1. «
Después de esta verdad, proclamada solemnemente por la Iglesia, es lógico pensar que no podía conocer la corrupción del sepulcro
2. Esta es la fiesta que celebramos: la Asunción de
El Crucificado, el que llevara corona de espinas, es quien pone sobre su Madre la corona de las más hermosas bendiciones. Cristo, el que resucitó de entre los muertos, es el que llena de vida, para toda la eternidad, a la que lo siguió fielmente desde la cuna hasta el sepulcro.
El que cree en mi tendrá la vida eterna, habría dicho Jesús (Jn 3, 15). Y la profecía se ha cumplido en
3. La fiesta de la Asunción de
Si estás rodeado de las tinieblas de la duda, mira a Jesucristo, escucha su palabra y podrás ver como se hace la luz para tu camino. Si estás entristecido por el mal que te rodea, busca a Jesucristo, que te hablará del trigo que se abre camino entre la cizaña, de cómo la mayor parte de las semillas siempre caen en tierra y producen fruto abundante. Si el rencor y el odio anidan en tu corazón y no te deja vivir en la paz que necesitas, recibe como mandato las palabras de Jesús: perdona siempre, recibe a tu enemigo como a un hermano. Si te ha herido la injusticia, busca en Jesucristo el camino del derecho y reafírmate en el propósito de trabajar siempre por la paz.
4. Esta fiesta de la Asunción lleva nuestros propios ojos a los de Cristo, para ver a su Madre como él mismo la veía, y estar junto a ella como su mismo Hijo lo estaba. Si llamamos a María madre de la esperanza y de la misericordia, no es por otra razón sino porque ella nos ha dado a Jesús, y porque Cristo hace de ella nuestra más eficaz valedora.
Con el mismo amor del Hijo queremos amar a
5. Esta fiesta de la Asunción de
Puede ser que estemos viviendo momentos de dificultad para nuestra vida cristiana en unión con la Iglesia, pero como nos ha recordado Benedicto XVI: «Juan Pablo II, nos ha dejado una Iglesia más valiente, más libre, más joven… Que mira con serenidad al pasado y no tiene miedo al futuro» (Mensaje a los Cardenales 20-4-05). Hoy, como ayer, la tarea de la Iglesia es anunciar a Jesucristo en obras y con palabras. La Iglesia no está encerrada en sí misma ni vive para sí misma. La Iglesia no está ni envejecida ni inmovilizada… (Homilía de Pentecostés 15-5-05).
Hemos de comprender que la Iglesia no puede estar obsesionada por adaptarse al mundo, claudicando de sus convencimientos más profundos. La Iglesia está en
La Iglesia tiene que presentarse ante la humanidad como es. Con su originalidad evangélica. Sin complejos ni arrogancias. Pero sin olvidar que su obligación es la de hacer presente a Jesucristo en obras y en palabras.
6. Esta fiesta de la Asunción de María nos lleva, a mirar, también, a nuestra propia casa, nuestra Iglesia, a nuestra diócesis de Sevilla. Porque la devoción, tan arraigada y querida a la Señora de los Reyes, hacen de Sevilla casa de la Virgen donde nos sentimos acogidos y oímos las palabras de Cristo: esta es tu Madre, estos son tus hijos. La fiesta de la Virgen de los Reyes es fuente de una auténtica devoción a
7. La devoción a la Virgen de los Reyes ha encendido la lámpara de fe en la Iglesia de Sevilla. Pero no se enciende la luz para ponerla debajo del celemín, sino que hay que ponerla bien alta para que a todos pueda alumbrar. Esta devoción a la Virgen de los Reyes nos ha de llevar a vivir el evangelio de Jesucristo y hacer que cada día la familia, el trabajo, la convivencia, la atención a los pobres…, se haga conforme a la voluntad de Dios. Porque si hacemos las cosas en contra de Dios, pronto las habremos hecho, también, en contra del hombre, de la misma humanidad.
8. En esta gran fiesta de la Asunción de
9. Es que la Madre de Jesús, «glorificada en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y principio de