Spe Salvi

Carta Pastoral del Obispo de Cádiz y Ceuta con motivo de la Navidad. Un año más llega Navidad, la fiesta del nacimiento del Señor. Fiesta en la que la familia se reúne. Me gustaría poder saludar a todas y cada una de las familias, en vuestros hogares.

Cada familia llega a la Navidad con el corazón cargado de sus propios problemas personales, familiares o profesionales, pero confiando en que el encuentro irresistible de la Navidad, se acaba imponiéndose a todo tipo de preocupaciones. Sí, es muy posible que cuando pase la Navidad todo siga igual, pero en estos días se produce un clima de paz, de renovadas ilusiones, que podemos interpretar con un cierto reflejo del gran misterio de Dios hecho hombre en el silencio de la noche de Belén.

Es cierto que esta fiesta cristiana ha sufrido un fuerte deterioro, producido por la voracidad de la sociedad del bienestar y el consumo, pero considero que, tal vez, más que repetir esta queja infructuosa, año tras año, como cristianos, tendríamos que responsabilizarnos en recuperar el sentido auténtico de esta gran fiesta.

Navidad es la celebración de un misterio que nos desborda siempre, que no podemos nunca comprender plenamente. Pero, este misterio insondable lo celebramos en el tiempo y desde el tiempo, es decir, desde la peculiar situación que nos toca vivir.

Sin duda, que hay muchos factores que pueden condicionar nuestra vivencia de la Navidad, pero yo os invitaría a que celebréis y contempléis este año el misterio de Dios hecho hombre bajo el signo de la esperanza, tan subrayado en la reciente encíclica del Papa Benedicto XVI Spe Salvi (salvados en esperanza).

Navidad es la fiesta de la humanidad de Dios, de un Dios que ha querido hacerse hombre, participar de la condición humana, ponerse al lado del hombre y en favor del hombre.

Navidad es la fiesta del Emmanuel, Dios-con-nosotros, fiesta en la que se nos manifiesta la bondad de Dios y su filantropía, es decir, su amistad hacia el hombre y calurosa cercanía (cf. Tit 3,4).

En una sociedad en la que crece la increencia, a la par que se derrumban grandes montajes ideológicos, los hombres y las mujeres se sienten más a oscuras, más desinteresados. Es preciso que la estrella de Belén vuelva a surgir en el horizonte de muchos corazones humanos. Todos tenemos obligación de ser portadores de la Buena Noticia de la Salvación. Y es lo que hacéis cuando contribuís personalmente en las tareas eclesiales de evangelización, de catequesis, de difusión del mensaje evangélico.

Cada Navidad relanza nuestra esperanza y nosotros tenemos el deber de alimentar esperanza en nuestro alrededor. No puede pasar en silencio que el mensaje de Navidad llegue a nosotros en este año 2007 en el marco de un clima nuevo, producido por los acontecimientos de extraordinaria impotencia que se han venido desarrollando en los últimos meses. Las luces de Navidad van a brillar con luz estremecedora de esperanza en los distintos lugares en donde la Iglesia y la conciencia religiosa estén inaugurando libertad recobrada. No podemos dejar de alegrarnos por ello porque “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”(LG 1). No podemos ignorar estos nuevos signos de los tiempos, pero para no caer en falsas ilusiones tenemos que interpretarlos a la luz del Evangelio (cf. GS 4).

Considero que tenemos la obligación de extender a nuestro alrededor el calor que mana del misterio de Navidad. Dios nace niño y nos manifiesta así su amor a los hombres. Nosotros estamos llamados a participar de ese amor de Dios, a fomentar el amor fraterno. Nosotros tenemos que descubrir en cada ser humano la oculta presencia de Cristo, especialmente en los que sufren, en los más pobres y necesitados. Y esta es nuestra tarea y nuestra misión permanente, la de ayudar a los marginados de cualquier tipo, en el cuidado de los enfermos y de los que sufren.

La Navidad nos debe llevar a sentirnos más hermanos de todos los hombres, más solidarios de todos los hombres y de sus necesidades, y a vivir con esperanza.
       
    ¡Feliz Navidad 2007 y Feliz Año Nuevo 2008!

+ Antonio Ceballos Atienza
  Obispo de Cádiz y Ceuta

Cádiz, 7 de diciembre de 2007

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