Cuando el cardenal Jorge Mario Bergoglio salió al balcón de la basílica de San Pedro bajo el nombre de Francisco, dejó claro al mundo qué tipo de pontificado iba a ejercer. Y es que, en el nombre elegido, el cristiano expresa su misión, expresa su ser.
Miguel Ángel Criado es el párroco de El Salvador de Málaga y profesor de Sacramentos de Iniciación Cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía) en el Seminario Diocesano. Según él, «el nombre define a una persona, lo que esa persona es. En la Sagrada Escritura encontramos numerosos personajes que tenían un nombre antes de que Dios los llamara y, una vez que recibieron la llamada y el envío del Señor, cambiaron de nombre: Abraham, Pedro, Pablo… En función de ese nuevo nombre, ellos tenían una tarea y adquirían una nueva identidad».
De ahí que, en 2.000 años de cristianismo, los creyentes hayan elegido nombres en los que encontrar una referencia a la fe. Sin embargo, el proceso de secularización en el que está inmersa la sociedad occidental hace que muchos padres olviden esta sana costumbre y acudan a bautizar a sus hijos con nombres paganos. «Desde el punto de vista de la Iglesia –recuerda Criado– lo único que recomienda el derecho canónico es que «procuren los padres, los padrinos y el párroco que no seimponga un nombre ajeno al sentir cristiano». Es concretamente el canon 855 y dice que es deseable, no obligatorio. No obstante, si eres cristiano, tienes hijos y deseas educarlos en la fe cristiana, lo propio es que les pongas un nombre de acuerdo con aquello que quieres que vivan, con aquello que van a ser. Van a ser cristianos, van a ser revestidos de la dignidad de hijos de Dios y eso implica un estilo de vida concreto».
Pero, ¿qué buscan los padres cristianos poniendo a su hijo el nombre de un santo? «El sentido es doble –detalla–: por una parte, se busca invocar la intercesión de ese santo, el santo del cual recibes el nombre; y al mismo tiempo, tomar como modelo la vida de ese hermano que nos ha precedido en la fe. Que en tu vida cristiana sea una referencia, un modelo para ir caminando en tu identificación con Cristo y en tu intención de hacer presente el Evangelio en medio del mundo. De ahí que sea costumbre usar nombres de apóstoles, de algún personaje bíblico del antiguo testamento y, en el caso de las niñas, especialmente, el de la Virgen María y sus numerosas advocaciones. También ha habido muchos santos que han marcado el devenir de la historia de la Iglesia y muchos padres, animados por ese modelo y conscientes de lo que a ellos mismos les ha aportado la vida cristiana, optan por ponerle ese nombre a sus hijos».
Antonio Moreno Ruiz