La Pastoral Obrera ante el Día de San José Obrero

Diócesis de Córdoba
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La diócesis de Córdoba comprende la provincia de Córdoba, en la comunidad autónoma de Andalucía y es sufragánea de la archidiócesis de Sevilla.

Este Secretariado Diocesano ha organizado una jornada de formación y convivencia con motivo de la fiesta del 1 de Mayo, Día del Trabajo. Será el jueves 30 de abril, en la parroquia de Nuestra Señora de Consolación.

Comenzará a las 19:00h. con una charla-reflexión sobre «Ecología y Mundo Obrero», a cargo de Leandro Sequeiros, Miembro del Equipo de Ecología del Sector Social de los jesuitas en España. Posteriormente, a las 20:30h. se celebrará la eucaristía en la parroquia.

Comunicado «Mirar el pasado, luchar el presente, construir el futuro».

Celebramos un año más el 1 de mayo, día festivo y reivindicativo para el movimiento obrero en todo el mundo, y día también de celebración en nuestra Iglesia, fiesta de San José Obrero, trabajador que nos mostró la dignidad de ser un obrero.

Para la Pastoral Obrera, este día es especial por doble motivo. Como trabajadores, porque lo celebramos codo con codo con nuestros hermanos para que se realice de una vez la dignidad que no vemos reconocida, y como cristianos, porque en Jesús obrero tenemos el mejor fundamento de poder conseguir la utopía que anhelamos: una sociedad de hermanos donde todos y todas podamos tener un trabajo digno que nos permita nuestro sostenimiento y el de nuestras familias, nuestra realización personal y nuestra contribución a esa sociedad mejor (CV, 63).

Celebramos este 1º de mayo MIRANDO AL PASADO. Esta fiesta nació a finales del siglo XIX, en París. Se concibió como jornada de lucha reivindicativa y de homenaje a aquellas y aquellos que murieron por reivindicar la jornada de 8 horas de trabajo y marcó un punto de inflexión en el movimiento obrero mundial, de manera que el 1 de mayo quedó consagrado como día para manifestar la inalienable dignidad del trabajador frente al capital.

La Iglesia hemos ido acompañando a lo largo de la historia los procesos de cambio, intentando iluminar desde la fe los acontecimientos y la realidad social cambiante. Quizá muchas veces con nuestras sombras y nuestras luces pero a la vez también, con indiscutibles llamadas en defensa de la dignidad de las personas: «Cuando la vida social –también el trabajo- pone en el centro al dinero, y no a la persona, negamos la primacía del ser humano sobre las cosas, negamos la primacía de Dios» (Evangelii Gaudium 55).

Hoy MIRAMOS EL PRESENTE y nos encontramos con graves situaciones de desempleo, desigualdad, pobreza y precariedad, en todo el mundo. Son signo y consecuencia de una forma de hacer y funcionar en la que la lógica prevalente es la del dinero, no la de procurar garantizar el bien-ser o bien-vivir de todas las personas.

El último informe Foessa indica cómo la crisis está causando un riesgo de falta de cohesión social en España que se ha fundamentado en estos últimos años en el incremento de la desigualdad, el aumento del desempleo, el descenso de los sistemas de protección social, el desgaste de los mecanismos de protección familiar, las desigualdades territoriales y las dificultades recaudatorias, debidas a la economía sumergida y el fraude fiscal.

No vivimos tiempos de recuperación laboral y social en nuestro país cuando: hay más de 12 millones de pobres, mientras que la riqueza de los más ricos sigue aumentando. Persisten tasas desempleo superiores al 23%, y la precariedad laboral es cada vez mayor, la mitad de los y las jóvenes están en desempleo, las personas inmigrantes engrosan la bolsa de la economía sumergida y tienen los peores salarios. Cuando observamos esta realidad, no podemos olvidar, como dice el Papa Francisco, que «el desempleo es consecuencia de un sistema globalizado en el cual el dinero es el ídolo y el único que manda», o que «se descarta a los jóvenes y a los ancianos».

No hay remedio si no empezamos a poner a las personas y a las familias, especialmente a las más empobrecidas en el centro. Por eso queremos LUCHAR EL PRESENTE, tratando de ser necesario que se promuevan políticas que recuperen el sentido humano del trabajo que pongan sus objetivos en erradicar la pobreza y la desigualdad, fomenten una verdadera participación ciudadana que defiendan los derechos sociales como un deber de justicia

Y ANUNCIAMOS como seguidores de Jesús de Nazaret en su Iglesia y como testigos de la resurrección, la ESPERANZA como programa de acción. Esperanza que nos ayude a cambiar la manera de sentir, pensar y actuar, por valores que nos humanicen, cambiando los viejos planteamientos económicos de esta sociedad como único motor posible de la historia, para ir alumbrando y construyendo EL FUTURO, según el Plan de Dios, que vayan generando una nueva realidad desde la dignidad y la fraternidad donde la persona sea lo primero.

Secretariado Diocesano de Pastoral Obrera de Córdoba

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