¡Ven, Señor, a salvarnos!

Escrito del Obispo de Cartagena en el III Domingo de Adviento, 15 de diciembre del 2013.

Este es el grito del hombre de hoy. Son tantas las carencias y las promesas falsas que le han prometido y que nunca se cumplen, que está harto de esperar y esperar que los mercaderes de sueños le puedan mostrar un signo de verdad en medio de tantas palabras huecas. De tal forma que cuando oye la Palabra de Dios le causa tanta admiración, que despierta en su ser deseos de ver el rostro del Señor, ganas de gritar: ¡ven, Señor, y sálvanos! En las lecturas de este domingo escucharemos como Isaías ya anunciaba que Dios mismo, en persona, se haría presente en medio de nosotros para ofrecernos la salvación y con poder para alejar la pena y la aflicción y ¡esta Palabra está cumplida!

La Palabra nos está llamando a gritos para que participemos de la alegría perpetua y del gozo que nos regala el Señor, de los cánticos de alabanza a Dios y de la libertad que nos regala, ¿no lo estáis viendo? El Papa Francisco, como un nuevo Juan Bautista, ha salido al desierto del mundo diciendo en voz alta que escuchemos la voz de Jesucristo, que estemos atentos a las señales que nos ofrece, que no son humo, sino que nos libra de los pesos muertos que llevamos sobre nuestros hombros que nos impiden caminar: nuestros pecados, todas las tristezas individualistas que brotan del corazón cómodo y avaro, del vacío interior y del aislamiento, que te impide gozar de la alegría de su amor; nos libra el Señor de ser seres resentidos y quejosos, seres sin vida. El Papa Francisco, con voz de profeta, nos dice que renovemos ahora mismo el encuentro personal con Jesucristo, o al menos que tomemos la decisión de dejarnos encontrar por Él, de intentarlo cada día. ¡Dios quiere que saltes de gozo, que no eres una criatura sin nombre, el Creador te ha puesto un precioso nombre, «hijo mío», así que, si confías en el Señor, puedes esperar bienes de Él, gozo eterno y misericordia!

Benedicto XVI explica con mucha claridad, que la verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo. En el Evangelio de esta semana se puede ver como el Señor Jesús es quien nos da verdaderas señales de su presencia entre nosotros: cura nuestras enfermedades, resucita a los muertos, restaura nuestros sentidos y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Esta señal es tan evidente, que la recuerda el Papa Francisco en Evangelii Gaudium, 48: «La evangelización dirigida gratuitamente a los pobres es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos».

El Adviento nos sigue preparando al encuentro con el Señor Jesús, Luz del mundo y fuente de alegría. Piensa que tú mismo puedes ser una de esas personas-luz, otra antorcha de alegría para este mundo que vive a oscuras, pero no olvides que la luz verdadera es de Cristo y que tú, sólo la reflejas. Dios os bendiga.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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