Isabel Bandera Martín (Carratraca 1928), «Isabelita» para sus amigos, ha recibido la medalla «Pro Ecclesia Malacitana» por la ayuda incondicional que ha prestado a la parroquia de Carratraca durante toda su vida.
¿Qué recuerda de su infancia?
Nací en Carratraca, igual que mis hermanos Pedro y Juan. Poco después, mi madre falleció teniendo yo 9 meses y mis hermanos 4 y 8 años respectivamente. Así que nos quedamos con mi abuela, mi tía y mi padre, que nunca se volvió a casar por no darnos una madrastra. No tuve una infancia dura a pesar de perder a mi madre, puesto que no pude ni echarla de menos. Además, mi abuela nos crió como a sus hijos y le estoy tremendamente agradecida por ello. Fue una santa.
¿Cómo comenzó su idilio con la parroquia?
Tuve una maestra muy religiosa que nos solía llevar a los alumnos a la iglesia. Desde pequeña me gustó mucho la parroquia, la verdad. Fue salir a los 14 años del colegio y no parar de ayudar en la iglesia todo lo que he podido, siempre junto a mi gran amiga Lina Florido Fuentes, que ya murió. Hacíamos mucho trabajo de limpieza, pero no únicamente eso. Las comuniones, las catequesis, las ayudas a los necesitados en Navidad… Siempre estaré enamorada de mi parroquia.
¿Cuál fue su reacción al enterarse de que le habían concedido la medalla «Pro Ecclesia Malacitana»?
No me lo esperaba para nada. Cuando el obispo se acercó por detrás para llevarme a la entrega, pensé que era mi ángel de la guarda. Fue un orgullo que la parroquia a la que llevo sirviendo toda la vida me premiara con esa medalla. Además, acudió el vicario para la Acción Caritativa y Social, Gabriel Leal, que para mí es como un hijo. Lo conozco desde los años 70 y a pesar de que intento no molestarle demasiado, cuando lo necesito, lo tengo.
¿Qué significa el Señor para usted?
El Señor para mí es amor y felicidad. A pesar de los dolores, día tras día intento sacar cosas buenas y darle las gracias a todas horas, puesto que él es misericordioso. Eso me hace no tenerle miedo a la muerte aunque le digo al Señor que no se dé bulla. Ahora mi etapa en la iglesia ya ha pasado y me quedo para la contemplación y la oración. Es el turno de las nuevas generaciones. Yo no quiero ni protagonismo ni que me echen flores. Solo soy una persona normal y corriente que ha ayudado a los demás, nada más.