«Cuando se defiende la libertad, hay que estar dispuestos a dar la vida por la libertad de otros»

Homilía de Mons. Javier Martínez en la Eucaristía celebrada el domingo 24 de noviembre en la S.I. Catedral, con motivo de la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.

Yo os saludo a todos como a la Iglesia del Señor, lo más bello y para mí lo más querido que existe en el mundo como Esposa de Cristo y a quien el Señor me ha pedido que consagre mi vida en servicio vuestro y por amor vuestro. Celebramos hoy una fiesta preciosa, la fiesta de alguna manera con la que termina todo el año litúrgico, que es la Fiesta de Cristo Rey.

Yo os voy a contar una anécdota: un teólogo protestante -aunque él dice de sí mismo que es más católico que muchos teólogos católicos que él conoce y yo pienso que es verdad, vive todavía, es un hombre relativamente mayor pero muy vivo, considerado hace cinco o seis años, creo que fue por la revista «Times», como el mejor teólogo de Estados Unidos-, su nombre es Stanley Hauerwas, tiene cerca de cien libros escritos. Y escribió un artículo que yo leí hace muchos años que se titulaba «No libertad religiosa, sino confesión y testimonio de la realeza de Cristo». A mí me picó el título, como muchas otras de sus obras, y leí el artículo que forma parte de un libro que tiene un título también extraordinariamente bello y provocador y atractivo, se titula: «En buena compañía. La Iglesia como polis».

Eso de «en buena compañía» es una definición preciosa de lo que significa ser cristiano. Ser cristiano es poder vivir en buena compañía, es poder vivir bien acompañado, es poder vivir rodeado de los signos, pequeños, contingentes, frágiles, porque todos los seres humanos lo somos, pero signos en los que se hace presente el amor infinito de Cristo por nosotros, y por tanto, la salvación y la libertad y la vida nueva que Cristo nos da. Vivir en buena compañía, la Iglesia como polis, la Iglesia como algo más fuerte que simplemente la coincidencia de aquellos que tienen las mismas creencias, sino como la ciudad de Dios, la ciudad de Dios en medio de la ciudad de los hombres, la ciudad de Dios en medio de la ciudad del mundo.

Bueno, pues en ese artículo, él dice que defender, como se tiende a defender -él habla de Estados Unidos, no conoce España apenas, creo que sólo ha estado en España una vez y estuvo aquí en Granada, y él está hablando del mundo americano, dice: Defender que la Iglesia gaste muchas energías en defender la libertad religiosa o la libertad de expresión, el derecho a esa libertad es una mala batalla.

En primer lugar, porque el estado moderno tiende casi inevitablemente en todos los lugares (y en Estados Unidos se está viendo en los últimos años también) –dice- al totalitarismo por sí mismo, y por lo tanto a regular cada vez más dimensiones privadas, dimensiones personales, dimensiones de la vida personal hasta la memoria histórica, como lo hizo la Unión Soviética. La Unión Soviética cada vez que condenaba a algunos intelectuales o así, los quitaba de la enciclopedia soviética, desaparecían, no habían existido, se construía la historia en función de la ideología. Pero algo no muy diferente, quiero decir, algunos principios básicos de la sociedad americana, el estado, cada vez más, va a través de la proliferación de las escuelas públicas, a través de muchos otros caminos.

Entonces, él dice, dando un consejo a los cristianos: vuestra misión no es entrar en ese juego a defender vuestras libertades, se os va una energía enorme. Se nos va una energía enorme defendiendo el derecho que tenemos, que es verdad que ese derecho existe, pero es suponer que el estado piensa en cristiano, como si el estado conociera la Redención de Cristo y la libertad de los Hijos de Dios y todo lo que nosotros conocemos gracias a Cristo, y eso no lo conoce el estado. Entonces, pensar que el estado va, por así decir, espontáneamente o de buen gusto a dejar espacios de libertad que no controla, pues es una ingenuidad por una parte.

Y luego, es gastar demasiadas energías en algo, poner en definitiva nuestra esperanza en algo que proviene de los hombres, y no proviene de Dios. Y por eso él dice: es un error, no que no haya que hacerlo, claro que hay que hacerlo, defender los derechos de expresión, de culto, de educación que tiene la Iglesia de Jesucristo y que tienen también otros grupos, si cuando la Iglesia defiende la libertad no la defiende para sí misma.

Otro buen pensador del siglo XX , fino y un buen profeta de nuestro tiempo, que era el novelista francés George Bernanos, en lo que él llamaba sus «escritos de combate», dice: quien sólo defiende su libertad, y no sabe defender la de los demás, está ya dispuesto a traicionarla porque nunca hay seguridad de que uno está defendiendo intereses. Cuando se defiende la libertad, hay que estar dispuestos a dar la vida por la libertad de otros. Entonces, cuando la Iglesia defiende la libertad de educación por ejemplo, no está defendiendo sólo la libertad de la Iglesia, no responde a los deseos o a los intereses de los obispos. En primer lugar defiende un derecho de los padres, y algo cuya responsabilidad primera pertenece al cuerpo de la Iglesia, es decir, al pueblo cristiano, guiado y sostenido, y defendido y protegido, si queréis, hasta donde sea necesario por sus pastores, pero es la libertad del pueblo cristiano. (…)

+ Javier Martínez

Arzobispo de Granada

S.I. Catedral

24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo

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