Jesucristo, vid verdadera

Reflexión semanal del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes. En la liturgia de esta semana, a modo de un canto, se resalta el cuidado, la atención y la preocupación de Dios por todos y cada uno de los miembros de su pueblo, bajo la imagen de la viña. Pero se detiene en un detalle que no se puede pasar por alto, ya que la armonía se puede quebrar si perdemos el sentido común y entramos en la locura de creer que somos nosotros los dueños del mundo. Cuando se llega a esta situación, ya estamos vencidos por la ceguera y perdidos en el mapa de nuestros orgullos y nos diríamos, como los viñadores infieles: «matemos a Dios».

La aventura de estos insensatos es dramática, porque conocían que Dios comenzó con su pueblo una obra buena, en fértil viña, que la entrecavó, le quitó las piedras y plantó buenas cepas, construyó en medio una torre y cavó un lagar. Esperaba que diese uvas, pero dio agrazones. Los profetas mayores desaprueban rotundamente esa conducta y ven natural que esa viña sea arrasada (cf. Is 5,1-7). Pero el corazón de Dios deja paso a la esperanza, al día en que la viña prosperará bajo su cuidado vigilante (Is 27,2s); se espera que el Señor salve a su viña, la que él plantó y la que cuida con exquisito esmero. La esperanza tiene su respuesta en Jesús, en la muerte en la Cruz del Hijo, que abrirá una nueva etapa en el designio de Dios: una viña confiada a viñadores fieles, que dará finalmente su fruto bueno.

Jesús es la viña verdadera, cuya imagen visible, nacida del Señor, es la Iglesia. Él es la vid, nosotros los sarmientos, que recibimos la vida de Él, por eso es necesario estar unidos, en comunión con el Señor; sin esa comunión con Él somos sarmientos desgajados, privados de savia y estériles. La bondad de Dios hace que su amor y su misericordia se renueven incansablemente cada mañana y siga fiándose en nosotros para la misión de anunciar su Reino.

En la segunda lectura, San Pablo nos exhorta vivamente a aspirar a todo lo bueno, a todo lo que agrada a Dios, a lo noble, puro, justo y laudable; todo lo que es virtud o mérito, para ponerlo en práctica. En definitiva, se nos dice que nuestra vida gire en torno a Dios y acertemos en poner nuestras oraciones y súplicas en sus manos. Teniendo a Dios nada nos faltará, no serán precisas las humanas seguridades, que sólo Dios basta; en esta sabiduría nos apoyamos. Fijaos si la luz es hermosa y si en la naturaleza hay algo que la supere, pues la sabiduría la supera (Sb 7,29), «Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría. Es fantástico haber tenido la suerte de descubrir la verdadera sabiduría que viene de Dios, porque te da las claves esenciales para ubicarte en el mundo: La preferí a los cetros y a los tronos,… todo el oro a su lado es un poco de arena y junto a ella la plata vale lo que el barro. La preferí a la salud y a la belleza… (Sb 7,7-11).

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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