Carta Pastoral del Obispo de Cádiz y Ceuta, con motivo de la XLIV Jornada mundial de la paz.
Mis queridos diocesanos:
El próximo día 1 de enero de 2011 se celebra la XLIV Jornada Mundial de la Paz. Os exhorto a que leáis con atención el Mensaje del Papa Benedicto XVI, titulado: “La libertad religiosa, camino para la paz”. Es un Mensaje muy pensado, desde la perspectiva universal de sus preocupaciones pastorales y, como siempre, muy acertado y claro. Escuchémoslo con interés y asimilémoslo para que influya en nuestro pensamiento y en nuestra acción.
1. Situación de intolerancia y persecución religiosa
El Papa Benedicto XVI hace una llamada a la paz, debido a la lamentable situación registrada últimamente de persecuciones y discriminaciones por terribles actos de violencia y de intolerancia religiosa.
El Papa cita, particularmente, la querida tierra de Irak que sigue siendo escenario de violencia y atentados; los recientes sufrimientos de la comunidad cristiana, y de modo especial el vil ataque contra la catedral sirio-católica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de Bagdad, en la que el 31 de octubre pasado fueron asesinados dos sacerdotes y más de cincuenta fieles, mientras estaban reunidos para la celebración de la Santa Misa.
En los días siguientes se han sucedido otros ataques, comenta con dolor el Santo Padre, que al mismo tiempo agradece vivamente a los Gobiernos que se esfuerzan por aliviar los sufrimientos de estos hermanos en humanidad, e invita a todos los católicos a rezar por sus hermanos en la fe, que sufren violencias e intolerancias y a ser solidarios con ellos (cf. Mensaje de Benedicto XVI con motivo de la XLIV Jornada Mundial de la Paz 2011, n.1).
En este contexto el Papa siente muy viva la necesidad de compartir algunas reflexiones sobre la libertad religiosa, camino para la paz, y exhorta a los hombres y mujeres de buena voluntad a renovar su compromiso por la construcción de un mundo en el que todos puedan profesar libremente su religión o su fe, y vivir su amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente (cf. Mt 22, 37).
2. La libertad religiosa
La libertad religiosa es la piedra angular de los derechos humanos (cf. Concilio Vaticano II, Decl.Dignitatis Humanae, sobre la libertad religiosa, 2). Esta insistencia del Papa en que sea protegida la libertad toma razón en el hecho de que “la paz hunde sus raíces en la libertad y en la apertura en las conciencias a la verdad” (cf. Juan Pablo II, Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz 1989). Por eso este año el Papa quiere hacernos caer en la cuenta y nos invita a ejercer la libertad religiosa de invocar a Dios, a reanudar un diálogo con Él, porque de ese encuentro con Dios, Padre de todos los hombres, brota una fuente de fraternidad y de paz.
El Papa deja claro que cuando se reconoce la libertad religiosa, la dignidad de la persona humana se respeta en su raíz; pero cuando se niega la libertad religiosa, cuando se intenta impedir la profesión de la propia religión o fe y vivir conforme a ellas, se ofende la dignidad humana, a la vez que se amenaza la justicia y la paz, que se fundan en el recto orden social construido a la luz de la Suma Verdad y Sumo Bien (cf. Mensaje de Benedicto XVI con motivo de la XLIV Jornada Mundial de la Paz 2011, n.5).
3. El don de la paz
La paz es uno de los bienes más preciados para el hombre, con razón se dice que la paz es fruto del orden en el que las personas se sienten tranquilas y sosegadas por cuanto sus derechos y legítimos intereses son debidamente reconocidos y respetados.
No hay paz sin el respeto de la persona humana y del conjunto de derechos fundamentales que de ella dimanan. Como nos dice la Escritura, la paz y la justicia se abrazan. Es más, podemos decir que la paz se identifica con el amor, en el que todo se resume, incluso la justicia y el respeto a los derechos del hombre, cuya dignidad hay que buscarla en el hecho de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Desconocer la dignidad es el principio de la barbarie, cuya ley es el poder del más fuerte y violento.
4. La paz, obra de la justicia
La paz verdadera es obra de la justicia y se construye en la fraternidad. “Aunque la paz sea un don que Dios concede a su pueblo, la construcción de la paz es tarea también de los hombres; para ello es preciso vivir con sentimientos de reconciliación, con espíritu de justicia y con actitudes de solidaridad y misericordia hacia los más débiles y necesitados de la sociedad” (cf.Constructores de la Paz, cap. II, 3.2). La paz aparece donde se salvaguardan las exigencias elementales de la justicia. El respeto incondicional y afectivo de los derechos imprescriptibles e inalienables de cada uno es condición sine qua non para que la paz reine en la sociedad, y uno de esos derechos es la libertad religiosa.
5. Esperanzas y riesgos en el horizonte mundial
La paz, cuyo deseo late en el corazón de muchos hombres y mujeres que aspiran a la fraternidad en un mundo dividido, nunca es una adquisición definitiva, sino algo que es preciso construir continuamente, porque el bien común del género humano, sin cuya consecución no es posible la paz, está sometido a los continuos cambios de la sociedad y a la humana voluntad, frágil y herida por el pecado, lo que exige de cada uno una constante vigilancia y dominio de las pasiones (cf. LG 39). Por eso hay que estar alertados ante las nuevas situaciones que está viviendo la humanidad para que la paz no se frustre, sino que se vaya construyendo un nuevo orden, que respete la dignidad del hombre, sólo posible si en el corazón de cada hombre se inscribe la norma evangélica del amor al prójimo, única base firme para construir unas relaciones fraternales y solidarias.
Para construir la paz en la tierra son absolutamente imprescindibles la firme voluntad de respetar a otros hombres y pueblos, y su dignidad y libertad religiosa, y un solícito ejercicio de fraternidad (cf. GS 78), porque la paz es fruto del amor que busca y procura el bien del otro, según aquello del Apóstol: “Manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y sentir. No obréis por envidia ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerar siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás” (Flp 2, 3-4). Sólo estableciendo unas relaciones humanas sobre el sólido fundamento del amor, podremos construir un nuevo orden internacional en el que prevalezca la justicia, la equidad, la solidaridad y la colaboración.
6. La libertad religiosa y los peligros de su instrumentalización
El Papa Benedicto XVI hace una llamada a la posible instrumentalización de la libertad religiosa para enmascarar intereses ocultos, como por ejemplo la subversión del orden
constituido, la acumulación de recursos o la retención del poder por parte de un grupo, puede provocar daños enormes a la sociedad (cf. Mensaje de Benedicto XVI con motivo de la XLIV Jornada Mundial de la Paz 2011, n.7).
Esta insistencia del Papa en que sea protegida la libertad religiosa toma razón en el hecho de que la “paz hunde sus raíces en la libertad, en la apertura de las conciencias a la verdad” (cf. Dignitatis Humanae, 2). Por eso este año quiere hacernos caer en la cuenta que el respeto a la libertad religiosa es condición necesaria para la edificación de un mundo pacífico.
La paz, en su realidad profunda, es un bien esencialmente humano, que nace del dinamismo de las voluntades libres, guiadas por la razón hacia el bien común a alcanzar la verdad, la justicia y el amor. Este orden racional y moral se apoya en la decisión de la conciencia de los seres humanos de buscar la armonía en sus relaciones mutuas, respetando la justicia en todos y los derechos humanos fundamentales, inherentes a toda persona y entre ellas la libertad religiosa.
7. Fundamentalismo religioso y laicismo
El don supremo de la libertad, en donde mejor se expresa hoy la dignidad humana, requiere que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, condición necesaria para que pueda entregarse al bien (cf. GS 16).
El Papa Benedicto llama la atención e indica que la misma determinación con la que se condenan todas las formas de fanatismo y fundamentalismo religioso ha de animar la oposición a todas las formas de hostilidad contra la religión, que limitan el papel público de los creyentes en la vida civil y política.
El fundamentalismo religioso y el laicismo son formas extremas de rechazo del legítimo pluralismo y del principio de laicidad. Ambos absolutizan una visión reductiva y parcial de la persona humana, favoreciendo, en el primer caso, formas de integrismo religioso y, en el segundo, de racionalismo. La sociedad que quiere imponer o, al contrario, negar la religión con la violencia, es injusta con la persona y con Dios, pero también consigo misma. Dios llama a sí a la humanidad con un designio de amor que, implicando a toda la persona en su dimensión natural y espiritual, reclama una correspondencia en términos de libertad y responsabilidad, con todo el corazón y el propio ser, individual y comunitario. Por tanto, también la sociedad, en cuanto expresión de la persona y del conjunto de sus dimensiones constitutivas, debe vivir y organizarse de tal manera que favorezca la apertura a la trascendencia (cf. Mensaje de Benedicto XVI con motivo de la XLIV Jornada Mundial de la Paz 2011, n.8).
8. La libertad religiosa, camino de la paz
El Papa Benedicto XVI reafirma el empeño de la Iglesia en toda forma de colaboración leal para la promoción de la paz. La paz es un don de Dios y al mismo tiempo un proyecto que realizar, pero que nunca se cumplirá totalmente. El Papa afirma que la libertad religiosa es un arma auténtica de la paz, con una misión histórica y profética. Es necesario, pues, educar las conciencias de sus miembros en la apertura hacia los demás, en el respeto hacia el otro, en la tolerancia, unida a la búsqueda de la verdad, así como a la solidaridad (cf. Mensaje de Benedicto XVI con motivo de la XLIV Jornada Mundial de la Paz 2011, n.15).
A la familia, la escuela, los agentes de pastoral, los medios de comunicación social corresponde esta tarea apasionante e irrenunciable de educar las conciencias en la Verdad que es Cristo, única Verdad que conduce a la libertad y a la paz.
Los fieles cristianos laicos como discípulos de Cristo “Príncipe de la Paz” (cf. Is 9,5) y “nuestra Paz” (cf. Ef 2,14) han de asumir la tarea de “sembradores de Paz” (cf. Mt 5,9), tanto mediante la conversión del “corazón”, como mediante la acción en favor de la verdad, la libertad, la justicia y la caridad, que son los fundamentos irrenunciables de la paz. El Papa Benedicto nos dice que todos los hombres y las sociedades, en todos los ámbitos y ángulos de la Tierra, puedan experimentar pronto la libertad religiosa, camino para la paz.
Que la Santísima Virgen María, Madre de la Paz y Madre de todos los hombres, nos alcance la gracia de un corazón nuevo para construir un “nuevo orden” en las relaciones de los hombres y de los pueblos, cimentando el respeto a la libertad religiosa, a la justicia, a la verdad, el amor y la paz.
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 27 de diciembre de 2010.