“Sembradores de Esperanza”: Carta Pastoral del obispo de Guadix con motivo del Día del Seminario

Diócesis de Guadix
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La diócesis de Guadix es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, erigida en 1492 y, según la tradición, procedente de la diócesis de Acci, fundada por San Torcuato en el siglo I. Su sede es la catedral de Guadix.

“Sembradores de Esperanza”: Carta Pastoral del obispo de Guadix con motivo del Día del Seminario

 

«Sembradores de Esperanza»

Día del Seminario 2024

Queridos hermanos, sacerdotes, consagrados y fieles laicos,

Con este lema, el mes de marzo, dedicado especialmente a San José, nuestra Iglesia diocesana se vuelca en la promoción y acompañamiento de las vocaciones para el ministerio Ordenado. Es un tiempo propicio para dar gracias a Dios por la vida y el ministerio de los sacerdotes y para pedirle que siga bendiciéndonos con abundantes y generosas respuestas. Así mismo, imploramos al Señor que a todos nos guíe y fortalezca en el camino de la santidad, como “sembradores de Esperanza”, en un mundo que vive fracturado y pesimista por las ideologías imperantes, las guerras, la cultura de la muerte y del descarte, por la vivencia subjetiva de una fe a la “carta”.

El papa Francisco nos recuerda en la Bula Spes non confundit, con la que convoca el Jubileo Ordinario del año 2025 que “en el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad”. Cristo es la fuente de Esperanza para todo corazón que se siente herido en lo más profundo y necesita del bálsamo de su Amor misericordioso, que repara y restablece en una vida nueva, la vida de la Gracia.

Los sacerdotes y los seminaristas, junto con todo el Pueblo Santo de Dios, son llamados a testimoniar el valor y el gozo de una “Esperanza que no defrauda”, que no es manipulada por intereses ideológicos o modas pasajeras. Son interpelados en lo más profundo de su corazón a hacer un sincero y permanente ejercicio de configuración con Cristo Sacerdote, Cabeza y Pastor de la Iglesia; ser otro Cristo en medio de la comunidad: alentando, sosteniendo, acompañando en la Esperanza. Y no cualquier esperanza, sino aquella que surge del “Amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz”. De ahí, que ser “sembradores de Esperanza”, como nos recuerda la campaña del Día del Seminario, envuelve y dimensiona toda la vida.

La vocación sacerdotal, ciertamente, es un don de Dios para quien escucha la llamada y permanece fiel a ella; a la par que reaviva la esperanza en un florecimiento de nuevas y santas vocaciones. Creemos, esperamos y confiamos en que el dueño de la mies hará surgir generosas respuestas y reafirmará con su gracia el sí de aquellos que ya han respondido o están en proceso de discernimiento vocacional. A la vez, es una llamada a fomentar en los niños, adolescentes, jóvenes o adultos, con palabras y obras, en nuestras comunidades, la alegría de ser sacerdote.

Esta es la Esperanza gestada por el Espíritu como un don para toda la Iglesia y un bien absolutamente necesario para su misión. Por eso, debe ir creciendo entre nosotros la convicción de que todos los miembros de la Iglesia, sin excluir ninguno, tenemos la grave responsabilidad de cuidar las vocaciones, de ir generando una cultura vocacional, como se nos interpelaba en el reciente Congreso de Vocaciones.

Nuestra Iglesia diocesana acoge esta interpelación a ser sensible y audaz en la pastoral vocacional. Somos conscientes de la necesidad de todos los carismas y ministerios en la Iglesia, pero ante la cercanía de la solemnidad de San José, se hace urgente una llamada en favor del necesario ministerio ordenado. Y lo hacemos en clave de “Cultura Vocacional”, que nos ayude a todos a escuchar y a fomentar una palabra de aliento y esperanza, para comprender que adentrarse en la voluntad de Dios no destruye ni aniquila a la persona, sino que permite descubrir y seguir la verdad más profunda sobre sí mismos; viviendo la gratuidad y fraternidad en las relaciones con los otros. Sólo abriéndose al Amor de Dios se encuentra la verdadera alegría, la esperanza más auténtica y la plena realización de las propias aspiraciones.

La pastoral vocacional nos implica a todos. Implica a los padres para que, en su ambiente familiar, hagan comprender a sus hijos la grandeza del ministerio sacerdotal, por medio del cual Dios viene a nosotros en la Eucaristía, perdona nuestros pecados en el sacramento de la Reconciliación, y vela por nosotros, con amor de Padre, en el seno de la comunidad eclesial. Os animo a cuidar, con particular esmero, los gérmenes de vocación sacerdotal que podáis descubrir en alguno de vuestros hijos y a estar agradecidos, si el Señor os concede ese magnífico regalo inmerecido.

Dios se ha servido siempre del ejemplo de santidad de sacerdotes que vivieron con amor y entusiasmo su sacerdocio, para llamar a muchos niños y jóvenes a la vida sacerdotal. Una vida vivida en fidelidad, con deseos de santidad, ejemplar y feliz, siempre atrae al sacerdocio a los que Dios quiera llamar. Vosotros, queridos sacerdotes, por propia experiencia sabéis lo importante que es el acompañamiento espiritual y el discernimiento vocacional. Sabéis que, por medio de nosotros, cuando somos testigos de la alegría de ser sacerdotes, Dios suscita, acompaña y fortalece muchas vocaciones. Quiero agradeceros vuestra dedicación incansable y animaros a continuar en esta preciosa tarea. También quiero invitaros a estar en contacto con los formadores de nuestro Seminario Conciliar “San Torcuato” y con el equipo diocesano de Pastoral Vocacional y de juventud. Confiad y colaborad con ellos y no dudéis en ponerles en relación con aquellos niños y jóvenes en los que veáis indicios de vocación sacerdotal. Os ayudarán al discernimiento para que puedan formar parte del Seminario en familias, si son más jóvenes, o puedan ingresar en el Seminario Mayor, junto a los seminaristas que ya se preparan para recibir el orden sacerdotal. En esta tarea tan delicada todos somos necesarios.

En la pastoral vocacional tienen también un importante papel los catequistas y profesores de religión. El catequista, como el profesor de religión, ha de ser ante todo un testigo de la fe. Su misión es conducir a los niños, adolescentes y jóvenes al encuentro con Cristo, animadlos a la amistad con el Señor y preparadlos para que su corazón esté siempre abierto a su llamada. Que en vuestras catequesis y clases de religión aparezca con claridad el amor a la Iglesia y la gratitud al Señor por el don del sacerdocio, interpelando directamente a discernir una especial consagración.

A todos, sin excepción, nos atañe la necesidad de la oración, del sacrificio, del mantenimiento material y de la implicación personal y comunitaria en los vocacionados al sacerdocio. Estamos convencidos de que los frutos de la pastoral vocacional se deben, en gran medida, a la oración. Son muchas las Parroquias y comunidades que dedican un día a la Adoración Eucarística pidiendo al Señor por el don de la vocación al ministerio ordenado. Sigamos orando al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

Aprovecho la ocasión para agradecer de todo corazón al Rector, formadores, sacerdotes, religiosos, catequistas, agentes de pastoral, bienhechores, a todas las comunidades, vuestra entrega generosa y abnegada en esta misión, tan esencial en la Iglesia, como es el fomento y acompañamiento de las vocaciones al sacerdocio. Os animo y agradezco de antemano, vuestra generosa y sacrificada colaboración en esta jornada para el sostenimiento económico de nuestro Seminario Diocesano de San Torcuato y las tareas vocacionales.

  Que la Virgen María, Reina de los Apóstoles, cuide con amor a sus sacerdotes y seminaristas, para que sean fiel reflejo de su Hijo, Buen Pastor. Ella nos alcance del Señor, en este Año Jubilar de la Esperanza, la gracia de santas y abundantes vocaciones.

Con mi afecto y bendición.

+Francisco Jesús Orozco Mengíbar

Obispo de Guadix

 

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