«Cristo y cada hombre», de Francisco Castro se presenta hoy viernes a las 19.30 horas en el ISCR

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Entrevista realizada por la Diócesis de Málaga.

«Publicar este libro es cerrar una etapa que empezó cuando la Diócesis me envió a estudiar a Roma». Así expresa el sacerdote diocesano Francisco Castro (Málaga, 1971) su alegría tras la publicación de su libro "Cristo y cada hombre", en cuyas páginas explica qué quiso decir el Concilio Vaticano II con la frase «El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido en cierto modo con cada hombre».

De sus diez años como sacerdote, Francisco ha pasado cinco de ellos en Roma, estudiando y mejorando su formación para servir mejor a la Iglesia de Málaga. Desde su vuelta es profesor en los diversos centros formativos diocesanos, además de párroco del Santo Ángel, en Málaga.

–Este libro surge de la tesis doctoral que usted ha defendido, ¿en qué se centra el argumento?

–El tema del libro es muy concreto y, a la vez, tiene implicaciones muy amplias. Por eso ha salido tan grueso. Intenta explicar qué quiso decir el Concilio Vaticano II con esta afirmación: “El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido en cierto modo con cada hombre” (GS 22). Se trata de una frase que a Juan Pablo II le gustaba mucho repetir, pero no todos la han entendido bien. Incluso hay quien la mira con recelo.

– ¿Qué supone para usted su publicación?

Publicar el libro es cerrar una etapa, que empezó cuando la Diócesis me envió a estudiar. Además, es un gran alivio haber podido publicar la misma tesis que defendí hace dos años, sin tener que recortar nada. Esto no resulta nada fácil y, económicamente, no es ningún negocio. Las editoriales, digamos, no se pelean por publicar tesis doctorales, que suelen ser dificilillas de leer… y vender. Al final, se ha publicado en la colección Analecta Gregoriana, de la misma Universidad en la que estudié. Es una forma de decirles a teólogos de todo el mundo: “oye, esto hay que leerlo”. En este sentido, les estoy agradecido y es también motivo de sano orgullo para todos. 

–Por el título puede parecer un tema muy lejano a la vida diaria, pero en realidad no lo es, se centra en la relación de Dios con el hombre, ¿no es así?

–Se trata de que todas las experiencias auténticamente humanas las ha asumido Cristo y esto ha dignificado nuestra humanidad hasta una altura infinita. Cada niño que nace, cada hombre que sufre, cada gesto de amor, cada esfuerzo en favor de un mundo más justo, cada fatiga…, lleva impresa en su entraña una llamada a ir más allá de nosotros mismos: pareciéndonos más a Jesús, nos hacemos más personas; y acogiendo a nuestros hermanos más débiles, acogemos al mismo Cristo. La unión de Cristo con cada persona es la llamada a ser hijos de Dios y hermanos de todos los hombres.

–¿En qué ha cambiado su manera de ser sacerdote antes y después de estar en Roma?

–Los mayores cambios han venido por el discurrir mismo del tiempo. Después de diez años como sacerdote, lo esencial ha sido la maduración en el ministerio, tanto en lo personal como en el servicio a la gente. El paréntesis romano, aunque muy enriquecedor, ha sido una cuestión accidental. Ha hecho que, como sacerdote, además de lo que hacemos todos, deba realizar un servicio un poco especializado, dando clases, escribiendo alguna cosa. Nada más. Además, eso ya lo hacía también antes, aunque no con la responsabilidad de participar en la formación de los seminaristas.

–¿Habrá más libros o la vida de párroco no se lo permite?

 –Realmente, es muy difícil desempeñar bien las tareas de párroco y dedicarse a escribir algo con el mismo nivel de calidad que exigía la tesis. Pero cosas menos exigentes, de divulgación, pienso que es casi un deber escribirlas, le pueden hacer bien a mucha gente. El tiempo y las fuerzas, que los dé Dios, y ya veremos si sabré administrarlos.  

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