En su homilía, Mons. Javier Martínez habló de los dos momentos destacados que estamos viviendo en la Iglesia. Por un lado, nuestro camino hacia la Pascua: «Celebrar la Pascua es celebrar la novedad de Cristo que triunfa sobre el pecado y la muerte». El segundo es la renuncia de Benedicto XVI, que «nos ha puesto a todos frente a Dios, de una manera inesperada y provocadora».
El Arzobispo destaca el reclamo a la oración que nos ha hecho el Papa emérito, y eso significa «vivir estos días como un tiempo de gracia especial en la presencia del Señor, con la conciencia de que el Señor está en la barca y pidiendo al Señor» un Pontífice que sea una gracia para toda la Iglesia y un regalo como lo han sido sus antecesores en la Silla de Pedro.
Respecto a Benedicto XVI, Mons. Martínez destacó que «su mejor enseñanza no está en sus libros, sino en estos días, en ver su rostro, su paz, su confianza en el Señor, su certeza tranquila, su mirada de fe». Con motivo del Año de la fe, el Papa emérito ha hecho muchas catequesis, pero «la mejor catequesis ha sido verle a él y ponerse frente a su ministerio, frente a la muerte, frente a la iglesia, con una disponibilidad total, buscando siempre el bien de la Iglesia».
Una amistad
Asimismo, Mons. Martínez habló de la Carta que Juan Pablo II escribió con motivo del tercer milenio, en la que aludía a que «todo rincón de la Iglesia, cualquier institución o realidad, sea la casa, la escuela de la comunión», explicó nuestro Arzobispo.
En este sentido, Mons. Martínez destacó la amistad que encontró en un momento determinado de su vida que se ha convertido en una casa: «Puedo decir que lo que he encontrado, primero con amigos sacerdotes, y luego con D. Giussani, ha sido una casa». «Ha sido el lugar que el Señor ha querido para mi, para cuidar de mi vida y enseñarme la comunión, que es el modo nuevo de vida del cristiano». Una amistad que surgió en el año 1975 cuando conoció a su fundador y «desde entonces el Señor ha cuidado mi vida».
Sobre la comunión, Mons. Martínez que eso es lo que debería caracterizar una familia, aunque la mentalidad moderna actual se basa en otro tipo de relaciones basadas en los intereses, aunque éstos sean buenos y nobles. Frente a esta actitud a la que nos arrastra la mentalidad del mundo está la comunión, «un tipo de relación marcada por el atrevimiento a la paciencia, de la misericordia», señaló.
«Yo espero que antes de la muerte podamos decir con verdad que queremos a las personas como son, sin condiciones (…), que las queremos como Dios nos quiere a nosotros. Ése es el mandamiento único que nos ha dejado el Señor: que os améis unos a otros como yo os he amado, pero ese mandamiento no se puede cumplir, sólo es posible en una renovación de la gracia permanente. En ese sentido, la Iglesia es ese lugar de gracia».
D. Luigi Giussani, fundador del Movimiento Comunión y Liberación, falleció el 22 de febrero de 2005 y su funeral fue oficiado por el Cardenal Ratzinger, después Benedicto XVI, a quien le unía una gran amistad.