Llamados a permanecer unidos en Cristo

Escrito del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, para el V Domingo de Pascua.

En el Evangelio de este domingo de Pascua le oímos decir a Jesús que Él es la vid, la verdadera vid y que el que permanece en Él dará mucho fruto. No pasarán en vano estas palabras para los buscadores de la verdad, porque la luz de Cristo ilumina todos sus interrogantes, despejando todas sus dudas, y les da la seguridad que solo da Dios; pero se nos habla de una clave que es esencial, saber permanecer, estar con el Señor y no dejarnos llevar de cualquier viento de doctrina. Cristo es la Luz, porque es la Vida y ante Él todo se rinde. Si hubiera que definir hoy la sabiduría, ya sabríamos hacerlo con confianza, tendría que formularse en estos términos: el que ha conocido a Cristo y decidido permanecer en el amor de Dios. La imagen de la vid ayuda a entender cómo debe ser nuestra permanencia en el Señor, como la dependencia del sarmiento a la vid, sin separarse nunca, porque de ahí recibe la vida y puede generar vida.

En este tiempo pascual veremos también cómo la iniciativa del encuentro con el Señor y la participación en la alegría del triunfo sobre la muerte la lleva Jesucristo, Él es el que sigue saliendo a los cruces de todos los caminos, nos invita a seguirle y nos regala su Palabra. Repasemos la historia de estos encuentros y entenderemos cómo te sientes seducido por el Señor de tal manera que es imposible decirle que no y te entregas para trabajar en su viña, por eso nos advierte sobre la necesidad de permanecer, ya que no todos los llamados son capaces de responder tan radicalmente, siempre hay algo que se puede interponer entre tu decisión y Cristo. La realidad nos pone sobre aviso. Un ejemplo que nos invita a pensar es el del joven rico, que a pesar de que desde niño había observado la ley y quizá había buscado seriamente el camino de perfección, a pesar del impacto que le causó Nuestro Señor se marchó, le dio la espalda y se fue triste. Dice el Evangelio que había algo que le impidió decirle a Jesús un sí libre: «porque tenía muchos bienes» (Mt 19, 22; Mc 10, 22). Sin embargo, otros no solo aceptan el «sígueme» y dicen abiertamente «te seguiré a donde quiera que vayas», sino que, como Felipe de Betsaida, sienten la necesidad de comunicar a los demás su convicción de haber encontrado al Mesías (Cfr. Jn 1, 43ss). Este fenómeno es común, sentir la necesidad de acompañarle, de estar preparado para ponerse en camino, aunque sabes desde el principio de una manera nítida que las condiciones son duras: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt 16,24-25). De Cristo recibimos la vida, como los sarmientos de la vid, si no estamos unidos a Cristo morimos. Nada podemos hacer lejos del Señor.

La conclusión de esta reflexión es que para un cristiano que ha tenido experiencia de Cristo Resucitado se le abre en el horizonte se su vida la urgente necesidad y la prioridad absoluta de predicar a Cristo. El Señor es nuestra vida y salvación. Dios abre la salvación para todos y nos llama a formar parte de su pueblo. Nadie se salva solo. La Iglesia, dice el Papa Francisco, es el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo puede sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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