Mons. Aurelio García: «En la liturgia, el papa Francisco nos está pidiendo cambiar el ‘yo’ por el ‘nosotros’»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Mons. Aurelio García (Pollos, Valladolid, 1965), obispo subsecretario del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ha visitado Ronda y Málaga recientemente y ha manifestado haber quedado impresionado por «el gran patrimonio espiritual» que ha encontrado en esta Diócesis.

¿A qué debemos tan grata visita?

La invitación que me hizo una familia amiga para presidir unas confirmaciones en Ronda, con el buen parecer del obispo de esta Iglesia de Málaga, D. Jesús, con quien me une una grata amistad desde hace mucho tiempo, ha sido la oportunidad para venir a visitaros.

A pesar de que ha sido una estancia relámpago ¿qué impresión se lleva de nuestra Diócesis?

Me ha alegrado mucho descubrir la raíz cristiana que hay en estas tierras. Ciertamente estamos en un mundo secularizado, pero aquí he visto una tierra cristiana que ha tenido y sigue teniendo una gran significación eclesial, como se puede ver por las numerosas iglesias o por la fuerza de las cofradías. Me llaman la atención los detalles cristianos que hay en las calles: los altares, las cruces… Todo esto habla de un patrimonio, no solo artístico –que es quizá lo que más aprecia la gente hoy día–, sino espiritual, que deberíamos valorar y recuperar. 

Ha podido celebrar el Jubileo junto a las descalzas de Ronda y contemplar las pinturas de Raúl Berzosa, autor de numerosas obras para el Vaticano, en el oratorio de las Penas, en Málaga. ¿Qué impresión se ha llevado? 

Ha sido un grato momento poder unirme a las carmelitas descalzas de Ronda en las celebraciones del centenario de su fundación. No solo por la conversación con las hermanas, sino por el propio clima espiritual y humano que se ha generado entre los fieles en la Eucaristía que hemos celebrado. Sobre la Casa Hermandad de las Penas tengo que decir que me ha sorprendido. Yo ya conocía las pinturas del oratorio por fotografías, pero he de reconocer públicamente que me ha impactado el precioso y hermoso trabajo que ha hecho el pintor Raúl Berzosa y la ilusión de la cofradía al abordar esta propuesta de un programa artístico moderno. Cuando parece que todo esto es patrimonio del pasado, ellos han demostrado que no, que también podemos hacer cosas bellas en el presente. Creo que la fe puede ayudar mucho a la belleza, porque hay una relación íntima entre ambas. La fe crea belleza. 

Dejemos de hablar de nosotros y hablemos un poco de usted ¿En qué consiste su trabajo como secretario de un dicasterio como el del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos? 

Más que un trabajo es un servicio eclesial al ministerio petrino del Papa Francisco. Para poder ejercer este ministerio, el Papa se sirve de diferentes organismos. Uno de ellos es el Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que vela por la promoción y custodia de la reforma litúrgica del Rito Romano en todo el mundo. Es una labor enorme, sobre todo para hacer posible que el Pueblo de Dios, los fieles, puedan celebrar el misterio de Cristo como quiere la Iglesia. Trabajamos en la preparación de los textos de la Sagrada Escritura, que forman parte de los leccionarios para ser proclamados en numerosas lenguas, así como con otras muchísimas cosas como los calendarios de todas las diócesis y congregaciones, las coronaciones de la Virgen, las basílicas menores, los nuevos textos que hay que componer para los nuevos beatos, pero sobre todo con la traducción de los libros litúrgicos y la adaptación de los mismos a las diferentes culturas de todo el mundo. 

Cuando el Papa lo nombró, hace ya casi tres años, ¿le hizo alguna encomienda especial?

La misión que me encomendó es la propia del dicasterio, es decir, ayudar a que el pueblo de Dios pueda captar la belleza y profundidad de la celebración litúrgica. Pero quizá hay una llamada especial para este momento, en el que vemos en algunos fieles cierta confusión en la liturgia. Uno de los problemas, por ejemplo, fruto del momento cultural actual, es el del individualismo. La cultura de hoy es muy individualista, es decir: “lo que yo quiero”, “lo que a mí me gusta”, “lo que yo decido”. Y parece que cada uno puede decidir lo que le gusta en la liturgia. Frente al “yo”, el Papa nos está pidiendo el “nosotros” de la comunidad. La liturgia no la puedes crear tú, tú no eres el dueño de la liturgia, no te pertenece a ti, pertenece a la Iglesia y a una sabia tradición multisecular. Entonces, ¿cómo ayudar al pueblo de Dios a no crear su liturgia a su imagen y semejanza, sino a acoger la liturgia de la Iglesia que se le ofrece a través de la Eucaristía, los sacramentos, los sacramentales o la liturgia de las horas? Individualismo y subjetivismo son dos peligros en la liturgia que van muy parejos, porque están en la cultural actual y se meten también en el corazón de los fieles católicos.

¿Y cómo hacerles frente?

Una de las cosas que nos ha pedido el Papa al dicasterio es que trabajemos mucho en la formación litúrgica. Es decir, hay personas que sin formación ninguna y sin iniciación casi a la vida cristiana están tomando decisiones que no les competen. Francisco dice que este tipo de excesos tienen que ser corregidos, no con normas, no con decretos del obispo, sino por la convicción personal a través de la formación. Por eso, en su carta apostólica Desiderio Desideravi, sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios, el Papa recuerda a toda la Iglesia, empezando por sus pastores, la necesidad de una seria y vital formación litúrgica. Es algo que nos tiene que hacer pensar y cuestionar sobre lo que estamos haciendo. 

¿Cómo puede reflejar la liturgia, la alegría del Evangelio que promueve el Papa Francisco?

Si la liturgia celebra el misterio de Cristo muerto y resucitado, la propia liturgia es el canal de la gracia del Señor. Y la gracia del Señor porta la alegría del Evangelio. Hay mucha gente que se admira por el saber teológico y el estudio. Y es verdad que la teología es muy importante, porque reflexiona sobre el misterio de Dios, pero tenemos que caer en la cuenta de que la liturgia hace presente ese misterio de Dios. La teología reflexiona, pero la liturgia lo hace presente. Y, por eso, es muy importante participar en la liturgia, porque el que participa escuchando la Palabra de Dios y comulgando el Cuerpo y Sangre de Cristo, recibiendo los sacramentos, recibe la alegría de Cristo resucitado, la gracia de Dios que te infunde vida. A veces, en situaciones de muerte, la liturgia es sanación, la liturgia es vivificación, la liturgia es cristificación de los fieles, y eso llena de alegría. No en vano, ¿cuáles son las primeras palabras de Cristo resucitado?: «Paz a vosotros». O sea, la presencia de Cristo resucitado infunde paz a la comunidad apostólica. Y prosigue el Evangelio: «Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor». Si la liturgia hace presente a Cristo resucitado, el misterio pascual de Jesucristo infunde alegría, infunde paz, porque comunica la gracia de Dios. 

¿Y cómo hacer cercana la liturgia a los jóvenes? Algunos piensan que es aburrida y tratan de atraerlos con celebraciones muy vivas o con muchos cantos; sin embargo, últimamente tienen mucho éxito las vigilias de silencio y adoración…

Estamos siempre entre dos peligros. Por un lado, la espectacularidad, los que quieren convertir la liturgia en un show, en un entretenimiento, y para entretener a la gente no podemos competir con el mundo digital; y, por otro lado, el intimismo personal y subjetivo del que hablamos antes, es decir, el que lleva a vivir la liturgia como una devoción privada personal de Dios conmigo y mía con Dios. Son dos excesos y son dos peligros. 

¿Cuál es la clave entonces?

Recuerdo, muchas veces, un escrito del Papa Pablo VI que es el documento eclesial, después de la Biblia, que más ediciones ha tenido en el siglo XX: Evangelii nuntiandi. En él se plantea Pablo VI la cuestión de cómo evangelizar el mundo de hoy. Y en el fondo plantea, -lo explico muy resumidamente- que el primer paso es anunciar a Jesucristo; porque estamos dando por supuesto que la gente conoce a Jesucristo y no es así. A ese anuncio de Jesucristo algunos responderán que no les interesa, pero otros dirán que sí, que les interesa. ¿Cuál es el siguiente paso?, dice el Papa Pablo VI: empezar un camino de catecumenado, una iniciación a la vida cristiana. No me estoy refiriendo solo a catequesis teóricas como si fueran una clase, no. No solo es una cuestión de saber, sino de vivir. Hay que enseñar cómo se vive en cristiano, no solo saber cosas sobre el cristianismo. Hay que iniciar a la vida cristiana, como condición previa para participar en la liturgia. Primero hay un anuncio, después un catecumenado, una iniciación y, cuando la persona está ya iniciada, puede participar en la liturgia. 

Y por eso decimos que se aburren…

Claro, porque estamos invitando a los jóvenes a que vayan a Misa sin entender absolutamente nada. Se aburren porque no comprenden nada, porque falta una iniciación a la liturgia. A veces estamos pidiendo a la liturgia algo que no es de su competencia. Le estamos pidiendo que responda a cuestiones que son previas. El problema generalmente no es la liturgia, sino la falta de fe, una crisis de fe. Si los jóvenes no tienen fe, no pueden comprender la liturgia y, por eso, tratamos en vano de entretenerlos con cantos, shows y proyecciones. Mi opinión es que la liturgia tiene que ser lo que tiene que ser. Para llegar a la liturgia hace falta fe. Si no, no se comprende: se asiste a la liturgia, pero no se vive la liturgia.

Nuestro mundo secularizado necesita, no obstante, de la liturgia y crea sus propios ritos para uniones civiles por ejemplo o funerales laicos tomando muchos elementos de la liturgia cristiana. ¿Qué podemos ofrecerles?

Para responder a esta pregunta, voy a recurrir a Cristo. ¿Qué hacía Cristo? Anunciaba el Reino de Dios con palabras y, por otro lado, comunicaba la salvación de Dios a través de gestos: los milagros, especialmente a los más necesitados. Cristo transmitió esta misma misión a los apóstoles. Les dijo: «Perdonad», «expulsad demonios», «haced esto en conmemoración mía»… Y los apóstoles han hecho lo que les mandó el Señor hasta hoy. La liturgia prolonga las palabras y los gestos salvadores del Señor para la gente de hoy. 

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