Fiesta de la Sagrada Familia. Jornada por la Familia y por la Vida (Catedral-Málaga)

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, durante la Eucaristía celebrada en la Catedral con motivo de la Fiesta de la Sagrada Familia y la Jornada por la Familia y por la Vida

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA. JORNADA POR LA FAMILIA Y POR LA VIDA

(Catedral-Málaga, 26 diciembre 2021)

Lecturas: Eclo 3,2-6.12-14; Sal 127,1-5; Col 3,12-21; Lc 2,41-52.

Anunciar el Evangelio de la familia hoy

1.- La celebración hodierna de la fiesta de la Sagrada Familia está enmarcada por el Año “Familia Amoris Lætitia”, convocado por el papa Francisco con motivo del quinto aniversario de la publicación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia (AL), que el papa dedicó a la belleza y a la alegría del amor familiar. El año jubilar concluirá el 26 de junio de 2022, en el décimo Encuentro Mundial de las Familias en Roma con el Santo Padre.

El papa hace “una propuesta para las familias cristianas, que las estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia” (AL, 5).

Podemos contemplar, en esta Navidad, la encarnación del Hijo de Dios como un nuevo inicio en la historia de la humanidad, que tiene lugar en el seno de la familia de Nazaret, donde nació Jesús. El nacimiento de Jesús en una familia humana ha cambiado la historia de la humanidad.

Vivamos este misterio para poder anunciar el Evangelio de la familia a los hombres de nuestro tiempo.

2.- El libro del Eclesiástico, que hemos escuchado, invita a honrar y respetar a los padres: «Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y durante su vida no le causes tristeza» (Eclo 3,12).  

Los hijos deben cuidar y honrar a sus padres, aunque sean mayores y pierdan facultades: «Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él y no lo desprecies» (Eclo 3,13).

Cuando visito residencias de mayores resulta doloroso escuchar que alguna persona de dice: “Aquí estoy muy bien cuidada; pero tengo cuatro hijos y no vienen a verme”; y diciendo esto, se le caen dos lágrimas de sus ojos. ¿Qué hacemos con nuestros mayores? Necesitan amor, afecto, cariño.

El amor a los padres es una buena actitud que tiene su reconocimiento y sus frutos: un fruto es la reparación de pecados: «porque la compasión hacia el padre no será olvidada y te servirá para reparar tus pecados» (Eclo 3,14); otro fruto es la riqueza espiritual: «quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros» (Eclo 3,4); y otro fruto es la larga vida: «quien respete a su padre tendrá larga vida, y quien honra a su madre obedece al Señor» (Eclo 3,6).

3.- Pues, a pesar de estas buenas recomendaciones, en nuestra sociedad constatamos, y así lo dicen también los obispos de la Subcomisión episcopal para la Familia y la Vida (cf. Mensaje para la Jornada de la Sagrada Familia, Anunciar el Evangelio de la familia hoy, 2021), una desvalorización social del matrimonio y de la familia, cuya institución ha recibido duros ataques, para debilitarla y hacerla desaparecer en pro de una falsa libertad. 

Se pretende demoler la institución de la familia, para rebajarla a un simple acuerdo efímero de convivencia entre personas, mientras duren ciertos sentimientos; y cuando terminan esos sentimientos, termina la convivencia. Apoyar esta institución en tan débil base es destruir su fortaleza y quitarle su valor social y su aportación como célula base y fundamental en nuestra sociedad.

Además de debilitar a la familia basándola únicamente en efímeros sentimientos, existe otro elemento pernicioso consistente en llamar “matrimonio” a cualquier tipo de unión entre personas. De ese modo se vacía el contenido del “matrimonio”, cuya misión es la función y el don de la maternidad, generada solamente por la unión del varón y de la mujer. 

No debe llamarse “matrimonio” a cualquier unión entre personas, si no cumple la finalidad o la misión propia. Etimológicamente el término “matri-monio” significa “matris-munus”; es decir, el don de la maternidad, la función y la misión de la maternidad.

Las familias no pueden saciar su sed de Dios buscando «apagarla en propuestas alienantes o en un Jesucristo sin carne y sin compromiso con el otro» (Papa Francisco, Evangelii gaudium [EG], 89). 

4.- Los cristianos estamos llamados a valorar, sostener y defender la institución matrimonial desde el misterio de la Encarnación del Señor, cuya «la luz brilla en la tiniebla» (Jn 1, 5). 

La vivencia del misterio de la Navidad reanima nuestra esperanza y fortalece nuestra concepción de la familia, a ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret. De ese modo las familias cristianas pueden «construir hogares sólidos y fecundos según el plan de Dios» (AL, 6), convirtiéndose en verdaderos testigos. Cada familia cristiana es siempre una luz, aunque sea débil y pequeña, en medio de la oscuridad de nuestro mundo. 

Queridos matrimonios y queridas familias, que os mantenéis fieles a los principios cristianos, iluminados por la Luz de Cristo, vosotros sois sacramento permanente del amor de Dios y del amor de Jesucristo a su Iglesia, como dice san Pablo (cf. Ef 5, 32); porque vuestro amor solo se entiende desde la luz del amor del Padre, manifestado en Cristo Jesús (cf. Rm 8, 39).

5.- Es tarea urgente anunciar el Evangelio de la familia. Las familias cristianas estáis llamadas a proclamar el amor de Dios que se hizo hombre, murió por amor a nosotros en la cruz y nos trajo la salvación. 

El fundamento de la familia se encuentra en la misma Trinidad, en la que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se aman infinitamente. La familia cristiana se introduce en el misterio trinitario conociendo y viviendo el amor del Padre, la entrega del Hijo y la comunión del Espíritu (cf. AL, 59; 71; EG, 164; 169). San pablo nos recomienda por encima de todo el amor, «que es el vínculo de la unidad perfecta» (Col 3, 14). 

El anuncio del Evangelio de la familia debe ser integral, propositivo, hecho con alegría y con humildad, tal como nos ha exhortado san Pablo: «Así pues, como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia» (Col 3,12). 

Todo esto es necesario en el matrimonio y en la familia; estas actitudes son básicas para sostener la familia. Si solo busco mi propia felicidad, en vez de procurar la felicidad del otro, eso no es amor. La sociedad llama “amor” a algo que no lo es: la búsqueda individual de la propia felicidad, la simple búsqueda del placer propio.

El anuncio del Evangelio de la familia debe despertar «la adhesión del corazón con la cercanía, el amor y el testimonio» (EG, 42); debe hacerse a todas las familias y en todos los lugares y ocasiones (cf. EG, 23); debe suscitar y avivar la fe, invitando a la conversión y a un «crecimiento en el amor» (EG, 161). 

Todo matrimonio y toda familia debe crecer en el amor y no puede permanecer estancado; de lo contrario, si no crece, mengua y se descompone. Hay que seguir creciendo día a día, hasta la eternidad.

Todas estas acciones generarán familias nuevas, capaces de transformar el mundo.

Deseo felicitar a quienes celebráis el 25 o el 50 Aniversario de matrimonio. Celebrarlo es un regalo del Señor y un regalo que os hacéis el uno al otro. Y al mismo tiempo es un ejemplo para matrimonios jóvenes, que no acaban de aceptar que su matrimonio sea para toda la vida. Cuando ellos ven a otros matrimonios que llevan 25, 40, 50, 60 años con gozo y alegría es un estímulo y un gran ejemplo para ellos. ¡Manteneos firmes en el amor con alegría!

6.- Pidamos al Señor que sostenga a todas las familias, para que puedan vivir a ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret; para que anuncien con valentía el Evangelio de la familia; y para que renueven con su vida y ejemplo la institución familiar, enriqueciéndola e iluminándola a la luz de Jesucristo.

Nos comprometemos en estos días de Navidad a profundizar en la Palabra de Dios, también en familia, saboreándola y asimilándola para renovar nuestro compromiso bautismal y para transformar la sociedad en que vivimos.

Pedimos a la Virgen María, la madre del Señor, y a san José, su esposo, que intercedan por todas las familias y que sean para todos sus miembros un ejemplo de amor y de santidad. Amén. 

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