Cuaresma, camino de amor y compromiso cristiano

Carta Pastoral del Obispo de Cádiz y Ceuta, D. Antonio Ceballos. Mis queridos diocesanos:

1. Al disponernos, un  año  más, a celebrar  la Santa Cuaresma, escucho la poderosa llamada de Dios que me  urge  de  nuevo  a  renovar  mi  fidelidad a  su Palabra y a su amor. Y, como pastor de la Iglesia que peregrina hacia el reino en Cádiz y Ceuta, después de haber escuchado vuestras peticiones: la del con- sejo pastoral diocesano y del consejo de apostolado seglar, la de las delegaciones de caritas y apostolado seglar, la de los secretariados de pastoral obrera, migraciones, manos unidas, pastoral familiar, justi- cia y paz y la de los movimientos de hoac y joc, y la de las comunidades parroquiales, deseo invitaros a todos los fieles cristianos, presbíteros, diáconos, reli- giosos, personas  consagradas  y  laicos,  en  esta Cuaresma de 2009, a fin de que juntos respondamos ante los acontecimientos y consecuentes sufrimientos de tantas personas y familias afectadas por la cri- sis económica y social.

2. Todos nosotros, en el Bautismo, fuimos incorporados al misterio pascual de Cristo de modo que, al compartir  sus  sufrimientos, pudiéramos  también participar  de su gloria. Este es el itinerario de la Cuaresma como preparación para la Pascua del Señor.

PRIMERA PARTE CUARESMA, CONVERSIÓN  Y AYUNO
1.- Necesidad de conversión

3.  La Cuaresma nos invita a hacer un alto en el camino de nuestra vida para preguntarnos si caminamos en la dirección justa. Percibimos que algo nos habremos desviado del sendero recto porque, sin darnos cuenta, emprendemos caminos que no son caminos del Evangelio; y si esto nos ocurre en nuestra vida es, sin duda, porque nos falta fe en el Evangelio.

4.  Necesitamos convertirnos, en primer lugar, personal- mente. La conversión personal es la piedra angular para  el  cristiano  y  para  la  comunidad  eclesial. Porque “no hay humanidad  nueva, si no hay hombres nuevos  con  la novedad  del  bautismo   y  de  la vida   según  el Evangelio” (EN 18). Convertirse es, ante todo, en primer  término,  rechazar  el pecado,  desdecirnos de todo aquello que en nosotros no coincide con el plan de Dios sobre nuestras vidas. Esta conversión perso- nal tiene también una dimensión esencialmente comunitaria y evangelizadora. La iglesia comienza por evangelizarse a sí misma (cf. EN 15).

2.- Subida  a Jerusalén

5. En esta Cuaresma de 2009, nosotros debemos pedir la luz del Espíritu que nos haga comprender mejor el sentido de nuestro camino cuaresmal, y nos haga ver que la Cuaresma debe consistir para nosotros en una  “subida a Jerusalén” compartiendo,  solidaria- mente, la situación de tantos y tantas familias que sufren ya en sus vidas esta situación económica y del paro,  teniendo  los mismos sentimientos que  tuvo Cristo Jesús.

6. A este propósito, quiero recordar que durante tres años, 2006-2009, estamos trabajando  en  nuestras comunidades parroquiales y en los distintos movi- mientos el tema de la familia. Este curso se está trabajando sobre el proyecto de pastoral familiar que sea posible desde nuestra  propia  realidad.  En  el curso  pastoral  2006-2007  se hizo  un  análisis de cómo se encontraban  las familias de la diócesis en los aspectos social, pastoral y religioso. Me remito a la carta pastoral “Familia cristiana, buena noticia” de Agosto de 2007, donde hice una  valoración y análisis de las aportaciones que habían  hecho los grupos. Se hacía una denuncia de la situación labo- ral y económica en la que se encontraban muchas de nuestras familias y, entonces, la crisis no había dado la cara como lo está haciendo en estos momentos.

7. En un esfuerzo de aproximación a la realidad, con- tatamos que son las familias las que ya están sufrien- do, de manera sangrante, las consecuencias de esta crisis económica y social. En todo lo que hagamos, para dar respuesta a esta situación, debemos tener muy presente a la familia, concretamente, en todo aquello que le afecta en lo económico, en lo religioso, en lo moral, en la transmisión de la fe y de los valores evangélicos y en todo lo que se refiere a las relaciones entre los esposos y de estos con los hijos. Es comprensible el desaliento, la angustia, las depre- siones, y tantas otras preocupaciones por no poder llegar a fin de mes.

3.- Purificación para el camino

8. Vamos, pues, a  emprender  de nuevo ese camino cuaresmal que  nos conduce  hasta  la Pascua.  Un camino en el que nos ha precedido Cristo y que toda la Iglesia, tradicionalmente, ha concebido como una subida con Cristo a Jerusalén para participar en su misterio pascual.

9. La Cuaresma es un tiempo simbólico de cuarenta días que responde a lo que nos dice el evangelista Mateo (Mt 4, 1) que “Jesús fue llevado por el Espíritu  al de-sierto” antes de comenzar su misión pública. Para la Iglesia es un tiempo de preparación para la celebración de la Pascua en el que los fieles cristianos practican la oración, la limosna y el ayuno para verificar la fe, avivar la esperanza y acrecentar la caridad. Es el tiempo del catecumenado para los que se han de bautizar en la Pascua, el momento de la conversión acercándonos al sacramento de la reconciliación y, finalmente, es el momento propicio para integrarnos  más en  la comunidad  cristiana.  De  esta forma nos preparamos a la celebración de la Pascua de Resurrección.

4.- El ayuno

10. Cada  año  vivimos la experiencia de este camino cuaresmal hacia  la Pascua, un  camino  que  exige penitencia y conversión constante, purificación e iluminación de nuestros corazones.

11.El Papa Benedicto XVI nos recuerda en su Mensaje para la Cuaresma de 2009: “la Liturgia nos vuelve a proponer tres prácticas penitenciales a las que la tradición bíblica cristiana  confiere un gran  valor:  la oración,  el  ayuno  y  la limosna”. Profundiza el Papa, en su Mensaje de Cuaresma,  en las raíces que la tradición bíblica y patrística dedica a la práctica del ayuno. Nos dice que hoy el ayuno ha perdido algo de su valor espiritual, en cambio lo practicamos como una medida terapéutica para la salud.

12.“Al mismo tiempo, –nos sigue diciendo el Papa–,  el ayuno nos ayuda  a  tomar  conciencia de  la situación  en  la que  viven muchos de nuestros hermanos…  Al escoger libremente  privar- nos de algo para ayudar  a los demás,  demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades  no nos es extraño”. En  definitiva, ayunar  voluntariamente  para  que otros no lo tengan que hacer forzosamente.

5.-  El ayuno  que  Dios  quiere es  ayudar  a  los parados.

13.El  Papa  Benedicto XVI,  en  su Mensaje  para  la Cuaresma  de 2009, nos ha  hablado  del ayuno
a favor del prójimo,  hagamos ayuno  con  el fin de apartarnos del resto del egoísmo, del apego excesivo a los bienes materiales o de cualquier otra clase. El verdadero ayuno debe ir unido con el amor al próji- mo,  como  señaló, hace  muchos siglos, el profeta Isaías: “el ayuno que yo quiero: partir el pan con el hambriento y  recibir en tu casa  a  los pobres sin hogar” (Is 58, 7), alcanza su pleno sentido cuando nos asemejamos a la cruz de Cristo, puesto que en nuestra sociedad actual hay muchos en el paro. Podríamos afirmar: el ayuno que yo quiero es ayudar a los parados.

6.- Los signos de los tiempos

14.Es precisamente esta dimensión solidaria de nuestra vuelta a Dios la que quiero subrayar ante vuestra consideración en este tiempo de cuaresma.

15. Los cristianos llevamos atravesado en nuestro corazón la solicitud por el destino, las angustias y las necesidades de todas las personas creyentes o increyentes, próximas o lejanas. A todos ellos nos envía Dios, ante todo, para comunicarles la grata noticia que dé sentido a toda su vida: “el hombre es amado por Dios”. Este es el profundo y sorprendente anuncio del que la Iglesia es deudora respecto al hombre y cómo ha de llegar a descubrirle en los “signos de los tiempos”.

16.Realmente,  el descubrir los signos de los tiempos es una gracia de Dios. El hombre y la mujer de fe es aquella persona que sabe ver lo que Dios nos quiere revelar por medio de los acontecimientos, tanto personales como sociales y mundiales. ¿Pero cómo ver a Dios en la historia, si la forman hechos que depen- den de la libertad humana  llena, muchas veces, de ambiciones  y  crímenes? El  Concilio  Vaticano  II cuando habla de los signos de los tiempos se refiere al mundo en el que vivimos “sus esperanzas, sus aspira- ciones y contradicciones dramáticas”  que con frecuencia le caracterizan. “Le corresponde a la Iglesia –sigue dicien- do el Concilio– el deber permanente  de escrutar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio” (GS 4). Tan importante es esto que, en una de las Plegarias Eucarísticas, hacemos esta hermosa petición: “Que todos los miembros de la Iglesia  sepamos discernir los signos de los tiempos y crezcamos en la fidelidad al Evangelio; que nos preocupemos de compartir en la caridad las angustias y las tristezas, las alegrías y las esperanzas de los hombres, y así les mostremos el camino  de la salvación” (V/c).

17. Mirar la crisis económica y social como un signo de los tiempos puede llevarnos a depurar nuestros sistemas y estructuras económicas para llegar a un sistema que esté más de acuerdo con una comunicación de bienes y en coherencia con el proyecto del Padre Dios. Y, por otra parte, nos puede llevar también a descubrir la miseria del ser humano que se ha deja- do llevar por el egoísmo, la codicia, la competitividad, el afán de posesión, su fuerza agresiva… causando tantas injusticias en los más pobres y más débiles de la sociedad. Y lo más dramático es que estos antivalores son propuestos en los medios de comunicación, en la escuela e incluso en la familia.

SEGUNDA PARTE REFLEXIÓN CRISTIANA ANTE LA CRISIS

18.Los cristianos, como afirma un texto antiguo en la Carta a Diogneto: “somos lo que el alma  para el cuerpo”, hasta tal punto que nos sentimos responsables de la suerte de  todos los hombres  y de  la marcha  del mundo.  En esta Cuaresma, Dios nos llama y nos envía, como llamó y envió a Moisés para la libera- ción de su pueblo en Egipto, a fin de que conozca- mos la situación económica y de paro por la que estamos pasando.

19. Ahora bien, en nuestro mundo actual, son muchos los obstáculos que impiden la plena realización del hombre y son demasiadas las cadenas que esclavi- zan, oscureciendo su glorioso destino de ser imagen y semejanza de Dios.

1.- “Bien  vista  tengo  la aflicción de mi pueblo y he escuchado el clamor… pues  ya conozco sus angustias y sufrimientos” (Exodo 3, 7).

20. Tratemos de ver esta situación con la mirada  de Dios. Este conocimiento y responsabilidad actual, tal y como Dios la ve, nos compromete, además, a ser instrumentos de la fuerza del Evangelio para hacer posible el pleno conocimiento y ejercicio de la dignidad del hombre, a través de la defensa y protección de su vida y libertad y nos esforcemos por cons- truir una sociedad más justa y solidaria.

21.En  nuestro mundo actual son muchas las amenazas que se ciernen hoy sobre la vida humana: el hambre que padece un tercio de la humanidad; la vio- lencia contra  las  mujeres, que en muchas ocasiones, terminan  en tragedia; los  accidentes de tráfico, consecuencia, casi siempre, de la irresponsabilidad; la  muerte  de trabajadores, en muchos casos, fruto de un  liberalismo económico desbordado; las drogas que merman la libertad y arrancan  la vida de tantos jóvenes; el drama del aborto  que, a su gravedad intrínseca, por su dimensión voluntaria y querida  de un  ser humano  por decisión de sus padres, se une la tragedia de su acep- tación por parte de algunos. Y, en estos momentos, estamos viviendo la situación económica y del paro de forma global.

22. Según  los datos  facilitados por  el  Ministerio  de Trabajo, en enero de este año, nos encontramos en la provincia de Cádiz con más de 151.000 parados, correspondiendo  a  la diócesis de  Cádiz  cerca  de 84.000. Ha  crecido más del 50% con relación al 2008  en  poblaciones como  Benalup,  Conil,  Chiclana,  Jimena,  San  José del Valle y San  Roque.

Precisamente en estas poblaciones donde había cre- cido más el trabajo en épocas anteriores. Y en cuan- to a lo que se refiere a la Diócesis de Ceuta son ya cerca de 7.500 las personas que están sin trabajo. Los expertos hablan de una posibilidad de 4 millones de parados en toda España, lógicamente, estos números aumentarán  también  entre  nosotros. Sin duda, uno de los peores efectos de la crisis económica es el aumento del paro, porque lleva consigo el empobrecimiento y las dificultades vitales de las personas y de las familias.

23. Pero resulta aún más sangrante la situación de tan- tas familias donde han quedado todos sus miembros sin trabajo y no digamos nada de aquellos trabajadores y trabajadoras que ya no reciben ni siquiera la ayuda familiar. Los datos constatados que nos aporta caritas son tremendamente significativos: las fami- lias que actualmente se atienden en las caritas parroquiales han aumentado en un 55%.

24. Esta situación se ceba más en los emigrantes, los jóvenes y las mujeres. Pero, qué decir del último informe APDHA  en  el que  se denuncia  que  en Cádiz y provincia 111.000 personas se encuentran en situación de pobreza grave, malviviendo con 6 euros diarios.

25.No podemos olvidar que entre las víctimas de la crisis nos encontramos con los países más empobrecidos que van en aumento de forma imparable. Cerca de 1.000 millones de personas pas
an hambre  y lo más inmoral es que, de ellos, 10 millones son niños que mueren al año por falta de lo más elemental.
¡Dios mío, esto es para perder el sueño!

26. Desde  hace unos años vengo denunciando, en mis cartas pastorales con motivo del 1 de mayo, la recesión económica que padece nuestras gentes. Esto era una crisis anunciada cuyos efectos más trágicos esta- mos padeciendo en estos momentos.

27. Pero  por muy completas que sean las estadísticas y muy  preocupantes  los datos  expuestos, hay  unas causas externas o técnicas que han provocado esta situación de crisis económica y social. Por una parte la crisis financiera surge de la continua incitación al endeudamiento  y, consecuentemente, a la falta de ahorro familiar. De esto se han beneficiado las multinacionales y los sectores más pudientes de la sociedad, tanto en España como en el mundo. Los exper- tos venían hablando ya de la burbuja inmobiliaria, cuyos efectos están sufriendo ahora tantos parados de la construcción. Los gobiernos de muchos países, entre ellos España, han pensado que una solución para  tapar  esta crisis financiera es la de inyectar grandes cantidades de dinero en las entidades financieras; es una cantidad de dinero 300 veces mayor que la que se entrega a la FAO para la emergencia contra el hambre en el mundo. Los expertos, según la posición en que se coloquen, dan una u otra razón de las causas, de los efectos y las soluciones de la cri- sis.

28. Considero que a nosotros, esta Cuaresma de 2009, nos invita a hacer un examen serio de conciencia y a cambiar aquellas orientaciones operativas de nuestra vida que contradicen la verdad fundamental del hombre. Se pueden cambiar las estructuras financieras y económicas; tenemos la esperanza que esto sea así para que se establezca la justicia social pero, además de este “pecado estructural”, existe el pecado personal del egoísmo, la codicia, la avaricia y el de la falta de control y sobriedad que deberíamos revisar en esta Cuaresma. Si los corazones de las personas no cambian y se convierten, se reformará la estructura  pero, al poco tiempo, caeremos en la misma situación. Mucho tiene que cambiar el sistema económico actual y mucho tenemos que cambiar nosotros también. Es esta una ocasión para  que todos revisemos nuestras actitudes según nos pide Dios al observar estos nuevos signos de los tiempos.

2.- “Tu eres  mi protector y mi escudo, yo confío en tu palabra” (Salmo  118, 114).

29. Esta síntesis de los datos para el conocimiento de la situación no soluciona la situación actual de paro que sigue presente como uno de los grandes problemas sociales de nuestro tiempo, y manifiesta que “hay algo que no funciona y concretamente en los puntos más críticos y de mayor  relieve social” (LE 18). Nuestra cola- boración solidaria tampoco  puede resolver tan gran problema social, pero los católicos estamos llamados a denunciar las causas y los efectos del mismo y a hacer cuanto de nosotros dependa para mitigarlo.

30. Los católicos, ante las dificultades reales para solu- cionar este problema, no podemos caer en el desánimo, pues tenemos la firme convicción de nuestra fe en la fuerza del Espíritu de Dios, que es el único capaz de transformar  los corazones de piedra  en corazones de carne y dar vida a los huesos inanimados. Por ello, permitidme, hermanos, que esta Cuaresma de 2009, como una subida a Jerusalén, os haga una llamada a compartir los sufrimientos y un esfuerzo de solidaridad con las familias que ya están padeciendo la situación económica y el paro, confiados en la Palabra de Dios, expresada en la Iglesia, que ilumina los signos de los tiempos y abre caminos nuevos a seguir.

31. Con humildad y valentía a la vez, os presento para el estudio y contemplación de esta subida a Jerusalén, unos pasajes iluminativos a tener presente en este camino que manifiesten que Dios no abandona a su pueblo, dado que cuenta con profetas que no se cansan de proclamar sus preferencias por los pobres. Así ante una crisis social y de identidad del pueblo de Israel, el profeta Jeremías grita: “Así  dice el Señor: Practicad  el derecho y  la justicia,  arrancad al oprimido  del poder del opresor; no oprimáis  al emigrante, al huérfano y a la viuda.”  Y más adelante sigue diciendo: “¡Ay de aquél que edifica su casa con injusticias y sus pisos violando el dere- cho; que hace trabajar al prójimo de balde sin pagarle su suel- do” (22, 3 y 13). Dios no abandona a su pueblo que cuenta con profetas que no se cansan de proclamar sus preferencias por los pobres.

32. Jesús anuncia y practica en plenitud con su propia vida el amor  preferencial por  los enfermos y los pobres y se comprometió con los problemas sociales de entonces: “para dar vista a los ciegos, liberar a los opri- midos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4, 18). Jesús tiene credibilidad y autoridad para dictar prin- cipios a sus seguidores marcándoles su opción por los marginados: con los niños (Mc 10, 13-16); con los extranjeros y de otras culturas en la parábola  del buen samaritano (Lc 10, 30-37); con los pecadores públicos en el caso de Zaqueo (Lc 19, 1-10); y con los que sufren enfermedad (Lc 13, 10-13).

33. Frente a un mundo de desigualdades y de miserias, volcado en el ganar, gastar y gozar, Jesús nos propone que sólo cabe compartir, como en la multiplicación de los panes (Mc 8, 1-19); desacralizar las riquezas como en la escena del joven que quiere seguir a Jesús (Mt 19, 16-22) y apasionarse por la justicia y la solidaridad, como nos describe el juicio de las naciones (Mt 25, 34-46). Finalmente, a aquellos que quieren  ocupar  puestos importantes, Jesús propone servir con sencillez a los demás, como en la escena de los hijos de Zebedeo (Mc 10,
35-45).

34. Ya San Ambrosio en el siglo IV clamaba: “El Señor Dios  quiso  que  esta tierra fuera  poseída  en comunidad  por todos  los  hombres,  ofreciendo sus  productos  para  el bien  de todos,  pero es la avaricia la que reparte el derecho de propie- dad”. Y, un siglo antes, San Clemente de Alejandría dijo: “Dios  creó el género  humano  para la comunicación  y la comunión de unos con otros, como Él que empezó a repartir de lo suyo, y a todos los hombres suministró su Logos común, y todo lo hizo por todos. Luego todo es común, y no pretendan los ricos tener más que los demás”.

35. A  partir  del  siglo XIX  hasta  nuestros  días,  la Doctrina Social de la Iglesia viene dando respuestas a los problemas sociales y económicos del momento. Esta enseñanza social de la Iglesia más que una teo- ría está orientada  a la acción, así lo propuso Juan Pablo II: “Para la Iglesia, el mensaje social del Evangelio no puede considerarse como una teoría, sino, por encima de todo, un fundamento y un estímulo para la acción” (CA 57). De esta enseñanza social de la Iglesia emanan una serie de  principios fundamentales  que  iluminan&nbsp
; y dan repuesta a la situación de crisis económica que esta- mos viviendo. De entre ellos:

36. El principio fundamental es el de la dignidad de la persona. La misión de Jesús y el ejemplo de su vida han dejado claro la dignidad de la persona humana, las necesidades de los más débiles y las víctimas de la injusticia (SRS 42). Esta  dignidad  de  la  persona humana se basa en el hecho de que ha sido creada a imagen y semejanza de Dios. El ser humano es suje- to de derechos y deberes, de ahí que todos los bie- nes de la tierra deban ordenarse en función de la persona, centro y cima de todos los bienes de la tie- rra.

37. La dignidad de la persona no se concretaría sin este otro principio: el destino universal de los  bienes  formulado por el Concilio Vaticano II de esta manera tan clara y precisa: “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a  todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compa- ñía de la caridad” (GS 69). Este principio, para que sea efectivo, tiene que ser acompañado por la dimensión solidaria y fraterna de todas las personas y de todos los pueblos.

38. Juan Pablo II nos recuerda: “La  Iglesia proclama y no cesa de trabajar por descubrir el valor del trabajo humano, y denuncia  el fenómeno del paro, como resultado de la violación de la dignidad  del trabajo humano”  (LE 8) Y más tarde dice: “Ante la realidad actual, en cuya estructura se encuen- tran profundamente  insertos tantos  conflictos, causados  por el hombre, …se debe ante  todo recordar un principio  enseñado siempre por la Iglesia. Es el principio de la prioridad del trabajo sobre el capital… Este principio es una ver- dad evidente, que se deduce de toda la experiencia histórica del hombre” (LE  12).  En cuanto a las relaciones económicas, resulta perverso e inmoral la explotación del tra- bajador en beneficio del capital. La falta de trabajo puede convertirse en una verdadera calamidad social, siendo particularmente  dolorosa en lo que respecta a los jóvenes. La obligación de prestar sub sidio a favor de los desocupados es una obligación que brota del principio fundamental de orden moral en este campo del derecho a la vida y a la subsistencia (LE 18). Si la Iglesia de Cádiz y Ceuta es solida- ria con los parados, dejará entrever el reinado de Dios.

3.- ¿Qué tenemos que hacer, hermanos? (Hechos 2, 37).

39. Cuando  aquellos hombres y mujeres escucharon a Pedro su discurso sobre Jesús muerto y resucitado, quedaron tocados en el fondo de sus corazones y, fue entonces, cuando preguntaron qué debían hacer. Es cierto que, cuando nos llega la Palabra al fondo del corazón, nos formulamos la pregunta sobre lo que hay que hacer para ser consecuentes con esa experiencia personal de Dios.

40. Una vez que el clamor de las personas que sufren las consecuencias de la situación de crisis económica ha llegado hasta nosotros y que Dios nos ha revelado a través de su Palabra y de la Enseñanza de la Iglesia que todo esto es un signo nuevo de los tiempos, considero que somos interpelados por la pregunta de qué debemos hacer.

41. Somos conscientes de que la solución de la crisis económica y de paro en la que nos encontramos inser- tos, supera nuestras posibilidades. Pero estamos convencidos de que podemos hacer mucho más de lo que estamos haciendo.

42. Es verdad que las pequeñas cosas no cambian las estructuras, pero pueden cambiar a  los hombres, que  son  los que  deben  cambiar  las  estructuras. Muchos nos hacemos a veces la pregunta: “¿Qué debe ser primero la reforma personal o la social?” La respuesta debe ir  encaminada  para  acometer simultáneamente las dos. Se dice, con acierto, que si las estructuras no cambian, no podrán ser justas las personas.  Si las personas  no  se  convierten,  no podrán cambiar las estructuras.

43. Teniendo en cuenta la situación descrita, os ofrezco algunas propuestas que pueden responder a la pre- gunta de qué podemos hacer:

1º Revisar nuestra vida personal en esta Cuaresma sobre nuestros descontroles: egoísmo, avaricia, codicia,  deseos de  aparentar,   deseos de  poseer cosas y la falta de vida sobria y sencilla. Esto lo podemos hacer personalmente o dentro de nues- tros grupos de formación.

2º Conocer y saber lo que es pasar por la situación económica y de paro en las familias sin trabajo, jóvenes sin empleo ni esperanza, barrios margina- dos que carecen de casi todo lo necesario, promo- viendo  una  adecuada  toma  de  conciencia  por parte de la comunidad cristiana que nos lleve a una actitud de solidaridad cristiana.

3º Atender, de manera especial, a las familias emi- grantes. Y, para todos, crear unos espacios de aten- ción y seguimiento para que entre todos se puedan encontrar soluciones conjuntas. Os propongo, con todo cariño, y sé que se hace, intensificar el acom- pañamiento  de las personas y las de familias que vengan en busca de nuestra ayuda.

4º Recortar, por parte de los empresarios cristianos y de buena voluntad, las ganancias económicas en favor de mantener los puestos de trabajo, evitando los despidos. Es el momento de una justa negocia- ción.

5º  Entregar,  empezando  por  mí, los sacerdotes, religiosos, religiosas y todos los cristianos de la dió- cesis, el  10%  (el diezmo) de  nuestro  salario  a Caritas Diocesana para  los  afectados por la  crisis. Al menos podría  hacerse esta acción durante toda la Cuaresma como limosna peniten- cial. Consumir menos para que otros puedan con- sumir.

6º Pongamos atención a las informaciones y pro- puestas que durante todo este tiempo de la crisis nos haga Caritas Diocesana que será la que distri- buya entre las caritas parroquiales más necesitadas lo    que     generosamente    vayamos    entregando. Caritas  nos  indicará  la  forma  más  efectiva de hacerlo. Es fundamental la coordinación. Así apa- rece en el Plan Diocesano de Pastoral de este curso, como una  tarea  comunitaria  de la mesa de los bienes.

7º Pero no basta con las acciones personales, también debemos tomar conciencia de esta situación en nuestras instituciones diocesanas. Por esto pido a las parroquias, a las hermandades y cofradías, a las delegaciones y secretariados, a las comunidades neocatecumenales y carismáticas, a los movimien- tos y asociaciones que,  de  sus propios ingresos, hagan también un signo visible de solidaridad y sobriedad. La Conferencia Episcopal Española  ha distribuido entre las Caritas Diocesanas la canti- dad de 2 millones de euros.

8º Concienciar, por parte de los párrocos y cate- quistas,    a     los    que     celebren    algunos    de     los Sacramentos para que  sean sobrios tanto  en  el momento de la celebración litúrgica como en la fiesta que, con tal motivo, se suele real
izar.

9º Volver a releer en los grupos algunos textos de la Doctrina Social de la Iglesia para replantearnos los valores cristianos que siempre, pero ahora más, deberíamos tener presentes.

10º Hacer oraciones en la Eucaristía, en las cele- braciones litúrgicas y en la catequesis de los niños, para que Dios inspire a los gobernantes y ayude a todos los hombres y mujeres a encontrar las justas soluciones al problema de la crisis económica y social.

TERCERA PARTE

“ALGO NUEVO ESTÁ BROTANDO  YA ¿NO LO NOTÁIS?” (Is 43, 19)

1.- ¿Hay una nueva  alternativa?

44. Juan Pablo II invitaba a la búsqueda de un “sistema justo” que eliminara “en su raíz” la antinomia entre el trabajo y el capital (cf. LE 13). ¿Cómo sería este nuevo sistema necesario para la hora presente? Aunque no corresponde esta tarea a la Iglesia, sino a los especialistas de la ciencia económica, sí se pide que se trate de buscar un sistema más justo donde aparezca una concepción nueva del ser humano, el hombre solidario y comprometido cuyo motor sea el amor  y la misericordia; un  ser humano  luchador para  conseguir una  tierra  nueva  donde  haya  un nuevo orden económico, ecológico, político y social.

2.-¿Hay  motivos para la esperanza?

45. “Esperar  contra  toda  esperanza”,  dice San Pablo diri- giéndose a  los cristianos romanos  (4, 18). Como Abrahán esperó, a pesar de la esterilidad de Sara, nosotros tenemos que esperar a pesar de las dificul- tades de la situación.

46. En esta Cuaresma de 2009 os invito a descubrir de nuevo “cual es la esperanza a la que habéis sido llamados” (Ef 1,18-19). Aunque la situación y la extensión del paro pueda generar desesperanza, los cristianos tenemos la responsabilidad moral de ser germen de esperanza en la sociedad: “Nuestra  esperanza  debe ser sostenida,  más que por la confianza  que nos merece la ciencia económica y las nuevas tecnologías, por la fe en el hombre y en Dios. La esperanza  de los cristianos nace, en primer lugar, de saber  que  el Señor  está  siempre  obrando  en nosotros  y  en el mundo,  y, en segundo lugar, que también  otros hombres cola- boran en acciones convergentes de justicia y de paz, porque bajo cualquier aparente indiferencia, existe, en el corazón de cada hombre, una voluntad fraterna y una sed de justicia y de paz que es necesario satisfacer”  (OA 48).

47. Por todo ello, debemos seguir predicando la espe- ranza cristiana, no como evasión de la realidad con- creta y de sus problemas reales, sino como un prin- cipio de vida, de ilusión y de optimismo. Por otra parte debemos ser testimonio de la esperanza cristia- na que se niega al fatalismo de dejar al mundo en su mal, debemos resistir al mal con el bien que lucha por superar la división entre ricos y pobres, entre poderosos y débiles. Debemos  ser  testimonio  de apoyo a iniciativas y organizaciones de hombres de buena voluntad que intentan un mundo unido y fra- terno. Debemos ser testimonio siendo profetas que
urgen las necesarias reformas políticas, económicas y sociales para  que la justicia alcance a todos los hombres y mujeres del mundo.

48. Estamos aún a tiempo de iluminar la sociedad actual de  humanismo  y racionalidad.  A pesar de  tanto dolor y sufrimiento de las personas y de las familias por causa de la crisis, no podemos renunciar  a la esperanza. Podemos renovar, con nuestras actitudes, con nuestro testimonio y con la ayuda de Dios, una escala de valores donde predomine la responsabili- dad y la solidaridad. Con nuestras actitudes cristia- nas estaremos alimentando la esperanza de un mundo mejor. Sabemos que Dios inspirará nuevos caminos  y todos  estamos convencidos de  que  el hombre es capaz de cambio y de más racionalidad.

CUARTA PARTE

A MODO  DE CONCLUSIÓN

1.- Situación, esperanza y responsabilidad.

49. La situación que hemos descrito y contemplado nos deja muy claro que estamos en unos momentos de gracia y que es la hora y asunto de Dios.

50. Los cristianos vemos en esta nueva situación una referencia al fundamento de nuestra esperanza: Dios el Padre de todos los hombres. La espera de la llega- da definitiva y gloriosa del Reino de Dios no podrá ser excusa para desentendernos de los hombres en su situación concreta en su vida social, nacional e internacional, más aún, nuestro  compromiso con Dios nos exige el compromiso con los hombres.

51. Asumir la propia responsabilidad en la marcha del mundo es preguntarse sinceramente:  ¿qué puedo hacer yo, según mis capacidades y mi propia voca- ción? Esa responsabilidad se ha de concretar, de forma real y práctica, en obras de justicia y de amor por pequeñas que parezcan. Siempre será, al menos, signo y testimonio.

2.- María, Nuestra Señora  de los Dolores

52. La Virgen María subió a Jerusalén, silenciosa y anó- nimamente seguía a Jesús, acompañada de un grupo de mujeres. La tradición nos dice que lo encontró en la calle de la Amargura, cuando Jesús, bajo el peso de la cruz, caminaba hacia el Calvario. Ciertamente estaba allí, junto a la Cruz del Señor y, desde allí, el Señor nos la entregó como Madre. Ella participó de manera singular y excepcional del misterio de la muerte y resurrección del Hijo.

53. Que en nuestra subida a Jerusalén en la Cuaresma del presente año, Ella, modelo de familia trabajado- ra, esté con nosotros en esta situación de crisis eco- nómica y social que  padecemos  e  interceda  por nuestras familias. Ella, que sufrió en su carne tanta injusticia, nos conduzca por el camino de la esperanza.

54.Que el mismo Espíritu que condujo a Jesús al desier- to aliente y fecunde nuestras intenciones y proyectos en sintonía con los deseos y esperanzas de nuestros hermanos y hermanas que sufren las consecuencias de esta crisis económica.

Reza por vosotros, os quiere y bendice.

+ Antonio, Obispo de Cádiz y Ceuta

Cádiz, 25 de Febrero, Miércoles  de ceniza, de 2009

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