«Dos nuevos presbíteros»

Carta semanal del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.

La fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael el 29 de septiembre nos trae el gran regalo de dos nuevos presbíteros para la Iglesia, un diocesano y un franciscano. El presbítero es próvido cooperador del orden episcopal y el sacramento del Orden hace partícipe al que lo recibe del sacerdocio ministerial de Cristo, Cabeza y Esposo de su Iglesia, Buen Pastor de su Pueblo. Hay diversas formas o carismas de vivir este sacerdocio ministerial. Este es el caso de un hermano franciscano menor que es ordenado presbítero para colaborar con el Obispo dondequiera se encuentre al servicio del pueblo de Dios y el de un alumno de nuestro Seminario San Pelagio, que es ordenado a título de la diócesis de Córdoba y queda vinculado a esta diócesis, a este presbiterio, a este Obispo, configurando su perfil sacerdotal con el adjetivo de diocesano o secular. Un franciscano y un diocesano. Los dos presbíteros, sacerdotes del Señor, cada uno según el carisma recibido para enriquecer la Iglesia con su vida y su servicio.

Estamos en los primeros compases de un nuevo curso que comienza, lleno de esperanzas y promesas. El Año de la fe, con san Juan de Ávila doctor de la Iglesia, en el 50º aniversario del comienzo del concilio Vaticano II y en el 20º del Catecismo de la Iglesia Católica, con el Sínodo sobre la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. No son temas dispersos, sino que todos confluyen en el mismo objetivo: conocer y profundizar en el amor de Dios manifestado en Cristo y hacer partícipes de ese amor a los demás en la plena comunión de la Iglesia, bajo la guía del Magisterio y con el testimonio de los santos, para que todos disfruten de la vida divina en la tierra y para toda la eternidad.

El regalo de estos dos nuevos presbíteros nos ofrece de nuevo la ocasión de agradecer a Dios estos dones, mientras le pedimos insistentemente que envíe trabajadores, porque la mies es abundante y los trabajadores son pocos. En el Seminario de Córdoba han ingresado este año 25 nuevos alumnos, 9 en el Mayor y 16 en el Menor. Una buena sementera que dará frutos en su momento. Sigamos sembrando sin descanso y con mucha esperanza. Dios llama, sigue llamando a nuevos trabajadores para su viña. En la pastoral juvenil y vocacional hemos de ayudar a escuchar esa llamada, acompañarla y regarla con oración, sacrificio y testimonio.

Padres y madres de familia, si tu hijo te dice que quiere ir al Seminario, no se lo impidas bajo ningún pretexto. No te hagas responsable de impedir algo de Dios. No lo retrases, so pretexto de no sé qué. ¿Y si dentro de un tiempo ese germen de vocación se ha agostado?, ¿quién será el responsable? Padres y madres, que os alegráis de que Dios haya bendecido vuestra casa con esta llamada del Señor y lleváis vuestro hijo al Seminario. Dadle gracias a Dios, acompañad con la oración esa vocación -todavía tierna- de vuestro hijo. Gracias por vuestra generosidad, que Dios premiará como él sabe hacerlo.

Queridos sacerdotes, catequistas, profesores, hablad con amor a los niños y a los jóvenes sobre la vocación sacerdotal. Que en sus planes de futuro entre esta posibilidad, porque les habláis de Dios, de la amistad con Jesucristo, del amor filial a la Virgen, del servicio a la Iglesia en las cosas de Dios, de la entrega total de sí mismos, del horizonte misionero. Cuando un niño y un joven se ilusionan con su propio futuro, presentadles el horizonte de una vida sacerdotal entregada, como la de tantos santos sacerdotes, como la de san Juan de Ávila, como la del santo Cura de Ars. Dios quiere dar a su Iglesia sacerdotes, nuestro mundo necesita santos sacerdotes, y hemos de parirlos con dolor y lágrimas, sin anestesia.

La ordenación de estos dos jóvenes presbíteros es una ocasión para dar gracias a Dios y pensar en el campo de la Iglesia: «La mies es abundante y los obreros son pocos, rogad al Dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies» (Lc 10,2). Una ordenación es siempre ocasión propicia para nuevas llamadas. Preparemos el corazón para acoger esta inmensa gracia de Dios.

Con mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández González

Obispo de Córdoba

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