María Dolores Gámez, catequista: «Tenemos mucho que aprender de los niños»

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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

María Dolores Gámez tiene 53 años, padece esclerosis múltiple y cuida de su madre, enferma de Alzheimer. Estas circunstancias no le han impedido seguir desarrollando su labor como catequista, que realiza desde hace 23 años. «Cuando me detectaron la enfermedad, a los niños a los que doy catequesis se les saltaron las lágrimas… Siempre pedían por mí. Ese momento se me ha quedado grabado para siempre».

Su pueblo es Alameda, en la comarca norte de Antequera. Casada y con tres hijos, ofrece un auténtico ejemplo de vida. «Ahora empiezo un nuevo curso de catequesis para madres, por mi enfermedad me resulta más fácil atenderlas a ellas que a los niños. Con la catequesis tú recibes mucho más de lo que das, y yo estoy muy orgullosa de todo aquello que he aprendido».

Son incontables los grupos de menores a los que María Dolores ha evangelizado a lo largo de su vida. «He tenido grupos de 18 y de 12 niños. Tenemos mucho que aprender de ellos, de su ilusión y de su inocencia. Se quedan con la boca abierta con lo que tú les estás explicando, aprenden rápido cuando se les dice que tienen que compartir… Los mayores siempre cuestionamos más las cosas; los niños, en cambio, reciben tus palabras con el corazón abierto».

«ÉL SIEMPRE HA LLAMADO A MI PUERTA»

María Dolores recuerda cómo se inició en su experiencia de catequista. «Mi niño iba a hacer la comunión, me citaron a una reunión para la catequesis, de ahí tenían que seleccionar a las madres y yo fui una de las elegidas». A partir de ahí comenzó una etapa que cambiaría significativamente su vida. «Yo no era mucho de Iglesia, pero Dios me llamó y yo respondí. Él ha sido siempre muy paciente y constante conmigo, siempre ha estado llamando a mi puerta».

María Dolores asegura que su fe ha sido el principal sostén para afrontar su enfermedad: «Dios me ha ayudado mucho. Gracias a él estoy sobrellevándolo todo muy bien. La esclerosis me ha afectado sobre todo a la movilidad de una pierna, pero lo voy soportando perfectamente». Y aquí radica el gran mérito de María Dolores: el ser, pese a su enfermedad, cuidadora de su madre, a la que prodiga toda clase de atenciones y mimos. «Yo creo que Dios sabe que mi madre me hace falta. Si ella no estuviese a lo mejor, por mi enfermedad, yo me pasaría todo el día sentada en el sofá, pero me obligo a levantarme porque tengo que cuidarla. Me encargo de ponerle de comer, de lavarla y, ¡cuando la peino yo la veo tan bonita!».

«CUÁNTAS PERSONAS BUENAS PONE EL SEÑOR EN MI CAMINO»

Los hijos de María Dolores tienen 31, 29 y 22 años. La hija, que es la mediana, ya está casada. Los otros dos aún viven en casa con ella y se quedan con la abuela cuando María Dolores tiene que asistir a catequesis. María Dolores no esperaba nuestra llamada para contar su labor en estas páginas, por eso no oculta su emoción. «El otro día, cuando me llamaron para esta entrevista, no me lo esperaba ¡me pasé un rato llorando! Me hicisteis sentirme importante y ¡yo soy más normalita!. Me emocioné muchísimo. Cuántas personas buenas pone el Señor en mi camino».

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