«Laudato si’ ha tenido ya un gran impacto. No es papel mojado»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

En el Día Mundial del Medio Ambiente, hablamos con Jaime Tatay, jesuita valenciano, ingeniero de Montes y licenciado en Teología, que forma parte del sector de Ecología del Apostolado Social de la Compañía de Jesús en España y ha visitado Málaga para ahondar en la encíclica de Francisco.

¿Qué novedad aporta la Laudato Si’ a la reflexión de la Iglesia sobre el tema de la ecología?
La principal es que Francisco recoge muchos elementos que ya estaban en la tradición y en el magisterio de la Iglesia. En ese sentido, la encíclica no es tan novedosa como algunos se piensan, porque desde Pablo VI ya, y luego sobre todo con Juan Pablo II y Benedicto XVI, la Iglesia, no sólo los Papas sino a través de conferencias episcopales o el Pontificio Consejo Justicia y Paz, había ido posicionándose ante muchos problemas ecológicos: el agua, la escasez de recursos, la contaminación, el cambio climático… Quizás la novedad es que ha recogido y ordenado todos esos elementos en un solo documento, de mayor autoridad, y junto a eso, ha puesto de relieve que no podemos hablar de cuestiones sociales por un lado y de los problemas ambientales, por otro. Como dice en el n. 139, solo podemos hablar de una problemática ecológica y social, una crisis socio-ambiental. Es muy importante que eso se explicite.
¿Por qué es indispensable su lectura?
Es importante leer este documento como ciudadanos, independiente del credo, y luego como creyentes. Como ciudadano, porque se abordan muchas cuestiones que nos afectan a todos, independientemente de nuestra opción política, de nuestra fe, etc… y ofrece una visión muy completa de los problemas económicos, culturales que hay detrás de la crisis ecológica. Para cualquier ciudadano informado y preocupado por estas cuestiones, es relevante. Y luego, como creyente, admite un segundo nivel de lectura. Era una asignatura pendiente en la Iglesia, que sí había escrito grandes documentos sobre la guerra, sobre la desigualdad económica entre el norte y el sur, sobre los problemas de los trabajadores, pero ésta era una cuestión que había quedado un poco en el margen. Como creyentes, es fundamental que esto lo vivamos como parte de nuestra tradición y conectado con nuestra propia experiencia espiritual, no es algo ajeno a nuestra fe sino que forma parte del núcleo de la misma: el cuidado de la creación.
Como estudioso del tema, ¿qué le ha movido de un modo especial?
A nivel intelectual, la visión panorámica o integral de los problemas que aborda. Tenemos análisis parciales (de economistas, biólogos, políticos, teólogos, filósofos) lo que constituye uno de los dramas de nuestra época, la especialización excesiva en ámbitos de conocimiento muy pequeños, y a mi juicio, una de las contribuciones de la encíclica es ofrecer una visión que integra todos esos análisis parciales, especializados, y lo hace con un lenguaje muy accesible. Y además, entrelaza muy bien esas visiones de la problemática en esa ecología integral, que es una de las propuestas de la encíclica. Y como creyente y ciudadano, la llamada a cambiar a nivel personal, a esa conversión. Creo que esa es la gran invitación y contribución de esta encíclica.
¿Ha influido ya este documento a nivel global y local, o se corre el riesgo de que se quede en el papel?
El documento ya ha tenido un gran impacto, incluso me atrevería a decir que más fuera que dentro de la Iglesia. El año pasado, las cumbres internacionales celebradas sobre el clima, los objetivos de desarrollo sostenible, el clima… y en ellos se percibió que el documento del Papa había tenido una cierta influencia. No es papel mojado. Lo que sí es verdad es que existe el riesgo de pasar de largo, como ocurre con cualquier pronunciamiento del ámbito que sea. Por eso, es responsabilidad de la comunidad católica no dejar de difundirlo, porque el tema de fondo está ahí y es una problemática que están ya sufriendo millones de personas, que sufren los efectos de la deforestación, de las sequías… si utilizamos este recurso que tenemos ahora para que la comunidad católica se movilice y siga transformando la sociedad.
¿Estamos a tiempo de despertar a esa llamada urgente de la Madre Tierra?
Estamos obligados a responder que sí, porque si no, apaga y vámonos. Es cierto que algunos problemas parecen irreversibles, como por ejemplo la pérdida de biodiversidad, que se estima que llevamos perdido el 20% en los últimos cincuenta años, o el clima, donde los expertos afirman que parte del daño ya está hecho, que los gases de efecto invernadero ya están en la atmósfera. Por tanto, hay una cierta tentación de caer en el derrotismo, y eso desactiva, desanima… el reto, a mi juicio, es mantener una mirada lúcida, consciente y preocupada de los problemas, incluso de la gravedad de estos, pero estar abiertos a la esperanza, porque eso es lo que nos permite seguir transformando este mundo para que sea habitable para todos.

Ana María Medina

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