El tiempo de Navidad nos lleva hasta la fiesta del bautismo del Señor, que celebraremos el domingo 7 de enero. Este tiempo de alegría y esperanza por la Nacimiento del Señor se celebra en todos los rincones de la diócesis. ¿Cómo lo viven en un monasterio de clausura?
Belén Jiménez es la superiora del Monasterio de San José de las Carmelitas Descalzas, en Málaga capital y explica que «la Navidad no aparece de golpe en el Monasterio, la hemos ido preparando cuidadosamente durante todo el tiempo de Adviento: en la oración, en la celebración de la Eucaristía y de la liturgia de las horas, en la lectura “despaciosa” de la Palabra, en el cuidado de los hermanos que nos pueden necesitar, y también la hemos preparado decorando la casa, poniendo un Nacimiento en este rincón, un Niño Jesús en aquel otro… En nuestra comunidad hay una hermana a la que eso de ambientar el convento se le da especialmente bien. Y para Navidad se esmera. Los dos belenes más importantes son el de la iglesia y el de la sala donde nos reunimos a diario. Son sencillos, con figuras de distinto tamaño, muy “caseros”».
El tiempo de Navidad comenzó en el monasterio en la tarde del 24 de diciembre «con el rezo de las Primeras Vísperas. Después de cantar el himno, bendijimos el pesebre de la iglesia y colocamos al Niño Jesús y, con mucha emoción, continuamos la liturgia. Seguimos con la procesión “pidiendo posada” que, desde la celda de la priora, va recorriendo los distintos belenes de la casa. La Misa de Nochebuena es el centro de nuestra celebración. Los cantos, el beso a la imagen del Niño, la felicitación de las personas que nos acompañan, el recuerdo de los que este año faltan… y, sobre todo, la comunión de ese mismo Jesús, que sigue viniendo cada día y se nos entrega en el pan consagrado», explica Sor Belén.
Y llegados al momento de la cena de Nochebuena, habrá quien piense que las religiosas no preparan nada especial, pero no es así. La superiora relata que «la cena de Nochebuena es una cena de verdad, con dos platos, postre, dulces y una copita para brindar. Y después subimos a la sala de recreación y delante del Belén nos quedamos cantando villancicos hasta… que el sueño nos puede», pues es día de fiesta grande.
«La liturgia de este tiempo es muy rica, tanto las oraciones como las lecturas propias ayudan a vivir una singular experiencia interior», añade la superiora, «son los textos que van marcando nuestra vivencia de estos días. Porque la Navidad no termina con la comida del 25, es un tiempo que se extiende hasta el día del Bautismo del Señor, para que vayamos degustando la riqueza del Misterio de la Encarnación, transmitida por la tradición viva que se nutre de la fe de tantos siglos de creyentes».