El profesor José Luis Sánchez Nogales ha visitado Málaga estos días y en mayo regresa para participar en el curso sobre el diálogo entre islam y cristianismo que organiza la Diócesis.
Actualmente conviven dos visiones totalmente contrarias acerca del Islam en nuestra sociedad: por un lado se mitifica, y por otra, se demoniza, al asociarlo a actos violentos y terroristas… ¿Cuál es la actitud de la Iglesia ante el Islam?
Está definida en varios documentos importantes, hasta 27 documentos de carácter magisterial y más de 180 intervenciones de los pontífices desde el Vaticano II hasta la actualidad. A ellos se suman los gestos de la Iglesia hacia los musulmanes, como la Jornada de Oración por la Paz en Asís en octubre de 1986, o las reuniones del Foro Católico-Musulmán en 2008 y 2001. Esto en nivel institucional. Luego las acciones de la Iglesia en pro del diálogo el ¡entendimiento y la paz llevadas a cabo por Universidades, Diócesis, Conferencias Episcopales Parroquias, Cáritas y otros organismos, son innumerables. Desde los dos documentos del Vaticano II que se ocuparon directamente del islam –Lumen Gentium 16 y Nostra Aetate 3- la posición de la Iglesia hacia los musulmanes ha sido siempre la de tender el puente del diálogo. La Iglesia siempre ha distinguido entre el espíritu religioso que anima la vida de la inmensa mayoría de los musulmanes y las desviaciones y patologías que aquejan al islam, como han aquejado y aquejan a otras religiones; bien es verdad que en este momento la patología del fanatismo violento se localiza de modo intenso en un sector minoritario del islam que posee un gran poder devastador de vidas humanas, incluidas las de los propios hermanos de religión, además de estar poniendo en peligro gravísimamente la existencia de comunidades cristianas antiquísimas en Oriente Medio pero también en otros lugares. Creo que se necesita una visión racional y serena para tener una idea clara sobre la vida religiosa de los musulmanes. Eso no dispensa a los poderes legítimamente establecidos del deber y el derecho de proteger la vida, hacienda y libertad de los seres humanos injustamente amenazados e incluso, si fuese necesario, defenderlos, con proporcionados medios de fuerza, de la violencia irracional desatada por grupos que están en la mente de todos. Siempre en estricto cumplimiento del derecho internacional. El Santo Padre Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium ha dedicado dos párrafos al diálogo con los musulmanes, los nn. 252 y 253. En este último número, y a pesar de que pudiera matizarse por parte de expertos alguna aserción, pide expresamente que se respete la libertad religiosa -inexistente en países de mayoría musulmana- pero también advierte de que “el afecto hacia los verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas generalizaciones”.
Lo que sí es cierto es que se trata de una realidad cada vez más ineludible por su número en las sociedades occidentales. ¿Cuál es la presencia islámica en España?
En España la presencia de los musulmanes, en la edad contemporánea, data de finales de los años 70 del siglo pasado. Pero hoy ya podemos hablar de la presencia del islam. En efecto, viven en España en torno a un millón setecientos mil practicantes de esta religión -de los que casi 800.000 pueden mostrar un DNI español-. En la provincia de Málaga se acercan a los 90.000 de los que algo más del 50% son españoles.
Tenemos 280.000 niños y adolescentes musulmanes en nuestras instituciones escolares, atendidos por sólo 48 profesores. Disponen de 27 cementerios o lugares reservados dentro de los cementerios municipales. Hay 6 imames asistenciales para centros de internamiento y 12 para prisiones. Además, en estos más de cuarenta años se han ido agrupando en instituciones con personalidad jurídica inscritas en el Ministerio de Justicia. El Observatorio Andalusí da el número de 1.491 entidades. Es verdad que las diversas comunidades agrupadas en federaciones no acaban de ponerse de acuerdo y el conflicto entre ellas dificulta las relaciones con el estado y con otras instituciones sociales. La Comisión Islámica de España es una confederación de 37 federaciones con objeto de poder dialogar y llegar a acuerdos con el estado español. De hecho hay dos acuerdos firmados, en 1992 y en 1996. De esas federaciones sólo tres pertenecen estatutariamente a la CIE. Las demás se incorporaron por vía de Decreto en 2011. Pero la situación de desacuerdo en el interior de esa confederación y las impugnaciones presentadas contra los estatutos por parte de varias de las entidades miembros hacen muy difícil el funcionamiento de esta entidad confederal que es la interlocutora del estado. Además hay algo más de 300 entidades que no pertenecen a la confederación. Los musulmanes en España cuentan con más de mil oratorios normalmente en locales comerciales, porque mezquitas con forma y reconocimiento de tales sólo hay ahora mismo 9, de las que tres están en Málaga y provincia.
¿Es posible la convivencia pacífica entre musulmanes y católicos, con dos maneras tan distintas de entender la sociedad?
Es una pregunta lógica pero la respuesta requeriría muchos matices. Diríamos que el mundo global que se conforma nos obliga a “convivir”. Que es cierto que en las sociedades de mayoría y legislación basada o al menos inspirada en la ley islámica la presencia de los no musulmanes está muy condicionada; lo estuvo en la Edad Media y lo sigue estando en la actualidad. En Derecho islámico clásico considera que el cristiano que vive entre musulmanes es un “protegido” (dimmí). Pero la protección consiste en que tiene posibilidad de practicar en privado su culto mediante el pago de uno o dos impuestos, sin que le esté permitido dar a conocer su fe de modo público ni proclamarla en libertad. Tampoco es normal que pueda ostentar cargos públicos. En algunos países algo va cambiando con respecto a este estatuto jurídico del no musulmán; hemos conocido países en donde se han dado cargos públicos cristianos. Pero una total igualdad y libertad no existe aún, ni siquiera en aquellos países en que la igualdad pudiera estar reconocida, pues el peso de la tradición y la inercia social son muy fuertes. Lo que hubo en la España medieval (al-Andalus) fue un estatuto de tolerancia discriminatoria: tanto de musulmanes hacia cristianos y judíos como de cristianos hacia musulmanes y judíos. El idílico paraíso de las “tres culturas” es una retroproyección hacia el pasado de un futuro que aún se debe construir. Eso no quiere decir que no hubiese logros importantes en todos los ámbitos y épocas de mayor bonanza. Pero ningún paraíso ha sido construido aún en el mundo humano. Como digo, sin embargo, la situación de globalidad en que la vida se está desarrollando va a introducir cambios significativos. Pero yo no los espero a corto plazo. La evolución de una cultura y de una religión ha de arrancar de sus propias bases fundacionales; desde fuera se puede “ayudar”, pero no se puede hacer por una religión o una cultura lo que ella debe hacer brotando de su propia identidad. Los intentos de llevar el “way of life” de occidente a países de mayoría musulmana ya hemos visto en qué han acabado. Al menos hasta ahora. No es cuestión de años. Si se me preguntara yo contaría más bien por siglos.
¿Qué papel jugamos en esa convivencia los católicos de a pie?
Intentar el llamado “diálogo de vida”. Es relativamente sencillo. Procurar levar una buena vecindad y amistad con nuestros vecinos de otras religiones. Eso sí, sin ceder a falsos irenismos “buenistas” ni renunciar a la propia identidad cristiana. Dialogar no es negociar. Pero si es el trato educado, caritativo, viendo en el otro a una criatura e hijo de Dios -aunque él en su creencia rechace serlo-. El musulmán se encuentra mejor cuando está ante un cristiano firme en su fe y en su vida cristiana que cuando se halla ante personas que ponen en cuestión dimensiones fundamentales de su propia fe o llevan una vida no armonizada con la fe cristiana que dice profesar. Esta situación le confirma en la idea que recibe desde la infancia: que el cristianismo es una religión ya superada por el islam. En cambio cuando encuentra a un cristiano firme en su fe y en su vida pero abierto al diálogo en caridad y verdad, a la colaboración en cosas sencillas de la vida ordinaria, responde con respeto y consideración. Ser buen vecino, dar buen ejemplo de vida cristiana, no avergonzarse de confesar la propia fe ni esconder los símbolos que la revelan. Diálogo de vida. De las cuestiones complicadas que se encarguen los expertos.
¿Qué oportunidad brinda a la Iglesia y al mundo el camino de encuentro entre cristianismo e Islam?
Voy a responder con brevedad. La actitud de la Iglesia en la actualidad nos advierte de que el diálogo y el anuncio del Evangelio son tareas difíciles, que hay muchos obstáculos, que sólo Dios conoce los tiempos y las etapas de la larga búsqueda humana de entendimiento y, especialmente, que el compromiso de la Iglesia Católica en el diálogo interreligioso es “firme e irreversible”. En este camino el Cristianismo tendrá ocasión de revelarse, cuando menos, una vez más, como la tradición religiosa que más y mejores valores humanos, culturales, morales, espirituales y religiosos ha aportado al largo camino histórico de la humanidad. Una humanidad que necesita permanentemente aprender a respetar al otro, a superar la angustia que le produce la diferencia, el miedo al desconocido que desemboca en violencia, el egoísmo que se disfraza de lucha de la imagen de Dios de los unos contra la de los otros. Una humanidad que necesita reconstruirse permanentemente de sus errores, que requiere de paz y de consuelo interior para que la ciega violencia que brota de esa zona de sombra interior quede iluminada por la caridad que despierta el rostro del otro. Y para que los violentos vean la luz de quienes quieren “con-vivir”, ser con os otros y para los otros sin por ello tener miedo ni renunciar a lo que se es. La Iglesia católica en estos momentos pienso que -más allá de los problemas que puedan darse en sus miembros y comunidades- es hoy la avanzadilla que proclama que es posible, aunque difícil, que los seres humanos se reconozcan mutuamente como hermanos que comparten un mismo mundo-don, un mundo sobre el que nadie puede exhibir una escritura de propiedad exclusiva, porque nos ha sido “donado” como morada hasta el día -de Dios conocido- en que todos los hombres caminaran a su luz.
Ana María Medina