torno a 3.000 personas, contando con la mayor parte del clero local. Desde las diócesis de Teruel-Albarracín y Huesca vinieron dos autocares cargados de sacerdotes, vecinos y amigos, a los que hay que unir una representación de las distintas iglesias no católicas presentes en la Diócesis y muchos miles que siguieron la ceremonia, en directo, a través de distintas emisoras de radio y televisión.
La primera homilía de Mons. Satué como obispo en la Catedral de Málaga giró en torno a tres llamadas: la humildad, la coherencia y la misión, «tres actitudes –afirmó– que, con la ayuda de Dios y la vuestra, quisiera cultivar tanto en mi vida personal como en la comunidad eclesial».

HUMILDAD
En cuanto a la primera llamada, la de la humildad, el obispo de Málaga señaló que «No tengo mejores palabras para presentarme ante vosotros, hermanos y hermanas de Málaga y Melilla. Vengo tal como soy: un hombre nacido en una familia humilde, grande de estatura, pero pequeño por mis limitaciones y pecados, porque tropiezo a menudo en la misma piedra. Y precisamente por ello, un creyente agradecido por haber experimentado, una y otra vez, la misericordia de Dios» y, recordando el testimonio del papa Francisco, manifestó que «sólo una Iglesia que renuncia al triunfalismo y deja de mirarse a sí misma, para poner en el centro a Dios, que nos envía a aliviar el sufrimiento de las personas más vulnerables y a buscar el bien de la humanidad, puede abrir caminos de encuentro con Jesucristo».
En este sentido, encomendó a Santa María de la Victoria «nuestra Iglesia diocesana de Málaga respire humildad en sus celebraciones y en el ejercicio de la caridad, en el anuncio de la Buena Noticia y en la denuncia profética de las injusticias, y también en los momentos en que, aunque nos cueste, debamos reconocer nuestros errores». Como ejemplo de vivencia de esta humildad, recordó a su predecesor como obispo de Málaga, San Manuel González que «ha inspirado la espiritualidad de su clero y ha configurado su Seminario» y quien «en su amor a Cristo Eucaristía descubrió la grandeza de lo pequeño, la fuerza de lo escondido y la verdad de una vida entregada sin buscar protagonismo».

COHERENCIA
Con respecto a la llamada a la coherencia, Mons. Satué invitó a los fieles a pasar de las palabras a la acción en ámbitos como la oración, la sinodalidad o el cuidado de la Creación, porque «no hay nada más elocuente que un cristiano que vive con sencillez, con alegría y con verdad lo que predica». Para mostrar un modelo de esta vida cristiana volvió a recordar el episcopologio malagueño, esta vez destacando la figura del cardenal Ángel Herrera Oria, que «fue un ejemplo de coherencia de vida, tanto en su etapa como laico comprometido como en su vocación sacerdotal y episcopal. Vivió con integridad cada una de sus convicciones, sin separar la fe de la vida pública ni la doctrina social de la acción concreta, con una unidad de vida que lo hizo testigo creíble para su tiempo».
También puso como ejemplo concreto de coherencia a beatos malagueños como la Madre Petra de San José, la beata Madre Carmen del Niño Jesús, el beato Tiburcio Arnaiz o al siervo de Dios José Gálvez Ginachero.

MISIÓN
Sobre la última llamada, la de la misión, D. José Antonio explicó que es la que da sentido a las anteriores: «No podemos, por tanto, permitirnos ser una Iglesia autorreferencial, encerrada en sí misma, preocupada solo por sus necesidades y problemas. No hemos sido llamados para optimizar recursos ni para mejorar nuestra imagen, mucho menos para proteger privilegios. Nuestra vocación no es conservar espacios, sino promover procesos de liberación, de justicia y santidad, especialmente entre las personas marginadas en las afueras de la sociedad y de la Iglesia. Sólo así, “todos, todos, todos” nuestros hermanos y hermanas podrán experimentar la ternura de Dios y su salvación».
Para personificar esta llamada a la misión, buscó de nuevo el ejemplo de un obispo histórico de Málaga, recurriendo esta vez a José Molina Lario quien, al igual que él, fue obispo de Albarracín antes que de la diócesis malacitana y que, una vez aquí, «fomentó el arte, dialogó con la cultura y financió mejoras en infraestructuras y servicios». De él destacó que encarnó «aquellas palabras del papa Francisco en Evangelii Gaudium: «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades»».
Y concretando cómo imitar su ejemplo, señaló que «en esta tierra próspera de Málaga también hay heridas: soledad, pobreza, adicciones, violencia, inmigrantes explotados, jóvenes sin rumbo, familias rotas… Ante esta realidad, las parroquias junto a las Hermandades y Cofradías y otras realidades eclesiales, deberíamos ponernos en camino».
Mons. Satué se encomendó finalmente a su paisano, el diácono San Lorenzo, cuya imagen es una de las que adorna el nivel superior de la capilla mayor de la Catedral, pidiéndole «que me acompañe, por lo menos hasta que coja confianza con sus amigos: nuestros patronos San Ciriaco y Santa Paula».

Desarrollo de la celebración
Además de la numerosa presencia de obispos y sacerdotes, la representación institucional también fue muy concurrida, contando con la asistencia, entre otras muchas autoridades civiles, militares, judiciales y académicas de Francisco de la Torre, alcalde de Málaga; Patricia Navarro, delegada del Gobierno de la Junta de Andalucía; José Francisco Salado, presidente de la Diputación Provincial; Ramón Boria, director general de Asistencia Sanitaria del Gobierno de Aragón; Juan José Imbroda Ortiz, presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla; Daniel Pérez, portavoz de PSOE en el Ayuntamiento; Javier González de Lara, presidente de la Confederación de Empresarios de Málaga y de Andalucía; Fernando Giménez Barriocanal, vicesecretario General de Asuntos Economicos de la CEE; Manuel Domínguez, presidente de la Fundación Bancaria Unicaja; Isidro Rubiales, CEO de Unicaja; Sergio Corral, director General de la Fundación Bancaria Unicaja; Juan Ignacio Zafra Becerra, director territorial de Andalucía de CaixaBank; Eduardo Pomares, director nacional de Instituciones Religiosas del Banco Santander; Santiago J. Portales, director nacional de Instituciones Religiosas del Banco Sabadell; Gonzalo Otalecu, director de la Fundación Málaga.
Del ámbito de las hermandades y cofradías acudieron los presidentes de las agrupaciones de cofradías de Semana Santa de Málaga y de Hermandades de Gloria, así como los hermanos mayores de la Congregación de los Santos Patronos y de la Hermandad de la Victoria.
Unos minutos antes de las 11, una comitiva compuesta por el obispo electo, el obispo administrador apostólico, el arzobispo metropolitano, el representante de la nunciatura, el sacerdote Mons. Roman Walczak, los cardenales Omella y Cobo, el presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Luis Argüello, el secretario general y el Colegio de Consultores salió desde la puerta del Palacio Episcopal en la Plaza del Obispo y se dirigió hacia la puerta principal donde fueron recibidos por el Cabildo Catedralicio.
Tras venerar Mons. Satué el Lignum Crucis que le ofreció el deán de la Catedral y asperger con agua bendita a sí mismo y a los presentes, el cortejo hizo entrada en el primer templo de la Diócesis, abarrotado ya de malagueños y fieles provenientes de las diócesis de Huesca y Teruel, mientras el coro cantaba “Ecce sacerdos magnus”, obra del sacerdote diocesano y músico fallecido en 2019 Padre Manuel Gámez López, un clásico en los recibimientos de los obispos desde que se compuso para D. Antonio Añoveros.

La comitiva continuó su recorrido hasta la capilla de la Encarnación para adorar al Santísimo. Después de unos instantes de oración, se dirigieron a la sacristía para revestirse.
Tras la procesión de entrada, que presidió Mons. José María Gil mientras la asamblea cantaba “Pueblo de Reyes” y su saludo a la asamblea, Mons. Catalá, como administrador apostólico, dirigió unas palabras de acogida a los asistentes y especialmente al nuevo obispo a quien deseó un gozoso y fecundo pastoreo: «Querido hermano José Antonio –dijo– la comunidad cristiana malacitana te acoge con gran afecto y alegría, como pastor que viene en nombre del Señor. Acogemos también con gozo a quienes te acompañan en este día: familiares, amigos, fieles de tus Diócesis, Teruel y Albarracín; y todos aquellos, venidos de fuera, que han querido celebrar hoy la fe con nosotros. Damos gracias a Dios por el regalo de tu persona y de tu ministerio episcopal, que hoy comienzas en estas tierras, bañadas por el mar Mediterráneo».
A continuación, el representante de la nunciatura, Mons. Roman Walczak, leyó un mensaje en nombre del Santo Padre en el que León XIV le deseaba «que la Madre de Dios le asista siempre. A ella le pedimos que, mirando el bien de esta parte del pueblo que adquirió su hijo con su preciosa sangre, le otorgue, Mons. José Antonio, gracias escogidas, para que tenga una fecunda y feliz misión a mayor gloria de Dios y edificación de esta diócesis de Málaga».
Seguidamente, el arzobispo de Granada pidió que se presentasen al Colegio de Consultores las Letras Apostólicas por las que el Papa proclama a Mons. Satué Obispo de Málaga y, acto seguido, pidió que un diácono les diera lectura en presencia del canciller de la curia, que levantó acta.
Tras una aclamación, el arzobispo invitó al obispo electo a sentarse en la cátedra y le entregó el báculo simbolizando la sucesión apostólica y la continuidad pastoral, lo que se celebró con un gran aplauso por parte de los presentes y el repique de campanas de la Catedral.
Mons. Satué presidió desde ese momento la Eucaristía. Antes del canto del Gloria, no obstante, fue saludado por el deán en señal de respeto al nuevo obispo y, a continuación, una representación de la Iglesia diocesana se acercó para saludarle y manifestarle en nombre de todos su obediencia y reverencia.
La representación estuvo compuesta por el sacerdote mayor del presbiterio malagueño, Francisco Martín; el sacerdote más joven, José Ignacio Postigo; el seminarista Cristian Carrasco, miembros del Consejo Pastoral Diocesano, un matrimonio con sus hijos, un religioso y una religiosa.

El canto fue animado por distintas agrupaciones musicales y solistas. A lo largo de la celebración además del organista Antonio del Pino, intervinieron el coro de la Catedral y coralistas de la diócesis. Interpretaron, entre otros, el Aleluya de Marco Frisina y el Sanctus y Agnus Dei con el gregoriano de la Missa de Angelis y polifonía de José María Álvarez.
El salmo, compuesto para esta ocasión por Antonio del Pino fue cantado por la joven Beatriz Jiménez-Villarejo, perteneciente al coro de la Catedral.
Durante la comunión, el grupo Mediterráneo interpretó una malagueña sobre la Eucaristía y, por alegrías, un tema que evoca la aparición del Resucitado en el lago y su conversación con Pedro. Ambas composiciones son obra del sacerdote y músico malagueño Francisco Castro.
Asimismo, el delegado de Pastoral Gitana de Granada, José Emiliano Rodríguez Amador y familia, cantaron en el ofertorio y la Salve Gitana con la que concluyó la Eucaristía.
Finalizada la Misa, Mons. Satué fue saludado en el presbiterio por sus hermanos en el episcopado y, posteriormente, recorrió las naves de la Catedral saludando recibiendo el cariño de todos los malagueños.
Se repartieron 3.000 libretos de la celebración y otros tantos recordatorios con la explicación del lema episcopal de Mons. Satué «Como tú y contigo» acompañado con una oración alusiva.