Funeral del Rvdo. D. Juan González Arrabal (Cementerio-Málaga)

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Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el funeral del Rvdo. Juan González Arrabal en el Cementerio de Málaga el 19 de agosto de 2012.

FUNERAL DEL RVDO. JUAN GONZÁLEZ ARRABAL

(Cementerio-Málaga, 19 agosto 2012)

Lecturas: Prov 9, 1-6; Sal 33; Ef 5, 15-20; Jn 6, 51-58.

1.- Estamos celebrando en este XX Domingo de Tiempo Ordinario el Misterio Pascual de Jesús en favor de nuestro hermano Juan, sacerdote, cariñosamente llamado por todos nosotros “Juanini”.

El Señor nos invita en esta Eucaristía a que asimilemos el alimento doble que Él nos da.

El Libro de los Proverbios y la Carta a los Efesios de Pablo tocan un mismo tema: un alimento que va en relación directa con el Espíritu Santo. Dios Padre prepara un gran banquete en el Espíritu y mediante el Hijo. Digamos dos aspectos de este hermosísimo banquete.

2.- El primer aspecto del banquete. El libro de los Proverbios nos recuerda que la Sabiduría, que puede referirse en el Nuevo Testamento a Cristo, ha preparado un gran banquete: ha mezclado el vino, ha hecho matanza y ha invitado desde lo alto a todos los puntos cardinales de la Ciudad. Dios invita a todo el mundo, de todos los tiempos. Nos invita también a nosotros. En ese gran banquete invita sobre todo el Señor a los faltos de juicio, a los que viven de una manera simple, no sólo en el sentido de humildad, sino de simplicidad de mente. (cf. Prov 9, 1-4).

«Venid y comed». ¿Qué es lo que ofrece? Ofrece inteligencia y ofrece sabiduría (cf. Prov 9, 6). Ofrece un primer banquete, el del Espíritu, el de los dones del Espíritu: la sabiduría, la prudencia, la sensatez, la sintonía con el Señor, con la Luz. Esto hace referencia a nuestro bautismo. El Señor nos invitó a este banquete regalándonos la luz de la fe.

            Hemos encendido antes el Cirio Pascual delante de los restos mortales de nuestro hermano Juan. Ahí empezó él, igual que nosotros, ese camino, esa participación en el banquete de la fe, del amor, de la esperanza. La participación en la sabiduría de Dios. El Señor nos invita a saborear su vida, a degustarla (cf. Sal 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor). También en la dimensión inteligente.

3.- Pablo, en la carta a los Efesios, en la línea del libro de los Proverbios, dice: «no seáis insensatos» (Ef 5, 17a), sed sensatos, sed sabios con la sabiduría de Dios. «No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje» (Ef 5, 18a). ¿Qué hay que hacer? ¿Qué hace el sabio, el que sintoniza con la sabiduría de Dios? «Recita salmos, himnos y cánticos inspirados» (Ef 5, 19a), canta los salmos de la Biblia, reza con los símbolos bíblicos, reza con la Palabra de Dios, canta la salmodia desde su corazón hasta Dios, da gracias continuamente por todo (cf. Ef 5, 19b- 20).

Eso es lo que hacemos los cristianos, eso es lo que hacéis de una manera visible las Comunidades Neocatecumenales con vuestros cantos alegres, profundos, bíblicos, usando la Palabra de Dios, no usando solo los sentimientos que puedan nacer sólo de nuestro corazón. Es mejor, que le cantemos al Señor como Él quiere que le cantemos, usando sus palabras, expresando los miso sentimientos que el Espíritu inspira en nuestros corazones.

Ese es al primer banquete al que el Señor Dios Padre nos invita en el Espíritu. Participemos de esa sabiduría de Dios, de esa prudencia, de esos dones del Espíritu. Hagamos nuestra, desde el bautismo, la vida divina. Ese sería el resumen.

4.- El segundo banquete al que nos invita está vinculado más directamente con Jesucristo. Jesús ha regalado su cuerpo y su sangre. Es curioso que Juan, siendo judío, diga nada más que en estos tres o cuatro versículos repita cuatro veces “comed mi carne”, sarx, esto repele a los judíos. Comer la carne es comer a una persona. Carne es equivalente a la persona y la sangre es la vida. ¿Cómo se puede beber la sangre? ¡Es dejar al otro sin vida! Pues Juan repite cuatro veces carne y sangre, no es una analogía o una metáfora, es una realidad viva. Comer la carne de Cristo encarnado, la encarnación. Beber su sangre derramada como amor a los hombres.

Esa otra parte del banquete que nos ofrece Cristo, por supuesto también en el Espíritu Santo, ¿qué nos da? Nos ofrece, según el mismo Juan, un alimento: «mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida» (Jn 6, 55). Necesitamos ese alimento para peregrinar en este mundo, es necesario, es imprescindible. No podemos vivir sin participar en el banquete. Los primeros cristianos decían: “sine dominica non posumus, sin celebrar el Domingo, sin participar en la Eucaristía dominical no podemos vivir, no se puede vivir como cristiano.

5.- Por tanto, en primer lugar, alimento. En segundo lugar, comunión con el Señor. «El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él» (Jn 6, 56). Una unión íntima, que nos va haciendo asimilar al mismo Jesús. Y en tercer lugar dice Juan: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día» (Jn 6, 54).

Este es el último proceso de nuestro hermano Juan. Él ha ido participando, ha ido alimentándose de la sabiduría de Dios a partir del bautismo, del alimento de Cristo en la Eucaristía. Se nos decía antes en la semblanza espiritual-sacerdotal los miles de misas que ha celebrado en el nombre de Jesucristo, bastaba una misa celebrada en el nombre de Cristo. Pero en su largo ministerio sacerdotal ha celebrado muchas eucaristías, ha participado de este banquete. Ahora, en esta Eucaristía que celebramos por él, pedimos al Señor que le conceda la vida eterna y la resurrección en el último día.

Esta es la oración de hoy por él. Y por cada uno de nosotros también para que cada uno de nosotros también nos animemos a participar de ese doble banquete: el de la sabiduría en el Espíritu, y el del cuerpo y de la sangre de Jesucristo en la Eucaristía.

Le pedimos al Señor que le dé la plena sabiduría, la plena luz, la verdad eterna, la paz eterna y que ahora viva ya contemplando cara a cara el Misterio de Dios.

A todos nosotros nos deseamos que sepamos seguir alimentándonos de esta sabiduría prudente de los dones del Espíritu, de la fe, la esperanza y el amor. Y sepamos también participar asiduamente de este banquete de la carne y de la sangre de Jesucristo. Que así sea.

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