Fui extranjero y me acogisteis

Artículo semanal del Obispo de Asidonia – Jerez, D. Juan del Río Martín. El título de nuestro encuentro semanal está tomado del evangelio de san Mateo acerca del juicio definitivo donde una de las características de los discípulos de Jesús es acoger e identificarse con el forastero y el peregrino (Mt 25,35). Cristo mismo experimentó en su condición humana lo que significa ser emigrante (cf. Mt 2,12-14). Es más, la originalidad del pueblo de Israel radica en el hecho de haber configurado su experiencia religiosa en el marco de la migración. Además, la Iglesia primitiva adquiere notoriedad por el impulso del Espíritu de Pentecostés que supera el carácter de Babel de razas, pueblos y naciones, para constituirse en el nuevo pueblo de Dios donde “ya no hay distinción entre judío o no judío, entre esclavo o libre, entre varón o mujer….” (Gal 3,28), porque todos han sido convocados a formar la gran familia de los redimidos. Luego la Iglesia ante el fenómeno de las migraciones recuerda su origen, su experiencia y su propia vocación misionera.

Celebramos este domingo la Jornada Mundial de las Migraciones bajo el lema:”Joven inmigrante, la parroquia sale a tu encuentro”. Esto no es algo lejano a nuestra realidad diocesana. En casi todas las visitas pastorales a las parroquias saludamos a inmigrantes cristianos o católicos venidos de la lejana Ucrania y otros países del Este, latinoamericanos, filipinos. Nuestras instituciones caritativas y asistenciales de parroquias y congregaciones religiosas pueden hablar de la mucha ayuda que se presta a los inmigrantes, no sólo cristianos, sino también de otras religiones venidas de África o Asia. Ello es una muestra de que para la Iglesia “nadie es extranjero”.

Los acontecimientos van tan de prisa que, sin darnos cuenta, en poco tiempo y  en nuestra propia casa, se ha originado un “mundo nuevo” que necesita ser acogido, escuchado y evangelizado. De tal manera que, en muchos sitios se está caminando de una parroquia monocultural a una parroquia pluricultural, ya que el número de inmigrantes residentes en España se acerca a los 4,5 millones, el 10% de la población. Una inmensa mayoría de ellos son jóvenes dotados de los mejores recursos humanos e intelectuales que habiendo dejado sus familias y países de origen encuentran en las naciones ricas normas que dificultan su efectiva integración. Ahí están las miradas quebrantadas de los que consiguen alcanzar  Canarias o  las costas andaluzas. El mar, como un “nuevo muro de Berlín”, es el panteón de muchos de ellos. Aquellos que tienen mejor suerte vendrán por aeropuertos y las fronteras terrestres. Lo cierto es que, mientras subsistan en el mundo los graves problemas de precariedad social, guerras, desempleo, injusticia y violación de los derechos humanos, seguirán llegando inmigrantes en busca de un porvenir mejor. Los Estados y naciones más desarrolladas han de ser más generosos con los países subdesarrollados. Esto ha de comenzar por cumplir los compromisos contraídos de colaborar con los países pobres con el 0,7% del PIB y con el Plan del Millennium de erradicación del hambre. Incluso deben aumentar las ayudas de modo que se haga innecesaria la salida de quienes hoy carecen de lo más elemental.
 
En definitiva, y como consecuencia de esta nueva realidad, se demanda a la Iglesia el planteamiento de una pastoral nueva, ágil, flexible, diferenciada, que no se quede en lo asistencial, y sobre todo imaginativa. Para todo ello, recomiendo a nuestros párrocos, sacerdotes, religiosos y religiosas, diáconos permanentes, agentes de pastoral y a todas las personas interesadas por las migraciones, a que lean y estudien el reciente documento de la Conferencia Episcopal Española: La Iglesia en España y los inmigrantes  (Madrid 2007).

+Juan del Río Martín
Obispo de Asidonia-Jerez

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