Solemnidad de la Ascensión

Escrito de Mons. José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena, para la Ascensión del Señor.

Durante los domingos de Pascua hemos visto cómo Jesús se ha ido mostrado vivo a sus discípulos, se les ha aparecido y no ha dejado de instruirles acerca del Reino de Dios. Está claro que los discípulos, ante la experiencia de la Asunción de Nuestro Señor a los cielos no han caído en la tentación de pensar que se acabó todo, que el Señor ha cerrado la puerta y que ya no hay comunicación alguna. Las palabras de Jesús sí que las guardaban en su interior, eso garantizaba que no olvidarán lo que les dijo, que Dios permanece con nosotros, porque es fiel. El mensaje que reciben es este, que el Señor no ha cerrado la puerta y que no ha roto la comunicación con ellos. Esto mismo es lo que explica San Agustín cuando dice: «Nuestro Señor Jesucristo ascendió al cielo tal día como hoy; que nuestro corazón ascienda también con Él (…). No se alejó del cielo, cuando descendió hasta nosotros; ni de nosotros, cuando regresó hasta el cielo». La Ascensión del Señor significa su entrada en la gloria, es decir, en la etapa definitiva en la que es reconocido por toda la creación como Hijo de Dios, sentado a la derecha del Padre.

La Ascensión es otra prueba que nos da el Señor para la esperanza: «Voy a prepararos sitio. Y cuando yo me haya ido… volveré y os tomaré conmigo para que donde yo estoy estéis también vosotros» (Jn 14,2-3). Los apóstoles, y San Pablo entre ellos, quieren animar a los primeros cristianos a fiarse de la Palabra de Dios para que no se sintieran como olvidados y les aseguran que Dios les iluminará para que comprendan cual es la esperanza a la que nos llama, porque Dios tiene poder para eso y que si han participado de los sufrimientos de Cristo, el Padre les hará participar también de su gloria.

Hagamos un alto en el camino para pensar cómo ha actuado el Señor siempre, cuales han sido sus promesas y cómo en Cristo se ha cumplido la Sagrada Escritura, por esto la conclusión es sencilla: «No temáis, no estamos solos: Jesucristo prometió el Espíritu Santo a todos los que crean en Él» (cf. Jn 7,39; 20,22; Ac 2,33). Haced memoria para ver que en el Evangelio de San Juan vimos que Cristo mismo envió el Espíritu para que permanezca en los discípulos y así dieran testimonio (Jn 14,16-17); San Lucas sitúa el don del Espíritu en la perspectiva de la Historia de la Salvación (Lc 24,49) y también, en los Hechos de los Apóstoles, Jesús comunica el Espíritu Santo para el testimonio (Ac 1,8). La promesa se hace realidad a partir de la Resurrección. No hay lugar para el temor, era necesario que los que habían visto morir al Señor en la cruz, entre insultos y burlas, fueran testigos de su exaltación, de su gloria y majestad. Se ha ido el Señor, ha ascendido al cielo por su propia fuerza y poder, pero no nos ha dejado solos, más aún nos ha hecho la promesa de la venida del Espíritu Santo.

San Pablo invitará a los creyentes a seguir bajo la acción del Espíritu para verse libres de las apetencias de la carne, de la ley y vivir con los criterios de Dios (Gal 5, 16.18.25) y les dice que nada es comparable con la fidelidad a los planes de Dios.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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