En la inauguración del curso en la Facultad de Teología de Granada

Homilía de Mons. Ginés García, Obispo de Guadix, en la Misa del Espíritu Santo con la que se inauguró el curso en Facultad de Teología de Granada

HOMILÍA EN LA MISA DE ESPÍRITU SANTO

En la inauguración del curso académico de la Facultad de Teología

Granada, 29 de Septiembre de 2016

Queridos hermanos y hermanas en el Señor.

P. Rector de la Facultad y claustro de profesores.

Queridos alumnos y todos los que formáis esta comunidad de la Facultad de teología de Cartuja

  “Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte. Por esto, estad alegres, cielo, y los que moráis en sus tiendas”

  Estas palabras del himno del libro del Apocalipsis, proclamadas en la fiesta de los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, iluminan el inicio de un nuevo curso en nuestra Facultad de Teología.

  La razón de nuestra alegría, lo que puede llenar,  y llena, la vida de sentido es que Dios ha vencido al mal. El mal que tantas veces llena de amargura nuestro corazón y hace difícil y tortuoso el camino de la humanidad ya no tiene dominio sobre el hombre, que es criatura de Dios llamado a la vida eterna. Por la sangre del Cordero hemos vencido al pecado y a su fruto principal que es la muerte.

  La historia es el escenario permanente de esta victoria de Cristo, presente en cada época de la humanidad, y también en nuestras luchas particulares contra el mal. Así el texto sagrado sigue diciendo: “y por la palabra del testimonio que dieron”. A la sangre del Cordero, causa de la victoria, se une la palabra de los que lo han seguido. Pero, ¿ a qué palabra se refiere? La palabra del testimonio. Es la palabra que se hace carne, experiencia. No es la repetición de lo que se sabe porque se ha aprendido, sino la palabra que se pasa por la propia vida, por la experiencia, que está dispuesta a ser ratificada por la entrega de sí a imagen del Señor. La palabra del testimonio es la que brota de un corazón que contempla, que está dispuesto a profundiza sin miedo a lo que pueda exigirle; en definitiva, es la palabra que ama. Este es el verdadero magisterio, el de la palabra del testimonio. Cómo no recordar al Beato Pablo VI cuando afirma: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio» (EN, 41). Y, en este mismo sentido, el Papa Francisco decía hace poco a los nuevos arzobispos, lo que podemos aplicarnos hoy cada uno de nosotros: “La Iglesia los quiere hombres de testimonio. Decía san Francisco a sus hermanos: Prediquen siempre el Evangelio y, si fuera necesario, también con las palabras (cf. Fuentes franciscanas, 43). No hay testimonio sin una vida coherente” (Homilía, 29 de junio, 2016).

  Esta es también la vocación de la “palabra teológica”: ser palabra testimonial. El que se acerca a esta Facultad no busca sólo una palabra ilustrada, sino, sobre todo, una palabra con fundamento; la palabra del testimonio, la palabra de la fe. Esto nos exigirá cada día dedicarnos –dedicaros- con más ahínco al estudio serio, sosegado, dialogante, abierto a la gracia, orante y comprometido con el hombre de hoy y con su mundo. La palabra de la teología no puede ser una palabra desencarnada, sino que ha de ser una palabra comprometida, audaz, provocativa frente al mal y sus manifestaciones.

  La fiesta de los Arcángeles que estamos celebrando nos proporciona un buen horizonte para nuestra reflexión. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios” (n. 329). Estar al servicio de Dios, anunciar su Nombre es la misión angélica y también la de la Iglesia. Por eso, la misión de esta Facultad encuentra inspiración  en la figura de los ángeles, en cuanto que tendría que ser el servicio humilde, reverente y obediente que Dios se merece.

  La misión de estos tres arcángeles es una llamada a renovar nuestra propia vocación y misión. Como Miguel estamos llamados a ser voz que anuncia el Reino de Dios y denuncia todo aquello que se le opone. Como Gabriel estamos llamados a ser palabra que fortalece, y como Rafael medicina que cura. Buen programa para comenzar un nuevo curso en una institución eclesial como esta.

  La lucha de Miguel nos muestra la raíz de nuestro anuncio, que no es un qué sino un quién. Del “quién como Dios” surge la cuestión, y ¿quién es Dios? El hombre a lo largo de la historia, desde la creación misma, se ha hecho preguntas, preguntas sobre lo que ve y también sobre lo que no ve pero experimenta en lo más profundo del alma. Por eso, la pregunta sobre Dios es una pregunta siempre actual. Porque el deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, la pregunta sobre Dios aflorará en razón de cualquier vivencia o circunstancia de la vida.  Y esta será nuestra misión: ayudar a que el hombre responda a esta pregunta. Lo nuestro es iluminar, ayudar, facilitar el camino de la fe que es encuentro personal. Esto mismo hará del oficio
de la teología un oficio humilde. No están en nuestras manos todas las respuestas, ni podemos mostrar lo más profundo del misterio que sólo se descubre en el corazón humano. Nuestra misión es ser instrumento humilde al servicio del Evangelio y de la evangelización, unas veces dando razones para la esperanza y otra suscitando interrogantes que saquen al hombre de sí y lo acerquen a Dios. Anunciamos a un Dios que se hace presente, que se ha revelado, que cambia la vida del que lo acoge, que da luz, sentido y esperanza. Un Dios que no es ajeno al  hombre y al mundo, que no es neutral. En la fe y en la teología pisamos un terreno sagrado en el que tendremos que descalzarnos para presentar a Dios en su verdad, bondad y belleza. Miguel nos habla también de fidelidad y de celo por la gloria de Dios. Nos está mal recordar en una institución de la Compañía de Jesús que todo ha de ser para la mayor gloria de Dios.

  Como la de Gabriel es también misión de la teología fortalecer. La firmeza de la fe necesita, junto a la esencial confianza, razones. Hoy es un reto para la Iglesia, y también para una facultad de teología, dar razón de nuestra fe. Estamos llamados a llegar hasta aquellos que viven ordinariamente la vida de la comunidad eclesial, los llamados católicos practicantes o comprometidos, y que necesitan seguir fortaleciendo su fe mediante una formación seria y profunda; pero también a tantos que un día abandonaron la comunión de la Iglesia, por los motivos que fuera, ellos necesitan una palabra de reconciliación, necesitan ver una Iglesia abierta y acogedora; necesitan respuestas a los muchas preguntas que se quedaron en el camino, necesitan gestos que los acerque a la verdad de Jesús y su Evangelio; además, hoy no sería justo olvidar a los que nunca vinieron. La teología tiene hoy como reto ser lugar de primera evangelización. No podemos dar nada por supuesto. Tenemos que ir a lo esencial, partir de un anuncio gozoso de Cristo, provocar el encuentro con su persona. La teología tiene una misión apasionante: dar respuesta a los interrogantes humanos más profundos, construir caminos nuevos, mostrar un sentido a la existencia, anunciar que Dios ama al mundo y al hombre, pues todo lo que existe es fruto y prueba del amor de Dios. La experiencia del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús pone las bases para una existencia humana fortalecida y crea una realidad nueva alrededor del hombre y de su mundo. Nuestro anuncio ha de ser fortaleza para los débiles, para tantas debilidades que se esconden hoy detrás de imaginarias fortalezas y seguridades. Como Gabriel hemos de anunciar que en medio del mundo vive y avanza el Reino de Dios buscando su plenitud.

  Y tampoco es misión ajena a la teología curar, ser medicina de Dios. La teología debe ser instrumento de la misericordia de Dios. No se puede mostrar la fe cristiana sin la misericordia, que es su síntesis más profunda. Hemos de aplicar también a la teología la expresión del Papa: “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia (..) La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo” (MV, 10). Como Rafael acompaña el camino de la Iglesia, así la teología debe acompañar el camino de la Iglesia peregrina. Sintiendo a la Iglesia, sintiendo con la Iglesia porque somos Iglesia. Hoy, como siempre, la formación es un gran reto que se presenta a la Iglesia. Renovemos el compromiso de esta Facultad por la formación sacerdotal, de los consagrados y de los fieles cristianos laicos

  Todo esto, queridos hermanos, nos lleva a preguntarnos: ¿cómo hacer teología hoy? Escuchemos lo que dice el Papa: “Hay una sola forma de hacer teología: de rodillas. No es solamente un acto piadoso de oración para luego pensar la teología. Se trata de una realidad dinámica entre pensamiento y oración. Una teología de rodillas es animarse a pensar rezando y rezar pensando. Entraña un juego, entre el pasado y el presente, entre el presente y el futuro. Entre el ya y el todavía no. Es una reciprocidad entre la Pascua y tantas vidas no realizadas que se preguntan:  ¿dónde está Dios?” (Francisco al Congreso Internacional de teología de Argentina).

  Comencemos este nuevo curso poniéndolo en manos de Dios. Pidamos su luz y fortaleza para cumplir todos con nuestra misión, alumnos y profesores. Como también pedimos la gracia de abundantes frutos para la Congregación General de la Compañía de Jesús que se va a celebrar en Roma en los próximos días. Que esta sea el momento para un auténtico proceso de discernimiento sobre su vida y sus obras, como pedía el Prepósito General y Gran canciller de nuestra Facultad al convocar la Asamblea. Seguimos, y seguiremos, acompañando con nuestra oración y nuestro afecto el camino de la Compañía de Jesús.

  En el texto del Apocalipsis que hemos proclamado, la lucha contra el  mal tiene una protagonista fundamental en la mujer que lleva en su seno al que ha de salvar el mundo. En ella podemos ver a María, la Madre de Jesús, que es también la nuestra. Ella, la primera discípula de su Hijo, es también Evangelio viviente que evangeliza. A ella encomendamos el nuevo curso en nuestra Facultad, y le pedimos fortaleza y corazón grande para llegar a la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

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