El Obispo de Jaén, Don Amadeo Rodríguez Magro, presidía el Domingo de Resurrección la Solemne Eucaristía de Pascua.
Minutos antes del mediodía, le esperaba, en la puerta principal de la S. I. Catedral de Jaén, el Lignum Crucis.
La celebración comenzaba, pasadas las 12 horas, con el rito inicial en el que Don Amadeo recordaba que “esta Misa no es sino el eco y propagación de la Vigilia Pascual que celebramos anoche, y que se prolongará durante cincuenta días hasta el domingo de Pentecostés. (…) Con el gozo desbordante con que lo hace hoy toda la Iglesia, celebremos la Resurrección del Señor, fundamento de nuestra fe, motivo de nuestra esperanza y sostén de nuestro amor”. Insistía, además, en que “es el domingo más importante del año, por ser el que motiva y se prolonga en todos los demás que sustentan nuestra peregrinación hacia la gloria de Dios, hacemos memoria de nuestro Bautismo”. Y finalizaba diciendo: “pidamos al Señor que al recibir ahora el agua bautismal, bendecida esta noche, se reavive en nosotros la gracia del Bautismo, por el cual fuimos sumergidos en la muerte redentora de Cristo para resucitar con Él a la vida eterna”.
Tras estas palabras, el Obispo se asperjaba con agua bautismal, para proceder a rociar a los ministros y a todos los fieles allí presentes.
Homilía
«Aleluya, aleluya, aleluya. Hoy solamente puede tener este tono la celebración eucarística en la que nosotros estamos participando de un modo especial porque nos hemos incorporado a la Resurrección de Cristo”. Así comenzaba la homilía de este Domingo de Resurrección, en la que además, el Obispo subrayaba que “nuestro tono espiritual no puede ser otro que el de alegría, porque, como nos dice el Papa Francisco en «La Alegría del Evangelio», para que la Iglesia de nuestro tiempo camine con ese tono debemos saber que de Jesucristo nace y renace la alegría. Aquel que conoce a Cristo, aquel que se encuentra con Cristo, todo el que vive en Cristo… tiene necesariamente que vivir y recuperar el tono de la alegría. Naturalmente el tono de alegría lo da siempre la Pascua del Señor. Una alegría que hoy nos hace ser felices y decirlo, y decirlo, además, a los cuatro vientos”.
Igualmente, Monseñor Rodríguez Magro quiso hacer hincapié en la esperanza de la vida eterna. “En este mundo en el que muchos de nuestros hermanos están todavía en el Viernes Santo, por tantas dificultades, por tantos horrores, por tanta violencia, por tanta pena, por tanto sufrimiento y por tanto dolor, es necesario que nosotros digamos que este mundo tiene esperanza. No podemos quedarnos solamente en la fase de dolor y sufrimiento de la vida, sino que está el futuro que Dios nos ofrece, que es el de la vida eterna, porque Dios ha resucitado”.
La Eucaristía finalizaba tras la bendición apostólica con indulgencia plenaria.